Capítulo Uno

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La Fiesta

Llegué a mi apartamento a eso se las 8 p.m, la hora a la cual solía llegar normalmente, abrí la puerta y al instante mi pequeño mono Mike saltó a mis brazos, sonreí por su efusivo recibimiento y lo cargué en brazos. El sonido proveniente de la sala de estar captó mi atención y me dirigí hasta allí.

—¿Bijin? —me llamó la áspera voz de Daiki, era común que estuviera en mi casa, a pesar de que su departamento estaba a un par del mío; solté a Mike y me senté junto a Daiki, besé su mejilla y él me cobijó bajo sus brazos— ¿Qué tal estuvo el trabajo? Creo que iré a darme una ducha...

—¿Necesitas compañía, bijin? —Dijo poniendo un cigarrillo entre sus labios y con esa mirada coqueta que él tenía, sonreí divertida.

—Tal vez después, Daiki... —Musité y me dirigí hacia el baño, me desvestí y entré a la ducha, dejando que el agua caliente se llevara todos mis pesares... Este era un día difícil para mí en muchos sentidos, había sido el día que había llegado a Inglaterra y por consecuente me traía muchos recuerdos de mi niñez, cosas que descubrí de mi pasado que son realmente aterradores para una niña de diez años...

Intenté apartar esos pensamientos, no quería estar con esta actitud fúnebre por más tiempo, esta no era yo... Salí de la ducha envolviendo mi corto cabello en una toalla y colocándome una bata, sonreí al ver que el espejo del baño había terminado completamente empañado, adoraba escribir en el vidrio empañado y recordando algunas palabras de una canción las escribí. Mi actitud infantil se vio interrumpida por unos golpes en la puerta.

—¡Saldré enseguida! —Grité.

—Noodle... —Dijo Daiki despacio al otro lado de la puerta— Tu padre llamó...

¿Mi padre...? Me quedé paralizada viendo como las pequeñas gotas de agua en el vidrio iban acercándose a la orilla... Mi padre nunca estaba en contacto conmigo, hace meses si no es que un año que no recibía noticias sobre él y mucho menos en un día como este. Abrí la puerta del baño y vi a Daiki parado al frente de mí con sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón.

—¿Dónde está el teléfono? —Comencé a desesperarme, no sabía si estaba emocionada o enojada por el hecho de que mi papá decidía llamarme cada mil años.

—Bijin... Él ya colgó... Fue solo una llamada breve, él quería saber si estabas bien.

—¿Qué? ¡Daiki por qué no me lo dijiste! —Le recriminé molesta.— ¡Sabes que nunca me llama, ni siquiera manda mensajes o cartas!

—¡Estabas en la ducha! ¿Cómo diablos ibas a atender el teléfono allí? —Contestó Daiki un poco molesto. No contesté, estaba furiosa... Definitivamente este día no podía ir peor.

—Será mejor que te vayas, Daiki... —Dije al fin después de varios minutos sin mirarlo y con los brazos cruzados.

—Bijin... No es para tanto... —Musitó acariciando mi mejilla.

—Sabes lo importante que una llamada de él es para mí, Daiki. —Lo miré con los ojos cristalizados, pero no iba a llorar.

—Bien. —Resopló y sin decir más tomó su chaqueta y salió por la puerta.

Daiki sabía lo importante que una llamada de mi papá era, sabía lo mucho que me enfurecía y entristecía que no llamará frecuentemente y aún así no le importó, aunque quizás había sido demasiado dura con él... Suspiré tumbándome sobre la cama de habitación, aún estaba en toalla y toda la frustración que el agua caliente se había llegado volvió a mí en un minuto; cerré los ojos intentando dejar de pensar en la situación.

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