Solo eran 12 chicos, completamente normales, con problemas normales.
Jamás pensaron que esto les sucedería, de una manera tan repentina, extraña y misteriosa.
Fueron elegidos, desde su nacimiento a cada uno se le otorgó un don, después desarrollaron...
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El chico de cabellos castaños estaba sentado en la sala de espera mientras jugaba con sus manos, sus delgados -pero algo torpes- dedos se movían con nerviosismo unos sobre otros.
-Eh, basta, me pones nerviosa.-Le reprendió la chica que estaba sentada junto a el.
-Perdona, es solo que me preocupé.-Explicó el chico sonriendo suavemente.-Iré a caminar...
-No te metas en problemas.-Le advirtió la chica con una mirada algo dura.
El chico sonrió suavemente de nuevo y asintió girándose para caminar por uno de los solitarios pasillos de la enorme construcción.
De vez en cuando era regañado por los empleados del lugar, diciéndole que no debería estar rondando por ahí solo y sin autorización, pero, simplemente no le importaba, realmente ya estaba acostumbrado.
Algo que llamó su atención fueron unos gritos femeninos, no eran gritos de miedo o sufrimiento, eran gritos de protesta por lo que decidió averiguar lo que sucedía.
Comenzó a caminar por los pasillos siguiendo los gritos, que cada vez eran más fuertes y llenos de furia.
-¡Saquenme de aquí!.-Gritaba aquella chica.-¡Esto es Secuestro!
Por fin encontró el lugar de donde venían los gritos, era solo un pasillo blanco como todos los demás, pero había un cristal, algo así como un vidrio que daba a una habitación. Dentro de ella se encontraba una chica de cabellos castaños que golpeaba, arañaba y pateaba las paredes.
-¡No soy estúpida!.-Gritó la chica mirando al cristal, o algo así.-¡Se que es un maldito vidrio unilateral!
El chico sólo se quedo ahí, mirándola, mientras la chica gritaba y pateaba los muebles.
-¡Yo no quiero estar aquí!.-Gritó ella con una desesperación que desgarraba su garganta mientras se agarraba la cabeza y las lágrimas bajaban por sus mejillas,
-Nadie quiere.-Dijo el chico y de inmediato la chica miro nuevamente el cristal, esta vez, mirando los ojos del chico.
