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-Bueno...- parecía dubitativo y casi me pareció ver los mecanismos y engranajes de su cabeza girar con dificultad para tomar una decisión.
Miré con avidez la carta amarillenta que sostenía con sus largos y estilizados dedos y reprimí el impulso de quitársela de las manos.
No, no podía. De ninguna manera. Era absurdo y las consecuencias serían nefastas.
De pronto fui consciente de que me estaba observando de reojo.
Respiré hondo, intentando tranquilizarme. No entendía que me ocurría, hasta hora ninguna cosa había despertado fascinación parecida en mí.
Pero esas cartas...
-Prometo no decir absolutamente nada a nadie- le rogué - Por favor- y añadí con sinceridad- También es importante para mí.
Se volvió y entonces clavó en mí su vieja mirada cansada. Sus lívidos ojos azules escrutándome de una forma que pareciese que intentaba adivinar mis pensamientos. Se la sostuve durante unos segundos que parecieron interminables
Entonces, algo debió de ver en mis ojos que terminó por convencerle.
-De acuerdo.
Se aclaró la voz tosiendo un par de veces, se recolocó las gafas y entonces comenzó a leer:

"Siempre parezco llegar a la misma conclusión, y es que cometo el error de vestir al pasado con nostalgia. Sí lo sé, se que el cambio esta en mi mano...pero no puedo evitarlo.
Cada vez detesto más a los recuerdos, porque me parecen tan solo meras sombras de lo que son en realidad.
Los momentos más bonitos quedan reducidos a meros retazos.
Trozos perdidos, fugaces y emborronados en la memoria.
Me parece injusto.
Me parece que el presente debería tener más reconocimiento.
¿Por que no podríamos tener una cajita con todos nuestros recuerdos?
Un lugar donde poder guardarlos para que me permaneciesen intactos, inmunes al paso del tiempo.
Y así poder regresar a ellos siempre que quisiéramos?
¿Por qué no puede ser eso posible?"

-Aquí termina. Esta no es demasiado larga en realidad.
-Es preciosa- le sonreí con calidez y el me corrrespondió de la misma manera.
-¿Que edad tenía entonces?
- 13 años.
-Parecía inteligente.
-Lo era. Era la persona más inteligente que he conocido en toda mi vida.
Pasaron unos instantes y entonces en un arranque de valentía me atreví.
-Tu la querías.
No era una pregunta.
-El dicho- dijo al cabo de un rato, cuando ya no pensaba que iba a responderme- señala que una mirada dice más que mil palabras. Pues bien, la suya decía más que mil poemas.

170 Días de artistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora