Capítulo III

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—También tengo noticias... —comenzó con voz ahogada, sin soltar mis ojos. Humedecí mis labios—. Conseguí contrato en la revista de la que te hablé, y... —sacudí mi cabeza, zafé mis manos de las suyas y me puse de pie ladeando mi rostro sin dejar de verlo. De pronto la felicidad que sentía, se empañó.

—Te irás, ¿cierto? –cerró los ojos sin moverse, bajando el rostro, cubriéndolo con sus manos. Sentí que algo congelaba mi pecho, que una piedra lo hundía de forma veloz, puedo jurar que incluso me dolió de forma física. Cerré mis puños respirando con temor, con... ansiedad—. ¿Teo? –logré articular con la voz cortada. Asintió enfrentándome de nuevo, poniéndose de pie, planeando acercarse. Negué alejándome—. ¿Cuánto tiempo? –quise saber mientras mi interior se iba desquebrajando. De alguna manera siempre lo supe, intuía que llegaríamos a ese punto. Desde que lo conocí noté que no trabajaba y un día por curiosa, supe que le iba muy bien con sus fotografías y vivía de sus ventas, pero que lo que realmente anhelaba era entrar a aquella revista, que sus imágenes circularan por doquier, que los demás pudiesen ver lo que él veía, perderse en parajes lejanos, en la sensación que despertaba estar tras su lente captando la esencia de lo que para él, ya tenía alma por sí mismo. Me encantaba escucharlo hablar de su pasión, lo cierto era que lo había pintado tan complicado que de alguna manera lo negué para no estar pensando en eso ya que de otra forma nada hubiera avanzado entre los dos.

—Indefinido... —habló con voz seria, gruesa, mirándome con temor. Pasó saliva y volvió a acercarse, esta vez no me moví. Sentí su palma cálida sobre mi antebrazo. Mis ojos se empañaron, leí su determinación y el peso de su decisión.

—¿Cuándo lo supiste? –pude articular al tiempo que una lágrima se escapaba. Apretó sus labios tomando mi otro brazo.

—Hoy en la mañana, no me lo esperaba –Lo observé en silencio por varios minutos en los que ninguno se atrevió a decir nada. Sin más me abalancé sobre él y lo rodeé con fuerza.

—Felicidades, Teo –susurré llorando, por mucho que deseaba evitarlo no podía, sabía lo que eso implicaba para ambos, para lo que teníamos, pero también comprendía que era lo que buscó desde siempre.

—No te dejaré ir, Ximena –soltó de pronto, apartándome. Su voz era seria, cargada de decisión. Sonreí al tiempo que él limpiaba mis lágrimas.

—Es tu sueño, debes seguirlo... —Acunó mi barbilla, alzándola para acercarla a su cara.

—Lo haré, pero contigo a mi lado –sentenció con firmeza. Arrugué la frente sin comprender—. Sé que podemos lograrlo, sé que podremos con la distancia... —retiré con delicadeza su mano de mi barbilla, negando.

—¿Lograr qué? –pregunté abrazándome, dolida, llorosa. Todo lo que había surgido entre él y yo debía acabar, no se iría uno o dos meses, sino "tiempo indefinido" y eso implicaba poner a nuestra relación en la misma categoría. No tenía sentido.

—Estar juntos. No puedo dejarte, Ximena, no lo haré –mordí la parte interna de mis labios sintiendo la piel incluso sensible ante la mera idea de no verlo, de no tocarlo.

—Teo, sé realista... No tiene caso, tú conocerás otros lugares, harás realidad tu sueño, no tenemos idea de cuándo vuelvas...

—Ganaré muy bien, mejor de lo que ahora. Te iba a pedir que vinieras conmigo –sentí que el nudo en la garganta se incrementaba y que el llanto pulsaba por salir—. Pero...

—La maestría –completé. Asintió con tristeza—. Mi vida está aquí, mis planes, lo que deseo, no podría dejarlo. No irás a un sitio fijo, no tendrás un lugar de residencia... No podría seguirte el paso, lo sé, conozco mis limites –se pasó una mano por la frente.

A prueba de sueños © (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora