[TREINTA Y CUATRO]

Start from the beginning
                                    

Lo vi tamborilear los dedos sobre el volante y me pareció que lucía nervioso.

—Al parecer tenía depresión —continuó—. Me contó algunos de los temas que trata con su doctor... —Me miró por el rabillo de su ojo y volvió a concentrarse en la calle—, y unos de ellos me hicieron pensar en ti. No estoy diciendo que sufras lo mismo, pero no pierdes nada hablando con uno. Quiero ayudarte, Kea, pero hay ciertas cosas que están fuera de mi alcance. Hay cosas que no sé hacer o manejar... y necesitas a alguien mejor preparado.

Estiró su mano sobre el espacio que separaba nuestros asientos y entrelazó sus dedos con los míos antes de elevar mi mano y presionar un beso en el dorso, todo esto sin despegar la vista del camino.

—Te amo, Kealani. Por eso quiero lo mejor para ti.

Dos días después de eso se fue a la universidad y yo me quedé ahí pensando en sus palabras. Y aunque lo extraño como loca, en cierta manera me alegra que no esté aquí presionándome, exigiendo más de lo que puedo dar. Él siempre me empuja hasta el borde de mi aguante, pone a prueba mis límites. Me presiona y no me deja huir con cobardía cuando todo se vuelve demasiado intenso o intimo para mí. Y le agradezco eso. A pesar de que sería mucho más fácil para él solo rendirse conmigo, no lo hace. Está ahí para mí y me lo recuerda a cada instante.

Fidel es todo. Mi apoyo, mi compañero, mi mejor amigo. Es el chico al que amo y yo soy una maldita suertuda porque él me ama de vuelta. Me tiene paciencia, trata de comprenderme, de ayudarme... y yo trato de agradecerle y devolverle todo aquello que hace por mí. Yo trato de abrirme y él me escucha con calma, atención y cariño.

Hay personas maravillosas que llegan a tu vida como una luz. Cuando estás acostumbrada a vivir en la sombra, es algo apabullante y aterrador que llegue alguien y pueda ver con claridad todos tus defectos, imperfecciones y detalles que has ocultado por tanto tiempo del mundo. Es aún más enloquecedor cuando esa persona no se va. Cuando está ahí, incondicional, y te tiende la mano con la intención de ayudarte a salir de la penumbra.

Yo soy de las personas que no aceptan tan bien la ayuda. Soy egoísta, cerrada, terca y una cobarde total. Pero estoy aprendiendo a aceptar poco a poco que Fidel no se irá. Él no va a fingir que estoy bien porque es más fácil para mí simular eso. Él va a presionar mis límites y estará ahí para sostenerme si es demasiado y termino derrumbándome. Es por eso que confío ciegamente en él. Es por eso que no quiero decepcionarlo. Es por eso por lo que estoy dispuesta a recibir su ayuda y cualquier otra que crea necesaria. Es por eso que hoy estoy aquí, de pie frente al que sigue siendo su hogar.

—Kea, hola —saluda su madre al verme. Está sonriendo y parece tan sincera que no puedo evitar devolverle el gesto.

—Hola, Paty. ¿Cómo está?

—Bien, gracias. —Su sonrisa vacila un poco al percatarse de mi nerviosismo y abre la puerta de su casa un poco más—. ¿Quieres pasar?

Doy un paso hacia adelante y mi adentro en el lugar.

—Fidel no me dijo que vendría este fin de semana. No ha llegado todavía —expresa confundida. Sacudo la cabeza y comienzo a armarme de valor. Tomo una gran respiración y dejo a mis ojos vagar por la sala que ya es tan familiar para mí.

—No, no viene —digo en voz baja—. De hecho vengo para ver si puedo hablar con usted. —Mi voz termina siendo un susurro y dudo mucho de que me haya oído, pero entonces sus ojos brillan y su sonrisa vuelve.

—Por supuesto. —La ternura con la que pronuncia aquellas dos palabras hacen que me recorra un escalofrío. Señala al comedor con una inclinación de su cabeza y comienza a caminar hacia allá indicándome que la siga—. Fidel me dijo que era probable que vinieras, solo que no suponía que sería tan rápido.

Besos que curan [ADL #2] ✔Where stories live. Discover now