Ж Copos de cristal Ж

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Copo nueve [extra]: Problemas de niños.

Después del emotivo encuentro donde todos terminamos llorando y helados por el frío que entre Jack y yo armamos, decidimos entrar a la casa de la familia. Era exactamente igual a lo que yo recordaba, la misma bandera de Arendelle sobre la chimenea, el reloj de péndulo, la mesa quien contempló -o, mejor dicho, contemplaría- ciertas cosas que era mejor no recordar, la chimenea y aquella puerta que conectaba a la cocina. Parecía que fuera ayer cuando Jack iba de allá para acá calentando y lavando los biberones que usaba mi lindo sobrino Elric. Reí por lo bajo cuando recordé aquella aventura, aventura que había acabado en una de las noches más apasionadas que jamás había experimentado. En el entorno se sentía ese aura de hogar, el olor a comida recién hechas se apreciaba en todo el ambiente, el calor que desprendía de la chimenea era realmente extraño. Hace tanto no sentía lo que era el calor. Aquella sensación me erizó toda, años sin experimentar aquel sentimiento de calidez me había afectado, y para mal. El calor no era de mi agrado. Y por la expresión que tenía Jack, tampoco para él.

Me senté en una de las sillas que esperaba no fuera donde Jack y yo hicimos "ciertas cosas", Anna se sentó junto a mi apropiándose de mi brazo izquierdo, Kristoff estaba a su lado con esa sonrisa bonachona que llevaba siempre. Jack se sentó a mi lado derecho, su madre, cuyo nombre era Leia, se sentó junto a él seguida de su hermanita pequeña llamada Iris, que ya no era tan pequeña, incluso, superaba a mi joven muchacho en estatura. Todos nos observaban con sonrisas, en un reflejo, Jack me sonrió y yo le devolví el gesto. Nos perdimos el uno en el otro. Los ojos brillantes azules de Jack me hechizaron por completo, sentí el frío en mis mejillas -señal de que quería tocar esa parte-, el mundo dejó de existir de nuevo, sólo estábamos nosotros dos. ¿Cómo rayos hacía Jack eso? Tantos años compartiendo a su lado y aún me sentía como en el primer siglo a su lado. Miré sus labios que ahora eran más morenos que de costumbre, pero eso no me evitó que deseara probarlos. Observé su rostro detenidamente, podía ver que tenía unas cuantas pecas que se me hicieron realmente lindas, al parecer logró leer mis pensamientos porque se sonrojó al instante. Nuestras miradas se buscaban y jugaban entre sí, y podríamos haber estado así por horas sino fuera porque Anna habló y nos interrumpió.

- Elsa, ¿cómo estás, cómo está todo en el reino? - Interrogó mi hermana. Un vacío se apoderó de mi junto con un golpe de realidad.

- Yo me encuentro de maravilla, pero el reino... - Agaché la cabeza y sentí la mano de Jack en mi hombro, él había visto como había quedado mi hogar, y también tenía conocimiento de lo importante que era para mí el reino que gobernaba. - El reino está parcialmente destruido... Las calles están llenas de cadáveres y el palacio hecho añicos. Hans acabó con todo. Logré ganarle con ayuda de Ja... - Iba a decir el nombre de mi amado, pero supuse que no era lo correcto. - Logré ganar con ayuda de este joven, posee poderes similares a los míos. Y no es todo. Me salvó la vida.

- ¿Mi hijo hizo eso, su majestad? - Quiso saber la madre de Jack.

- Por supuesto. Su hijo me rescató cuando el filo de la cuchilla estaba a punto de caer sobre mi cuello. Le agradezco de corazón eso. - Hice una pausa y miré a mi lindo castaño. - Por eso, les ofrezco vivir en el palacio. Es mi forma de agradecerles.

- ¿Eh? Pero... Mi Reina de las Nie...- Fruncí el ceño, si me llamaba con el nombre que siempre lo hacía, tendríamos que explicar ciertas cosas que no tenía ganas de decir. Sobre todo. Porque no eran creíbles. - Digo, Reina Elsa. Eso es demasiado para nosotros...

Le di una pequeña patada por debajo de la mesa, ¿es qué era idiota? Oh, espera, sí, sí lo era. Si Jack vivía conmigo en el castillo, tendríamos más tiempo de estar juntos, además, me encanta la idea de que su familia viviese en el palacio con todos nosotros, después de todo, Jack y yo éramos esposos a los ojos de Hombre de la Luna y de Mamá Naturaleza, era normal que amaba familiar estuvieran juntas, ¿no? Vi como los ojos de la madre de mi castaño se ponía en blanco y el color que tenía en las mejillas desaparecía.

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