Capítulo uno: Parte 3

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Todo parece como si el tiempo fuera más lento pero en verdad todo pasa más rápido. Sin más la rama cae lentamente, y yo corro ladera arriba, atacando con ráfagas de fuego a la Dixele que va tras Izak.

La Dixele manda una ráfaga enorme de fuego verde, la traspasa volando y al instante le lanza bolas de fuego continuas a Izak. Él corre ladera abajo, esquiva una de las bolas y su cuerpo cae contra el suelo y al instante comienza a rodar sin parar, mientras el ave lo alcanza con rapidez y le lanza una bola de fuego, que está a cuatro, tres... dos, pasos de Izak. Y mi corazón da un vuelco.

Izak deja de rodar, aferrando una de sus manos contra la tierra, y en suelo lanza una ráfaga de fuego azul cuando la bola está a solo un paso de distancia, evaporándose al contacto.

Se encuentra quieta, volando en un solo punto. Izak le lanza el escudo de fuego azul y corre en zigzag entre los troncos de los árboles, ladera arriba. El ave retrocede y al ser atrapada por el fuego aletea sus alas con violencia y se apoya sus patas en el suelo.

El ave ahora tiene fija sus ojos negros en mí, y sin pensarlo se me tira volando. Puedo ver su vientre, una mezcla de plumaje blanco con tintes rojos y como sus garras negras y afiladas están cada vez más cerca. Me escapo metiéndome entre sus patas y corro ladera abajo con una ráfaga de fuego que va detrás de mí, la esquivo colocándome detrás de un tronco.

Izak se encuentra unido a un árbol como si fueran uno solo. Y el ave retrocede unos pasos y lanza un chichado acompañado por una ráfaga de fuego verde, como un enorme sable que traspasa todos los troncos que se encuentra en su camino, cayendo uno tras de otra. Uno tras de otro y el siguiente es el de Izak. —¡Corre! —grito con todas mis fuerzas, corriendo a donde él.

Un tronco grueso se desprende y lo esquivo cayendo para atrás. Me levanto violentamente pero mis pies me fallan y me quedo quieto después de unos pasos, observando lo que sucede. Un enorme círculo de fuego rodea a Izak, que se encuentra pálido, tirado en el suelo y se apoya sobre sus manos alejándose con lentitud. El ave manda chillidos que me hacen vibrar hasta los huesos, y las plumas rojas incandescentes se alzan como una serpiente coral.

Era tan idéntico como cuando cazamos, solo que esta vez la presa había cambiado. Izak ya no es el cazador, es una presa indefensa, dentro de una muralla de fuego. No sé por qué, pero me siento como un conejo que vio ser cazado uno de los suyos; el conejo que está dentro de mi mochila. ­—No —murmuro y sin saber porque me acuclillo y toco el suelo, me alzo con las manos estiradas y salto.

El suelo se levanta como una honda de agua, llevándose todo a su paso. El ave se lanza volando y mostrando sus pulidas garras negras hacia Izak.

El bosque solo da vueltas. Los arboles solo se ven como manchas verdes en medio de una opaca neblina café, y mis oídos solo escuchan un pito ensordecedor. Estoy acostado en el suelo.

Me levanto con lentitud, mis pies se tambalean y caigo arrodillado en la tierra.

—Izak —grito o eso creo. —Izak donde estas —repito varias veces. Una energía fría me recorre el cuerpo.

Me apoyo contra un tronco áspero, y al apoyar mis manos, un dolor traspasa mis huesos como si las tuviera en fuego vivo. Apoyo mis pies contra el suelo y con fuerza doy mis primeros pasos.

Todo toma claridad. El suelo está cubierto de troncos partidos y la neblina café es una mezcla de humo; de los ramas chamuscadas y..., —Y tierra que cae del cielo—.

—Siempre lo creí y es verdad —Suelto un suspiro al escuchar su voz detrás de mí, y doy medio giro. Izak me mira desde los pies a la cabeza y está caminando entre una abertura a varias pasos de ancho. Y el ave está enterrada en un cumulo de tierra al final de la abertura.

Camino entre la abertura y cuando estoy lo bastante cerca para ver su cara, paro. Su rostro esta embarrado y algo ensangrentado, pero lo más sorprendente es la manera como me mira; como si observara un parto de un animal desconocido.

—¿Qué te pasa? —digo

—Siempre lo supe... o bueno lo suponía —dice él, ladeando la cabeza como la Dixele que hace poco tiempo nos quería matar.

—El golpe te atrofio la cabeza.

—tu hiciste esto, ¿cierto? —pregunta, mostrándome con las manos la larga abertura del suelo. Tenso mi cara y esquivo su mirada, dejando la pregunta en el aire. —Bueno no contestas, es algo confuso, pero... —hace una pausa y un sonido de sorpresa —manejas los cuatro elementos... Eres un Aseret...

—No soy un Aseret —lo interrumpo —larguémonos de acá—.

Lo tomo del hombro con fuerza y mi mano se resbala quedando totalmente ensangrentada. El sudor me baja de la frente y trato de estar menos tenso y evitar mirar a su brazo, pero están inútil que Izak deja salir una leve sonrisa.

—Esto... no es nada Y si tienes razón, mejor vámonos —ya dice mostrando su sonrisa burlona; que es alzando una ceja y el labio derecho —Por qué no me ayudas a pagar las llamas del suelo —dice. Fijo la mirada en él. Y él muestra una pequeña sonrisa. Es como cuando uno de los dos bosteza, el otro lo sigue y así, es un bostezo tras de otro, hasta que nos quedamos dormido. Giro bruscamente y dejo salir una leve sonrisa aunque solo los árboles o lo que queda de los árboles, ven mi expresión.

—¿qué crees que fue eso... lo de la tierra?

—Un temblor o algo así... no se —respondo y comienzo atraer el fuego extinguiéndose en el camino.

Atraigo la última llama, la sostengo en mi mano y la soplo cuando queda del tamaño de una piedrita. —vámonos, ya está —digo.

—Todavía no, falta esa —dice el señalando al sol. Finjo una falsa sonrisa y coloco una cara sin expresión, pero una luz dorada se me refleja en los ojos y extingo mi sonrisa.

—Es cierto. El sol está conformado por hidrogeno, helio y oxígeno, que son los elementos que manipulamos, con pulsos electromagnéticos. Algunos lo llaman la gran llama —hace un breve silencio y me mira —te aburro —se queda en silencio y continua —creo que fue un temblor localizado.

—No sé, el genio eres tú —contesto fríamente y me alejo de él hasta la fuente de la brillante luz. En el piso debajo de una rama chamuscada, hay una tarjeta dorada, la tomo y no es necesaria leerla, el símbolo de la provincia y el nombre de Izak eran suficientes.

Mi cara arde y las piernas se me tensan. Respiro lentamente cerrando los ojos, pero las palabras de Izak tratando de sacarme lo que quería escuchar me coloca rígido el cuerpo.

—Fue un temblor muy localizado casi exacto para salvarme la vi... —dice.

—No sé —contesto irritado —o sabes si sé, no soy un Fogar como tú, hace días sé que manejo la tierra, pero todos podemos tener secretos... Hasta tú.

Izak se queda quieto y esta vez soy yo el que lo mira fijamente y continúo sin respirar. —Pensé que teníamos una promesa, no recibir nada de esta... maldita provincia, que todo lo que consiguiéramos era solo con nuestro propio esfuerzo, que no íbamos hacer fichas de los brujos.

—Arapk —dice con una voz calmada dejando la palabra en el aire. Su silenció acompañado por los molestos chichados de las aves, me enoja más. Él siempre tiene una respuesta y ahora no abre la boca ni para contarme sobre el clima.

—Por seguridad creo que es mejor que bajemos por separado —responde al fin.

Abro mi puño y el papel cae lentamente al piso.

Bajo la ladera con violencia, chamuscando a todo lo que se me atraviesa en el camino, como los brazos de los árboles o las hojas cortantes. Al llegar a la pradera, mi cuerpo se paraliza. No tengo Asaret apuntándome con armas, sino que en medio del Minministerio y el cielo azul claro, está levitando un círculo macizo de color negro, con líneas doradas que forman el espiral de los brujos... Y eso solo significa una cosa es la elección de los elegidos.




ESPERO QUE LES AYA GUSTADO ESTE NUEVO CAPITULO, NO OLVIDEN COMENTAR, O DAR SU CRITICA SOBRE LA HISTORIA. NO SE LES OLVIDE EL VOTO Y/O RECOMENDARLO SE LOS AGRADECERIA.

NO A LOS LECTORES FANTASMAS.

ÁRAPK #Detras de camera y escenas borradas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora