La Biografía de un Lagarto

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¿Cómo enciendo esta grabadora?

*profundo silencio*

Mi nombre es Russo, igual que El Jefe. Nací en las alcantarillas bajo un puesto de algodón de azúcar, podía verlo todo del otro lado de la rendija. ¿Era mucho pedir un puesto de grillos? Me alimenté de toda esa basura dulce hasta que un día el anciano que los vendía simplemente desapareció. Cómo odié ser el único subnormal que le echó de menos. Solíamos ser dos perdedores y ahora... ya no se sentía seguro vivir en la oscuridad de los túneles. Me sentí ofendido, estaba asustado, así que subí a la superficie. Debo decir... que el calor del sol no fue para nada reconfortante *corto silencio* y los humanos pueden ser muy hirientes y brutos. 

La peor época de los rastreros como yo se vive a diario: es superficial, es maligno, perfora profundo, corrompe mentes y tu espíritu es aplastado. Antes solía creer que todo era culpa mía, después los culpe a todos por sentirme tan reducido. Lo sé soy pequeño y muy liviano, pero si me dejaras caer de tus brazos mi estomago podría estallar del golpazo que me daré contra el suelo. Duele muchísimo... al final, ya no tenía sentido culpar a alguien de mi sufrimiento. No es como si los humanos pequeños pudieran comprenderlo, pero de los adultos... no podía creerlo. Así que hice lo que las ratas y me aleje de todos. Custodié mi alma, es como debe ser. 

Los humanos nos temen por nuestros escalofriantes ojos, nos desprecian por la forma grotesca de nuestra piel y se retuercen al ver la extensión de nuestras colas. Yo... no escogí nacer dentro de una mal oliente alcantarilla, no elegí ser lo que soy... tampoco pedí que el viejo desapareciera aunque me disgustara el horrible sabor del algodón de azúcar. Sumiso en la oscuridad de las alcantarillas, solía pensar que no era feliz pero apreciaba lo poco que tenía para vivir: desperdicios, azúcar y un anciano a quien creían chiflado porque susurraba para mí.

Desde un principio supe que era diferente de los cachorros, a casi todo el mundo les gusta. Pero en mi inconformidad me di cuenta de algo muy interesante y es que los reptiles no somos muy diferentes de los policías. Los humanos creen que son invencibles y los someten al peligro para salvar sus vidas. Los llaman cuando están en peligro o incluso cuando el peligro ya pasó pero trae repercusiones. No pueden usar armas para defenderse, no es legal, por eso Dios los ha creado a ellos... como a mí. Mi aspecto es mi mejor arma. Pero así como ellos nos ven, olvidan que también poseemos un corazón y no somos inmortales, y yo... no soy para nada poderoso. 

A veces llegamos a un punto tope de nuestras vidas y es cuando nos damos cuenta de que el celebrar el año nuevo ya no nos traerá un nuevo comienzo. Yo decidí comenzar de cero en agosto. Me convertí en policía. Bueno, tengo un pequeño gorro policía. El sujeto que me dio de su rosquilla decidió ser mi jefe y consiguió uno pequeño para mi. 

Al principio me pareció muy absurdo pero en serio estaba pasando luego de vigilarlos muy de lejos. El muchacho es un tipo justo y lucha contra otros humanos sin abusar de su poder. Eso me gusta. No tiene esposa así que cuido de él lo mejor que puedo, inclusive adjunté algunas verduras a mi azucarada dieta, por su bien. También por el mío ya que tiene una pequeña hija hiperactiva y enloquece cuando come demasiado azúcar. No la soporto. Su nombre es Jazmín y es encantadora, una gema preciosa pero... joder, ahí viene a revolver mi estómago, otra vez... 

−  ¡Ruuusso! ¡Ruuusso! ¡Ruuuusso!  oh... ¿qué es esto? *ruido de traqueteo* ¡Hola! Yo soy Jazmín y él eeeees Russo y... uhm... *corto silencio* ¡Papáaaaa, Russo volvió a quedarse dormido! *constante ruido de pisadas* ¡Papá, papá...!

− Ahora no, hija, papá está muy ocupado. ¿Puedes pasarme esos papales?, gracias.

− ¡Pero papá, mira, mira, Russo está dormido!

− Que bueno, está dormido... espera, ¿quien está dormido? 

− ¡¡Russo!!

− ¿Qué...?

− Mira, no se mueve... 

− *profundo suspiro* Te dije que no lo agitarás demasiado. Seguro lo aburriste y se durmió.

− ¡Pero yo no lo agité, yo no lo agité!

− Estás agitándolo precisamente ahora. Déjalo descansar un poco, despertará más tarde... si no está muerto. 

− ¿Que hago con esto? 

− ¿De dónde sacaste esto...? *ruido de traqueteo* ¿Está encendid...?

Supongo que aquí es cuando termina la biografía de un lagarto: una escurridiza sabandija que no mide más que una pluma de escribir. Por supuesto, El Jefe borró la grabación de mi voz. Bueno, yo también lo hubiese echo si sólo alcanzaba a oír el silencio de la habitación y los lejanos pasos fuera de ésta. No todos pueden comprender el idioma de los lagartos. 

Ha pasado un tiempo, realmente no recuerdo cuanto porque me es indiferente, me mudé a la casa de la abuela. Por alguna razón no fue la mejor época para El Jefe. Pero aquí, en la pradera, lejos de las bulliciosas calles y los proyectiles, viví mi mejor época. Hablo de ella cuando digo que el amanecer es genial desde su ventana y ya no tengo mi pequeño gorro de policía. En su lugar, tengo un ridículo sombrero que tejió para mi y muchos, muchos grillos triturados.

Me encuentro encantado, maravillado, me pone la piel de gallina. Tan loco por ella que siempre olvido su nombre al día siguiente. Su cabello blanco huele muy bien, su piel me asusta, es muy suave y delicada, es graciosa, le gusta leer y siempre tomamos el té a las cinco de la tarde. Siempre hay dos tazas sobre la mesa y ella lo bebe con leche y miel mientras yo escucho sus historias y trato de masticar con la boca cerrada. 

Ciertamente me enorgullece saber que soy como El Jefe cuando era un niñato. Sí, odio los niños, joder ¿qué tienen en contra de los animales pequeños? En fin... cuando Jazmín viene de visita sólo puedo hacerme el dormido, ella se aburre y se va. La abuela dice que hago un trabajo esplendido porque le deprimiría tener que castigar a su única nieta. Yo sólo inflo el pecho con orgullo y recibo un poco de ese algodón que trae del mercado. ¡¿Por qué lo trae?!

Lo sé, nunca me ha gustado el algodón de azúcar, pero... salvó mi vida. ¡De acuerdo!, luego de eso aún seguía viviendo una vida dolorosa e insufrible pero podía respirar ¿está bien? Todo ocurrió a la efectividad de un mal sarcasmo y luego sólo pasó a ser molesto. Como sea, nada valía la pena para guardar resentimientos. Nada a excepción de... ése sujeto de allá arriba. 

Ella salvó mi alma, mi espíritu... todo lo que creía aplastado, un remedo de reptil como yo, volvió a la vida gracias a ésta mujer. Estoy enamorado... pondría mi cola en todos sus desquites y delirios que apacigua con la medicina de todas las mañanas y todas las noches. Tres al despertar y tres antes de acostarse. No sé qué pretendió Dios con esta criatura, lo que sea que le hizo es un insulto; pero ella confía en él y por eso, yo también he de confiar. 

No soy bueno relatando biografías, no es mi culpa, sólo soy un lagarto. No puedo tener mucho sentido común cuando es más sencillo pensar las palabras y sentirlas como tal, que escribirlas o grabarlas en un viejo cassette. Mi memoria es todo lo que necesito y tengo que decir que la vida de este lagarto nunca fue tan... dulce, es... como el algodón de azúcar.

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AlgodónWhere stories live. Discover now