—Te haría muchos hijos pero no creo que los quieras ahora.

—No. —negué sonriendo, sin poder corresponder a los besos que me daba por toda la cara. —Quiero me hagas tuya.

—Ya sos mía.

Estaba en el cielo pero me quedaba algo de tierra, y más aun la conversación previa a lo que estábamos haciendo, dejé que eso no me importara y de la misma forma le hice saber que no necesitaba cuidarme con preservativo, lo conocía perfectamente y era mucho más cuidadoso que yo, aunque por esta vez olvidó ese cuidado y sin dudar me sacó la última tela que tenía mi cuerpo para dejarme desnuda y complementarme con él, ya que pronto ingresó en mí y fue la sensación más placentera del mundo. Literalmente Lautaro era el placer más hermoso del mundo, estúpido aquel que no lo compartiera.

Había olvidado por un momento mi plan, era yo la que quería hacer que recordara algo pero era él quien me estaba haciendo olvidar de todo, con un poco de fuerza de voluntad y ganas de controlar la situación, dejó que nos diéramos vuelta para que yo me sentara encima y me moviera con la fuerza necesaria para que llegáramos ambos, sin embargo no iba a desperdiciar nuestro encuentro con posiciones tan básicas y él estaba de acuerdo con eso, porque pronto se volvió una lucha de mandos entre besos, gemidos, rasguños y palabras muy alentadoras para ambos.

El orgasmo al que me hizo llegar fue como navidad, cuando después de las doce todos tiraban fuegos artificiales y el cielo se iluminaba de colores, explotando uno detrás de otro todas las luces que lo alumbraban. Se extendió a todo mi cuerpo dándome una oleada de placer impensada antes por cualquiera de mis amantes y puede que estuviese siendo exagerada, pero todas mis expectativas, Lautaro las superaba sin esfuerzo.

Aún con el efecto entre las venas, él no podía perder la aceleración y mientras yo me recuperaba disfrutaba de sus besos por todo mi cuerpo, creía que no iba a poder recuperarme del todo porque sus besos indicaban un lugar, un camino que pronto llegó a su objetivo cuando fue más allá con sus besos de mi monte de Venus y conocí la habilidad de su lengua en el centro de mi ser más sensible.

Yo no dudaba de mi capacidad para soportar una noche de placer, pero nunca antes la había tenido tan larga como me di cuenta en el último orgasmo que me juró que iba a darme. Mi cuerpo no daba más y todo lo que no había tenido en las últimas semanas Lautaro lo agotó en las últimas horas, básicamente porque hicimos el amor durante toda la noche y di fe de eso cuando en el reloj despertador marcaban casi las seis de la mañana. La potencia que tenía era increíble, me tuvo fascinada desde el primer orgasmo hasta el tercero si no eran más.

No conocí el frío de nuevo hasta que Lauti se llevó con él las frazadas que teníamos arriba de ambos y su cuerpo se alejó del mío, quise quejarme pero me bastó con cubrirme y acurrucarme detrás de él

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No conocí el frío de nuevo hasta que Lauti se llevó con él las frazadas que teníamos arriba de ambos y su cuerpo se alejó del mío, quise quejarme pero me bastó con cubrirme y acurrucarme detrás de él. No fue fácil conciliar el sueño desde que empecé a tiritar del frío, y enseguida me moví a ver la hora ya eran más de las once del mediodía, por lo que consideré levantarme a pesar que mi cuerpo tenía una pesadez insoportable, como una resaca pero de tanto sexo.

¡Va a ser mío!Where stories live. Discover now