5. No me avergüences, ¿acepto? y la regla más importante

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El odioso despertador emitió su particular e irritante sonido, sobresaltándome.

Todavía seguía vestida, con los libros de biologia en mis piernas cruzadas.

Sólo recuerdo que estaba estudiando, y la última vez que miré el reloj eran las 3:47 de la mañana.

Por suerte me sabía el temario entero bastante bien.

Me levanté de la cama perezosa y me fui a dar una ducha. Normalmente, me suelo duchar por la noche, pero no me dio tiempo, y además, necesitaba despejarme.

Me despojé de la ropa y me metí en la ducha mientras dejaba que el agua caliente me despertara un poco.

Recordé la conversación que mantuvimos Thomas y yo la noche anterior y me estremecí.

A pesar de que empezar a aceptarle era parte del plan, no podía evitar sentir algo cuando estuvimos hablando. Y eso era malo. Muy malo.

Me estaba demorando demasiado en la ducha por lo que salí y me envolví el cuerpo con una toalla blanca.

Después de vestirme y desayunar, me fui al infierno llamado instituto.

Al llegar vi a Bea y a Carlos agarrados, el brazo de este pasaba por los hombros de mi amiga y el de ella, pasaba por la cintura de este.

Les miré con una cara pervertida.

- Vosotros dos, ¿por que estáis tan acaramelados?

Estos se abrazaron aun mas y me dieron una mirada sonriente.

- Somos novios - dijo Bea.

Al instante chillé de la emoción.

- ¡Me alegro muchísimo por vosotros chicos! Pero Carlos - dije señalándole con el dedo y entrecerrando los ojos - como le hagas daño, vas a saber lo que es una patada en los huevos.

Este puso cara de horror, y se tapó sus partes con las manos.

- No gracias, nunca me la han dado y no me apetece que me la den ahora.

Reímos y entramos al instituto.

Por fin, después de sobrevivir a todas las clases aburridas y al examen de biología, salimos del instituto.

- ¡Teresa!

No hacía falta ser un genio para saber quién era.

- ¿Que?

- Tenemos que ir a limpiar.

Emití un quejido sonoro realmente frustrada.

- Esta bien.

Busqué en mis bolsillos pero no noté el bulto donde debería estar mi móvil.

- Mierda.

-  ¿Que pasa? - dijo frunciendo el ceño.

- Tengo que ir a casa, se me ha olvidado el móvil, y tengo que avisar a mi madre de que me quedaré aquí.

- Te acompaño - dijo mientras se metía las manos en los bolsillos.

- Ni hablar.

- ¿Por que no? - dijo haciendo su puchero habitual.

- Porque no.

- Pues voy a ir, me da igual lo que digas - dijo mientras se cruzaba de brazos.

Puse los ojos en blanco, este tío era muy pesado y me sacaba de mis casillas.

- Haz lo que te de la gana - dije mientras me echaba a andar.

No hacía falta girarme a mirarlo para saber que tenía una sonrisa triunfante.

Me rompiste el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora