Uno.

3.4K 168 29
                                    

A la una y media termina mi turno de trabajo y, según el reloj dorado que llevo en la muñeca, solo faltan seis minutos y medio para ello. Aunque sí es cierto que el reloj de la encargada de la tienda siempre parece estar más retrasado, cada día un minuto más. A veces pienso que lo hace aposta. A este paso, terminaré mi turno hasta la una y media a las cuatro de la tarde.

-Cinco -le digo en voz baja a Astrid, dándole un golpe de caderas cuando paso por su lado.

Ella me mira, sujetando varias prendas en sus manos que devolverá a su percha, y sonríe infinitamente.
Veo cómo se aleja, metiéndose entre la gente con amabilidad y se pierde por la puerta del almacén. Yo, por mi parte, continúo sacando las prendas de la nueva colección y colocándolas. Por lo que veo, esta temporada se llevarán los colores neutros y el encaje principalmente. Perfecto, pienso, porque ese es justamente mi estilo.
Mientras las pongo en perchas, voy anotando mentalmente los datos de todas aquellas que me gustan, desde el precio hasta con qué otras prendas podría combinarlas.

-Disculpa.

La voz de una señora mayor me llega desde mi derecha. Giro la cabeza y la miro. Mis ojos van hasta el top de color azul marino que lleva en sus manos, y espero que no sea para ella... ya que resultaría un tanto extraño.

-¿En qué puedo ayudarle? -le pregunto de inmediato, mostrando la sonrisa amable que me han enseñado a mostrar.

-¿Tú crees que esto le gustaría a mi nieta?

Sonrío interiormente. No es la primera vez que alguien me pregunta una opinión personal en la tienda, y aunque me guste aconsejar a las clientas que me lo piden, también supone mayor responsabilidad ya que no tengo idea de a qué persona le estoy recomendando la ropa.

-¿Qué edad tiene? -Dejo lo que estoy haciendo para centrarme en la mujer. Su pelo es mitad canas y mitad color marrón chocolate.

-Setenta y cuatro, niña. Puede parecer que no los aparento...

-No, no... -Esta vez mi sonrisa se hace visible-. Me refiero a su nieta.

-Ah, claro. -Ella ríe, avergonzada-. Dieciséis años, recién cumplidos.

Entonces es de la edad de mi hermana, por tanto me hago una idea más clara de cuál puede ser su gusto para vestir.

-Yo creo que este top sería adecuado para alguien con más edad. -Y con una talla de pecho normal, y quizá esa chica aún no la tenga-. Pero si quiere le enseño una camisa de ese mismo estilo, con más tela y más barata además.

La mujer accede entusiasmada, y entonces la llevo por la tienda hasta la zona de las rebajas. Allí le ofrezco varias prendas, y al final se las lleva todas.

Soy una genia para vender. Aún no comprendo cómo no me han ascendido al puesto de encargada.

Un bip suena desde mi muñeca, lo que me hace saltar de alegría. Busco rápidamente a Astrid con la mirada hasta que localizo una melena de color rojo intenso en la zona de la bisutería. Camino hasta ella y le doy la buena noticia.

-Ya es la hora.

-Aleluya. -Deja inmediatamente lo que está haciendo con los pendientes de aros-. Me piro ya.

-Somos dos -añado, y comenzamos a andar hasta la salida. Ni nos despedimos de las pobres que trabajan de jornada completa y todavía tienen que esperar a las tres para su hora de almuerzo.

La encargada nos echa una mirada con esos ojos azules enormes y rodeados de maquillaje negro. Comprueba la hora y da su aprobación.

-Que le den -salta Astrid cuando ya estamos fuera de la tienda, pero no del centro comercial.

Lo nuestro no tiene nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora