Capítulo 2.

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YoungJae observó a su madre salir por la puerta, colgada del brazo del hombre que solía traer los ingredientes de la deliciosa comida que la mujer preparaba para él cada día.


Se alegraba porque Hyorin iba a ver el exterior del que solía hablar cuando estaba demasiado cansada de ignorar su existencia y con el que tanto soñaba YoungJae, aunque le pareció extraño que su madre tuviera colgado al hombro un bolso en el que la había visto empacar toda su ropa cuando cruzó el umbral.

No hubo despedida, no hubo abrazos, besos o lágrimas, ni siquiera una simple mirada atrás cuando YoungJae fue abandonado en aquella triste casa solitaria.

Sus ojos azules recorrieron la estancia hasta posarse en la última cena que su madre había preparado. Se sentó a comer prometiendo a si mismo comerlo todo para que Hyorin estuviera orgullosa cuando regresara, y quizá con un poco de suerte, ganarse un abrazo o un beso de aquellos que solo recibiría en sus cumpleaños.

Después de dejar el plato limpio, corrió a encender las luces y abrir las cortinas para observar cómo el molesto sol del día se escondía para dar paso a la hermosa luna llena.

YoungJae odiaba el sol. No porque no fuera algo hermoso o digno de ver, ni porque fuera un "amargado" como habían descrito al protagonista del último libro que leyó y que Hyorin explicó que con aquello estaba refiriéndose a una persona poco divertida. Definitivamente YoungJae no era un niño poco divertido, y su odio hacia el sol no era nada de eso, simplemente sus ojos dolían mucho cuando la luz entraba por la ventana y le daba directamente en el rostro.

Por esa razón pidió a Hyorin que dejara de abrir las cortinas durante el día y solo las abriera en la noche. Aquello le había costado un cumpleaños sin beso.

Pero no importaba mucho, porque después de eso, YoungJae de verdad pudo empezar a apreciar el paisaje tras su ventana, a pesar de que la escasa luz de la luna no le permitía ver nada más aparte de sombras oscuras, al niño no le importaba demasiado, porque aún podía ver el brillo de la luna y sus compañeras las estrellas en el cielo nocturno.

~~~

YoungJae comenzaba a preguntarse a donde había ido su madre después de una semana sin verla... Había sobrevivido comiendo de la comida que Hyorin preparó antes de marcharse, pero esta comenzaba a escasear y el niño empezaba preocuparse por ello.


No obstante, aquel día escuchó sonidos extraños viniendo de la puerta, y pese a que tenía miedo y sus instintos le rogaron que fuera a esconderse debajo de la cama, no descartaba la idea de que su madre hubiera vuelto, y esperó a que la puerta se abriera con una sonrisa temblorosa.


No esperaba que quien entrara no fuera su madre, o el hombre que solía traer la comida, sino otro hombre extraño, demasiado alto para el gusto del niño y que lo observó con una mirada fría y que daba miedo, como si el hombre no tuviera corazón.


YoungJae huyó de su alcance y sintió que su pequeño corazón se iba a salir de su pecho si seguía palpitando de aquella manera tan descontrolada.


-Soy JongIn y soy el capataz de la villa. -Se presentó con voz potente el hombre e hizo al pequeño YoungJae encogerse en su escondite-. Traeré tus alimentos de ahora en adelante.


El niño nunca más volvió a escuchar a JongIn dirigirle la palabra, y a medida que los meses iban pasando, el menor dejó de esconderse bajo la cama cuando JongIn iba a dejarle la comida, pero prefería alejarse de su mirada, porque por alguna razón, lo hacía sentirse muy mal, como si lo juzgara por solo existir.

Diferente [DaeJae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora