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Casi todas las casas en Mahogany estaban hechas de madera y la cuidada vegetación se extendía en los kilómetros cuadrados del territorio. La ciudad poseía la tranquilidad tan característica de los bosques cercanos e Incluso en ese momento, con la oscuridad de la noche cerniéndose sobre ella, ofrecía una imagen memorable.

Lila Porter intentaba enfocar la vista en el paisaje de su ventana, pero la velocidad con la que el coche se movía y la negrura del exterior la inhabilitaban para ver mas allá de espesas sombras. Se acomodó en el asiento y dirigió la mirada a su hermano, quien conducía el pequeño Volkswagen. Los labios de Green Porter estaban curvados, formando una disimulada sonrisa. Ella tenía la sospecha de que la alegría constante del muchacho se debía a su presencia. Cuando llegó a Mahogany, cuatro días antes, notó cuan grande era la casa que él habitaba y pudo adivinar que se sentía sólo allí.

Lila tenía razón. Green llevaba tres años sin ver a su hermana menor hasta que ella lo llamó para pedirle asilo en su hogar por un tiempo. Se había sorprendido mucho al principio. Él se había marchado de su ciudad natal cinco años atrás, cuando apenas cumplía la mayoría de edad, y había pretendido llevarse a Lila con él para ambos comenzar una nueva vida. Pero Lila se negó a marcharse. Entonces se vieron de forma esporádica por un tiempo hasta que su relación se redujo a llamadas telefónicas y correos electrónicos.

Pero un día, Lila dejó de responder. Estuvo dos años manteniendo una actitud evasiva. Cada vez que Green la buscaba y lograba contactarla, ella juraba que estaba bien y le decía que no se preocupara, mas él percibía que eso era una mentira. Y sí estaba preocupado.

De alguna forma, ellos solo se tenían uno al otro. Habían pasado la niñez con su madre depresiva y su padre golpeador. Entonces los hermanos transcurrían las interminables noches de brutal violencia domestica encerrados en algún cuarto, construyendo muros para apartar a la realidad y quedar solo ellos dos del otro lado. Juntos.

Ese par de años donde su hermana estuvo prácticamente perdida fueron apabullantes para él. No sabía lo que pasaba con ella, pero sabía que no era bueno. Mantuvo el contacto con Derek, el novio que Lila tuvo desde la escuela secundaria. Él le había comentado que también notaba a su pareja muy extraña y no conocía el motivo, pero prometió cuidar de ella. De vez en cuando los dos intercambiaban hipótesis sobre la situación de la chica, mas nunca llegaron a averiguar lo que realmente sucedía.

De repente, Lila lo volvió a llamar hacía unas semanas, anunciándole que Derek y ella habían terminado su relación y necesitaba un lugar donde quedarse. La aceptó en su casa de inmediato. Al llegar a su puerta, la joven desprendía un aire abatido y desorientado, y evadía las preguntas de su hermano tal como lo hacía a través del teléfono. Sin embargo, bastó un día para que la actitud de la chica mejorara. 

Probablemente esos dos años fueron un proceso para ella, y en ese momento solo estaba afligida por su separación con Derek. Green ya no quería imaginar otras cosas sobre esos dos años. Simplemente estaba feliz de tenerla devuelta.

Disminuyó la velocidad del auto cuando llegó al centro de Mahogany. Pasó pocos parques y locales antes de detenerse frente al edificio de la municipalidad. El Volkswagen no era el único vehículo estacionado por ese lugar, pero debido al horario, con la madrugada tan avanzada, no había personas en la calle.

Descendieron del coche, Lila cerró la puerta detrás de ella y echó un vistazo alrededor. Sus ojos se detuvieron en algo que provocó un jadeo de su parte. Con la fascinación plasmada en su rostro, caminó lentamente hasta aquel pulcro Camaro azul. 

Green divisó el movimiento realizado por su hermana y, por un segundo, se sintió orgulloso. La afición que ambos compartían por los autos no le permitía a la chica juzgar el modo en que el muchacho ganaba su dinero. De hecho, ella estaba entusiasmada con la idea de que él participara en las competiciones ilegales sobre ruedas.

Entonces, el chico observó con mas atención el Camaro que Lila admiraba y se acercó a ella con prisa. Le sujetó el brazo justo antes de que ella llegara a tocarlo.

—No toques esta mierda. Está infectada — Advirtió, denotando desprecio.

—¿De qué hablas, Green?— Cuestionó la joven, sorprendida. —Míralo... ¡Modelo 2008! ¡Es un Camaro V frente a tus ojos!

—Sí, pequeña. Es un lindo juguete para alardear, sin embargo no es el que yo escogería — Debatió él.

—¡No puede ser! ¿Qué está mal contigo? Este es el milagro...

El vehículo emitió un pitido al mismo tiempo que las luces traseras parpadearon, haciendo que los hermanos dieran un paso atrás, sobresaltados. 

La puerta del conductor se abrió y un cuerpo se impulsó fuera de ésta. Una vez de pie, se giró en dirección a ellos dos, fijando sus ojos en los de Lila de inmediato. Ella se sintió azorada. El dueño del coche había estado allí todo el tiempo, sin ser descubierto, mientras ella expresaba su maravilla.

Cerró la puerta y apoyó el costado de su anatomía en la misma, cruzando sus brazos cubiertos de tinta sobre su pecho.

—Este es el milagro de Chevrolet — El chico completó la frase que Lila había dejado inconclusa, mientras una sonrisa se deslizaba en sus labios.

Ella sintió como Green ejercía mas presión en el agarre que aún la sostenía. Sin preámbulos, tiró de su hermana hacia las escaleras que conducían a la entrada de la municipalidad.

—¿Mucha prisa, Porter? — La voz del chico tatuado se elevó lo suficiente para llegar al mas alto escalón.

La furia era evidente en Green, quien miró sobre su hombro y respondió al grito:

—¡Jódete y muere, Bieber!


-TatianaRomina

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