ーTomaré eso como un "Si"ー. Comentó Hinata.

Kageyama notó que la mirada de Tsukishima mostraba neutralidad y tranquilidad, cómo sí nada de lo que ocurriese le importase.

Kageyama caminaba junto al peli-naranja y Tsukishima junto al pecoso.

ー¡Achu~!ー estornudo de la nada Hinata asustando un poco al azabache.

ー¡Oye no estornudes en mi dirección idiota, me contagiarás sí te enfermas!

ー¡Lo siento... Lo siento!ー. Se disculpó rápidamente Hinataー. Olvidé mi bufanda en casa...

ーTchー. Kageyama chasqueó un poco la lenguaー. Tomaー. Comenzó a desenredar su bufanda de su cuello y se la entregó al más bajoー. Me la tendrás que devolver después, ¿Entiendes?

ー¡Entiendo!ー. Contestó rápidamente el chico sonriente.

Kageyama siguió su camino sin su bufanda, después de todo, ya no tenía tanto frío y sí aquel chico enano se enfermaba no tendría a nadie con quién practicar y eso sería un gran problema para él.

Tsukishima observó la anterior escena con su rostro lleno de total neutralidad, pero por dentro tenía unas tremendas ganas de enterrar a la mandarina con patas bajo tierra.

Observó que el chico de 1 metro 80 seguía caminando como si nada. Mientras el chico de 1 metro 60 caminaba feliz de la vida.

Realmente el que estuviese feliz de traer la bufanda del Rey lo molestaba mucho, más de lo que quisiera de hecho.

Lograba ocultar aquellos sentimientos en su interior. Había notado que aquel azabache lo había ignorado desde que se encontraron.

Aunque, bueno, él lo había dejado en el baño con su bufanda enredada por completo en su cara.

Lo ignoraba frente a todos. Igual que él lo hacía.

¿Había sido demasiado apresurado al decirle aquello?

Creo que... Me gustas.

Recordó sus propias palabras. Era cierto que desde hacía no más de dos meses comenzó a tener extraños sentimientos por el azabache, deseaba acercarse más de alguna forma hacia él. Pero siempre, sus personalidades de alguna forma "chocaban" y terminaban peleando.

Ahora se había "declarado" a él.. ¿ en un baño? Ahora que lo pensaba no lucía para nada serio...

¡Por el amor de Dios en un baño!

¡Que patético se sentía ahora!

Pero aún así, lo valió, ¿No es así?.

El poder volver a sentir los labios del azabache temblar al contacto por sobre la bufanda con los suyos.

Esto lo hacía sentir cómodo. No quería intimidar al azabache más. La bufanda era como un "escudo protector" para él, de alguna forma, lo hacía sentirse más a gusto, impedía un poco -bastante- el contacto, pero le daba una sensación increíble.

Le comenzaba a encantar más y más esa sensación.

Pero el pensar que aquella mandarina con patas ahora llevaba aquella bufanda con la que había logrado sentir al menos por segunda vez los labios del azabache, lo hacía sentirse molesto.

>>Debí llevar mi bufanda<< pensó impulsivo.

>>No. Debí mejor quitarle su bufanda y llevarmela<< .

Ahora cada una de las frases que aquel rubio podía llegar a pensar llevaban incluidas la palabra "Debí".

Extraño pensar para alguien que la mayoría del tiempo mostraba una cara de poco interés y atención hacia los demás.

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