8. Jamás podría hacerte daño.

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Lea observó el collar sobre su mano, el pequeño relieve en uno de sus lados, como un pequeño botón para llamar a T'Challa cuando fuera necesario.

Él ingresó nuevamente a la habitación donde ambos habían firmado los Acuerdos y Lea colocó el collar sobre su cuello en silencio mientras el guardia se acercaba un par de pasos mas hacia ella.

—¿podríamos esperar?— preguntó ella, esperando poder conseguir algún momento con Steve Rogers a pesar de todo lo ocurrido.

El muchacho asintió con lentitud y ambos tuvieron que esperar varios minutos a que T'Challa volviera a salir de la habitación, junto a Ross, quien suspiró pesadamente antes de comenzar a caminar.

—espero que esto no afecte en nada, Lea.

—no lo va a hacer, ya firmé los Acuerdos.— Ross negó con la cabeza.

—unos acuerdos podrían no significar nada si realmente no apoyas la causa.— Lea presionó sus labios mientras él caminaba con pasos apresurados hasta donde suponía que Steve Rogers la estaba esperando para hablar.

Después de varios minutos dando vueltas, Ross finalmente abrió la puerta de una de las oficinas, donde Steve se encontraba sentado, dándole la espalda a ambos.

—no quiero otra charla sobre lo que es correcto y lo que no.— comentó, su pose decaída sobre la silla.

—no es exactamente eso.— respondió Ross para mirar a Lea antes de cerrar la puerta.

Steve Rogers se giró sobre la silla para poder observarla. Verlo así la destruía por dentro, la mataba poco a poco. Podía notar la incertidumbre mezclada con la tranquilidad de verla nuevamente, sonrió levemente, pero no se levantó de la silla.

—¿cambiaste de bando?— preguntó incómodo.

—ya firmé— susurró, tomando sus manos delante de ella, jugando torpemente con sus dedos. No sé anima a a verlo, sabía que eso rompería aún más su corazón —. No quiero que me odies por eso.

Steve tardó unos segundos en contestar, pero se levantó y caminó un par de pasos hasta ella con inseguridad.

—jamás podría odiarte, Lea. Eso es algo imposible.

Levantó la cabeza, intentando no sonreír, para no demostrar a Steve que aún podría hacerla cambiar de opinión. Porque sabía, que si tan sólo insistía un poco, podría hacerlo salir de ahí a él y a Barnes, a pesar de que su nombre ya estuviera en los Acuerdos.

—y yo no podría herirte.— guardó silencio repentinamente. Quería intentar controlar sus palabras, no quería delatarse. Ella estaba segura de que Tony tenía razón, de que no debían haber más guerras, y nadie debía salir herido.

Steve negó levemente con la cabeza antes de avanzar y tomar su rostro. Lea tuvo que presionar la mandíbula para evitar sonreír o demostrar cualquier sentimiento.

Él observaba la enorme herida sobre su mejilla, la manera en que las garras habían dejado cuatro líneas sobre su rostro, y como habían cocido la herida para detener el sangrado.

—¿todavía duele?— preguntó con voz baja, como si el solo hecho de nombrarlo provocara que la herida se abriera nuevamente.

Lea negó con la cabeza un par de veces, para luego centrarse en los ojos azules y profundos de Rogers. Él también se mantenía serio, pero no podía evitar demostrar preocupación mientras sus manos mantenían el rostro de la muchacha.

—¿por qué, Lea?— preguntó, acercándose levemente, sus labios cerca de los de ella.

Quiso colocarse de puntas de pie para intentar alcanzarlo, pero en cambio, cerró los ojos con fuerza, intentando calmar su acelerado corazón.

—porque creo que es lo correcto. No quiero que sigamos peleando, y destruyendo la tierra.

—pero nosotros la salvamos...

—Steve, por favor, no.— se alejó de él, pero sólo un par de pasos. Aún se encontraba lo suficientemente cerca como para sentirse segura a su alrededor.

—Lea, jamás quise que pase esto— volvió a acercarse, está vez ella no retrocedió, no reaccionó, lo dejo acercarse lo poco que los separaba —. Entiendo que creas que eso es correcto, pero aún así, daría todo lo que tengo para tenerte nuevamente a mi lado.

Tomó su mejilla con lentitud, Lea no pudo evitar inclinar la cabeza contra su palma cálida. Él no sonrió, pero ella podía notar un pequeño atisbo de felicidad de poder tenerla entre sus brazos.

Acercó sus labios, con miedo a ser rechazado, pero con necesidad de sentirla cerca.

Los labios de ambos comenzaron a jugar despacio, sabiendo que todo podía romperse en tan sólo unos segundos, aunque ya todo se encontraba roto a su alrededor.

Steve pasó su mano por la cintura de la muchacha y se alejó sólo unos centímetros para tomar aire y volver a besarla. Lea no podía evitar el cosquilleo subiendo por su columna, inundando poco a poco su cuerpo humano.

No podía seguir permitiéndolo, estaba dañando a ambos, y las cosas saldrían peor.

Se separó de él, intentando volver a una postura seria para poder observarlo a los ojos.

—tengo que irme, Steve.

Él parecía decepcionado mientras ella se alejaba hasta la puerta con pasos lentos, esperando que él nuevamente la detuviera, pidiéndole por favor que se quedara, que olvidara todo lo que había ocurrido y que ambos escaparan.

Pero sabía que Steve la respetaba lo suficiente como para aceptar su elección, para saber qué debía dejarla seguir su propio camino.

Tomó la perilla de la puerta y se detuvo, dudando unos segundos antes de girarse y observarlo nuevamemte.

—aunque esté con Tony, jamás podría hacerte daño, ni a ninguno de ustedes. Quiero que lo tengas en mente, no quiero otra guerra más.— Steve asintió antes de que ella saliera de la habitación, dejándolo nuevamente en silencio.

Daughter Of The War. [Steve Rogers]Where stories live. Discover now