29. Johan

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Decir que estaba mal era un eufemismo.

En las últimas dos semanas solo había pasado encerrado en mi casa sin hacer nada más que mirar el techo o las fotos que decoraban las paredes de mi habitación. Quería llamarla pero creo que eso no era una buena idea en este momento, pero la extrañaba tanto que a veces hasta escuchaba su voz llamándome.

— ¿Cuánto tiempo más esperas pasar lamentándote y descuidando tu higiene personal? —la voz de Camille me tomo totalmente por sorpresa. En todo el tiempo que llevaba encerrado solo me había dejado ser, supongo que mi suerte había terminado. — ¿Te has visto en un espejo? Te ves fatal, tienes más barba que rostro además apestas. Esto se acaba en este momento, todos estos días te deje solo porque necesitabas digerir todo lo que había pasado, pero eso no quiere decir que tenías que olvidarte de las necesidades básicas como comer o tomar un baño. Quiero que en este mismo instante salgas de esa cama, tomes un baño a conciencia y te presentes en la cocina viéndote como una persona no como un indigente. —solo la mire estupefacto. —Deja de mirarme como un idiota y has lo que te estoy diciendo, porque que Dios me ayude, soy vieja pero tengo la fuerza suficiente para lidiar contigo y no quieres saber lo que te voy hacer si no te mueves ¡en este mismo instante! —gritó golpeando la cama.

No tuve más opción que hacer lo que me decía, ya había visto a Camille así antes pero eso fue cuando era un adolescente y sabía que era mejor no llevarle la contraria.

*****

Cuando ya volvía a parecer un ser humano fui hacia la cocina como se me había ordenado.

Camille estaba colocando platos con diferentes tipos de comidas en la mesa. Había comida suficiente para alimentar por lo menos a veinte personas.

— ¿Vamos a vender comida o a regalarla? —se dio la vuelta dándome una mirada afilada.

—Ser gracioso nunca ha sido tu fuerte así que siéntate de una buena vez y come.

Me empecé a reír pero al ver que ella solo continuaba mirándome severamente me detuve.

—No hablas en serio. ¡No puedes esperar que me coma todo esto!

—Pues fíjate que sí, y lo harás ¡ahora mismo!

— ¡Deja de actuar como una desquiciada! Me estas empezando a asustar.

—Y tú crees que es saludable para alguien de mi edad ver al único hijo que ha tenido consumiéndose de tristeza y ¿no poder hacer nada para arreglarlo? Así que te aguantas y come, es mi última palabra.

¿Qué podía decir contra eso? Empecé a comer.

Una hora después sentía que mi estómago estaba a punto de explotar y no había comido ni la cuarta parte de todo lo que había en la mesa.

—Viendo tu cara creo que será mejor que guardemos todo esto para más tarde.

—Por mi puedes guardarlo para el siguiente siglo, no quiero volver a ver comida en mi vida.

—No seas exagerado, te encanta mi comida, además...

— ¡Hola mío caro! ¡Regresé! —el sonido de su voz solo me hizo rechinar los dientes.

— ¿Qué haces aquí? Y, puedo saber ¿Cómo en el mundo entraste?

—Sabes muy bien que no me gusta que me hables así y como eres tontito saque una copia de la llave, te dije que quería quedarme aquí.

— ¿Puedes dejar de usar esa maldita voz chillona y hablar como si tú y yo fuésemos amigos de toda la vida? ¿Qué te pasa? No quiero ver tu cara, no quiero saber de ti y mucho menos quiero que te quedes en mi casa.

Mi Corazón en PalabrasWhere stories live. Discover now