El odioso despertador emitió su particular e irritante sonido, sobresaltándome.
Todavía seguía vestida, con los libros de biologia en mis piernas cruzadas.
Sólo recuerdo que estaba estudiando, y la última vez que miré el reloj eran las 3:47 de la mañana.
Por suerte me sabía el temario entero bastante bien.
Me levanté de la cama perezosa y me fui a dar una ducha. Normalmente, me suelo duchar por la noche, pero no me dio tiempo, y además, necesitaba despejarme.
Me despojé de la ropa y me metí en la ducha mientras dejaba que el agua caliente me despertara un poco.
Recordé la conversación que mantuvimos Thomas y yo la noche anterior y me estremecí.
A pesar de que empezar a aceptarle era parte del plan, no podía evitar sentir algo cuando estuvimos hablando. Y eso era malo. Muy malo.
Me estaba demorando demasiado en la ducha por lo que salí y me envolví el cuerpo con una toalla blanca.
Después de vestirme y desayunar, me fui al infierno llamado instituto.
Al llegar vi a Bea y a Carlos agarrados, el brazo de este pasaba por los hombros de mi amiga y el de ella, pasaba por la cintura de este.
Les miré con una cara pervertida.
- Vosotros dos, ¿por que estáis tan acaramelados?
Estos se abrazaron aun mas y me dieron una mirada sonriente.
- Somos novios - dijo Bea.
Al instante chillé de la emoción.
- ¡Me alegro muchísimo por vosotros chicos! Pero Carlos - dije señalándole con el dedo y entrecerrando los ojos - como le hagas daño, vas a saber lo que es una patada en los huevos.
Este puso cara de horror, y se tapó sus partes con las manos.
- No gracias, nunca me la han dado y no me apetece que me la den ahora.
Reímos y entramos al instituto.
Por fin, después de sobrevivir a todas las clases aburridas y al examen de biología, salimos del instituto.
- ¡Teresa!
No hacía falta ser un genio para saber quién era.
- ¿Que?
- Tenemos que ir a limpiar.
Emití un quejido sonoro realmente frustrada.
- Esta bien.
Busqué en mis bolsillos pero no noté el bulto donde debería estar mi móvil.
- Mierda.
- ¿Que pasa? - dijo frunciendo el ceño.
- Tengo que ir a casa, se me ha olvidado el móvil, y tengo que avisar a mi madre de que me quedaré aquí.
- Te acompaño - dijo mientras se metía las manos en los bolsillos.
- Ni hablar.
- ¿Por que no? - dijo haciendo su puchero habitual.
- Porque no.
- Pues voy a ir, me da igual lo que digas - dijo mientras se cruzaba de brazos.
Puse los ojos en blanco, este tío era muy pesado y me sacaba de mis casillas.
- Haz lo que te de la gana - dije mientras me echaba a andar.
No hacía falta girarme a mirarlo para saber que tenía una sonrisa triunfante.
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Me rompiste el corazón
Romance- ¡Me has roto el corazón! - grité entre lágrimas. - Tú te lo has roto a ti misma - dijo él con su indiferencia - por esperar algo que sabías que no te podía dar. - Vas a pagar por lo que has hecho - le dije secándome la última lágrima. - Te esperar...