9. Cita doble

817 50 6
                                    

Me desperté en mi habitación. Estaba prácticamente ocupando toda la cama, y Bea estaba en una esquina.

Pobrecita. La advertí de que yo me movía mucho.

Por suerte, las persianas no estaban abiertas del todo, así me era mas fácil levantarme.

Di varios toques en el hombro de Bea, pero no se despertaba.

Idiota.

—¡Bea!— esta abrió los ojos de par en par. Pero me fulminó con la mirada al ver que sólo era yo.

—¿Que coño quieres, Teresa?— Vaya, que humorcito.

—Levántate, son las 12:34.—

Me miró y se tapó la cara con la almohada. Emitió un leve gruñido y dijo:

—Esta bien.

Bajamos a desayunar y estuvimos hablando un rato. Era sábado y por suerte no teníamos ningún examen la semana siguiente, por lo que podíamos estar tranquilas.

—¿Quieres que llamemos a Carlos?— Bea me miró esperanzada. Carlos me caía bien, pero no me apetecía estar de más. Sentía que iba a sobrar en cuanto estos se juntaran.

Me mordí el labio.

—No creo que deba ir. Vete tu con él.

Bea frunció el ceño.

—Llamaré a Jefferson entonces.

La miré alarmada. No quería quedar con Thomas.

—No, no lo llames.

Intenté arrebatarle el teléfono, pero Bea era rápida y no lo permitió.

—De acuerdo, no lo llamaré.

En ese momento me sentí tremendamente aliviada. Thomas aprovechaba cada situación para besarme, y yo tampoco es que disfrutara tener que rechazarle. Básicamente porque un día de estos no lo iba a hacer. Estaba convencida.

—Le mandaré un mensaje.

Mis ojos se salían de las órbitas, pero no pude decir nada cuando Bea volvió a hablar.

—Y, enviado.

—Yo te mato. ¡¿Que le has dicho?!

Bea emitió un sonido mostrando que estaba irritada.

—Solo le he dicho que Carlos y yo íbamos a salir, y para que tú no te quedases al margen, que viniese. ¡Y así, tendríamos una cita doble! ¿Soy, o no soy genial?

Traté de calmarme. 1...2...3...4...5...6...7... a la mierda.

¿Donde está esa traidora? Justo después de darme tan maravillosa noticia supo que debía correr. La muy guarra se había escondido por mi casa. Llevaba 10 minutos buscándola y no daba con ella.

—¡Bea!

Subí a mi habitación. Ya había buscado varias veces ahí pero no me quedaba otra. Nada. No estaba.

Justo cuando salí de mi habitación la puerta del armario de la habitación de mi hermana se movió.

Entrecerré los ojos. Mi hermana estaba en el suelo de su habitación jugando con sus muñecas barbies.

—Claudia.

La pequeña de ojos azules me miró.

—¿Has visto a Bea por aquí?

Mi hermana echó un rápido vistazo al armario, casi imperceptible.

—No, ¿por que?

Pequeña mentirosa.

A grandes zancadas me dirigí al armario, lo abrí y allí estaba Bea. Esta me sonrió dulcemente.

—Hola— su sonrisa se hizo mas amplia.

Después de todo, el mensaje ya se había enviado y Thomas había dicho que iría. Maldita mi suerte.

Nos vestimos y maquillamos. Hacía calor, por lo que las dos optamos por llevar una falda y un top corto.

Bea eligió un top floral de palabra de honor y una falda turquesa. Yo en cambió me decanté por un top de manga corta blanco y una falda floral.

Nos dirigimos al parque donde habíamos quedado. Para cuando llegamos ellos ya estaban allí.

Me pusé nerviosa a cada paso que daba, y pude notar que Bea también.

Creo que nunca nos habían visto con una falda o con un top. Había que admitirlo. Estábamos guapísimas.

Los chicos nos miraron y casi se les cae la baba. Me habría gustado grabar ese momento. No podía evitar pensar si a Thomas le gustaría. Era ridículo. Pero así me sentía.

Decidí romper el silencio ya que parecía que nos iban a violar en medio del parque.

—Se os va a caer la baba.— No pude evitar sentirme superior al ver que Thomas bajaba la mirada avergonzado.

Habíamos decidido ir a cenar a un restaurante. Italiano para concretar.

—Nos cogeremos una pizza de bacon, jamón York y queso gorgonzola.

—Como me conoces.

—Son bastante grandes las pizzas aquí—dijo Carlos —¿estais seguras de que podréis comeros la pizza entre las dos?

Bea y yo nos miramos extrañadas.

—¿Como que entre las dos?— al instante entendí todo. —Cada una nos vamos a pedir una pizza de bacon, jamón York y queso gorgonzola.

Shown y Jefferson nos miraron atónitos. Bea y yo nos miramos y empezamos a reírnos a carcajadas. ¡Estos se pensaban que íbamos a compartir una pizza! Todo lo contrario, íbamos a pedirnos una cada una.

Estuvimos hablando y la verdad es que nos lo pasamos muy bien.

Después de cenar fuimos al parque donde nos habíamos reunido al principio para dar un paseo.

Bea y Carlos iban delante, acaramelados. Agarrados y de vez en cuando se daban pequeños besos.

Yo iba atrás con Thomas, al principio todo era muy incómodo.

—¿Sabes que? Nunca había quedado con una chica para cenar. Salvo contigo.

—¿Debo sentirme afortunada?—Esperaba que se entendiera el sarcasmo que había en mi voz.

Thomas me agarró el brazo y me giró de modo que tenía que mirarle.

—¿Por que sigues haciéndote la difícil? No te va a funcionar Teresa.

Fruncí el ceño y mi ira incrementó.

—No me hago la difícil, no quiero tener nada contigo.

Pareció dolido por mis palabras. Pero sólo por un momento.

—¿Estás segura?

—Completamente.

Pero en cuanto terminé de decirlo sus labios chocaron con los míos. No me había dado tiempo ni de apartarme. Sus labios eran suaves y dulces. Su mano, que antes se encontraba en mi nuca, bajo. Tenía ambas manos descansando en mi cintura.

Coloqué mis brazos alrededor de su cuello. Su lengua jugueteaba con la mía. Estaba perdida si se trataba de él.

Sus manos empezaron a bajar lentamente, y esto ya sabía por donde iba. Y se como acabó la última vez.

Me separé bruscamente de él y le fulminé con la mirada.

El parecía sorprendido y algo aturdido.

—No voy a acostarme contigo.

Y con esas me fui, dejándolo pasmado en medio del parque.

Me rompiste el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora