—No piensas seguir, ¿cierto? –abrí los párpados sintiendo que mi corazón se desbocaba.

—Teo... —negó sin moverse, sin soltarme.

—Cada cosa que ha ocurrido desde que te conocí, ha sido única, diferente a nada de lo que he vivido. He visto cosas impresionantes, he estado en sitios que te dejarían sin aliento, Ximena, he dormido cobijado por las estrellas más brillantes que puedas imaginar, he sido testigo de una aurora boreal y de los cambios incluso de la naturaleza. Pero de todo lo que mi vista me ha regalado poder ser espectador, de los sitios a donde mis pies me guiaron en busca de aventura, para dejarme sin aliento, jamás creí posible ser testigo del espectáculo que me dan tus ojos cuando algo te apena, o de esa forma inigualable con la que soplas tu cabello al estar alterada, mucho menos ese movimiento casi hipnótico de tus labios al hablar o tu manera de enterrar tu mirada en mis pupilas haciéndome sentir participe de un espectáculo sin precedentes, todo eso no tiene comparación con absolutamente nada de lo que he visto. Cada gesto tuyo me deja mudo, listo para desear presenciar otro. Te prometo, en este momento, con tus manos adheridas a las mías, que sabré demostrarte a la distancia lo mucho que me importas, lo que generas en mí con tan solo existir, lo que implica el cruce de tu vida en la mía. Dame una oportunidad, no nos dejes a la deriva. Permíteme vivir mi sueño, agarrados de las manos tal como ahora estamos. No te fallaré –cada palabra dicha lograba que una lágrima más saliera. ¿Qué decir ante semejante declaración, más aun, cómo no perderse en la seguridad con la que me envolvía su voz? Mis labios temblaron, hipeé llena de ansiedad, de miedo. Sin embargo, asentí, no podía vivir con el "si hubiera" lo sabía, así que cerré mis ojos en ese momento, sin soltarlo, aferrándolo con más fuerza.

—Prométeme que tu alma seguirá cerca de la mía –susurré sintiendo como el aire acariciaba mi piel. Con él era vivir, no había más opción, y esa era mi decisión.

—A tu lado, Ojitos, mi alma siempre estará a tu lado –sentí de pronto sus labios sobre los míos, con un roce sutil, delicado—. Comprendo tu miedo –musitó bajito, acariciando mi rostro, hincado frente a mí—. Yo también lo tengo. Deseo tocarte, besarte y olerte hasta que el mundo deje su órbita, o se extinga. Así que te prometo hacer todo para que esto funcione, porque al final tu camino y el mío se unirán, lo sé –me acerqué de nuevo a sus labios para besarlo con ferocidad. No tenía idea de en qué me metía, pero ya no había marcha atrás, no con él.

Los días siguientes, no sé cómo describirlos. ¿Es posible flotar sobre las nubes sintiendo bajo tus pies el algodón delicado de lo que están hechas y, al mismo tiempo, que la tristeza te ahogue en un pozo oscuro donde sientes que por mucho que grites nadie escuchará? No lo sé, pero esa era mi situación, tal cual.

A su lado las horas se convertían en segundos y esa sensación de que el reloj avanzaba de forma vertiginosa, marcando cada minuto a una velocidad aterradora, no desaparecía. Ayudé a que hiciera su equipaje, jugamos, reímos, gritamos y terminamos más de una vez sobre sus maletas, para a las horas, intentar armarlas de nuevo. Más de una vez danzamos por todo su apartamento presos de la locura que provenía de aquél increíble arrebato que nos mantenía en vilo todo el tiempo, brincando, girando, para después rodearnos y continuar moviéndonos. Fueron momentos llenos de magia, de sensaciones feroces, arrebatadas y abigarradas de ternura también.

Eso somos al estar juntos.

Por supuesto, en cuando le dije que continuaríamos, decidió darme un curso intensivo del uso de Skype, me rogó lo mantuviera activo tanto en mi móvil como en mi PC, además, descargó varias aplicaciones en mis dispositivos, hubo una que me resultó muy divertida y que ya comenzaba a usar con él cuando no estábamos cerca, llamada Didlr, dibujar los estados de ánimo ayudaba y eso aligeraba mucho la angustia que crecía en mi interior día con día. Por supuesto nos comenzamos a seguir en Spotify, donde ya tenía él listas de reproducción con mi nombre que guardé, Facebook, Instagram y una inscripción en Netflix, donde veríamos series o películas para luego comentar, como nos gustaba mucho hacer. Además, me mostró cómo colocar la hora de los sitios donde estaría y su clima en el escritorio de mi móvil. Así que como prometió, estaríamos conectados, sincronizados, aunque viviendo realidades completamente diferentes.

A prueba de sueños © (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora