Capítulo 6

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El portón está más para dentro de lo que me pareció al principio y no creo que vaya a necesitar romper un poco más la pared para entrar. Por ello, recojo mi mochila junto al montón de cajas de cerveza tras el que me escondí y la lanzo por uno de los laterales, el que tiene el hueco más ancho, aunque paso por él con cierta dificultad.

El interior, más iluminado ahora, me parece enorme, típico de los edificios más nuevos, con sus macetas, inmensos cuadros ocupando las paredes y hasta la mesa y silla del conserje a un lado. Es bastante alto y ancho, más de lo que el conjunto de la puerta da a entender, con dos ascensores al fondo y una escalera a pocos pasos a la izquierda.

Veintitrés pisos. Veintitrés... El día está siendo cojonudo. Y lo peor de todo es que era o esto o cazar pajaritos. Eso, eso; tú piensa en comer, que vas a mejorar las cosas.

Intentando tomármelo con calma, comienzo a subir los peldaños que me llevarán hasta Tesa. Mientras asciendo, una pregunta impacta con fuerza en mi mente: ¿Luís no me comentó que ya había estado aquí, pero que no pudo consultar los ordenadores, por carecer de electricidad? No, no es que dude de que yo sí pueda encontrar algo, sino que me hace pensar en la forma que tuvo de entrar en este edificio. Quizá lo hiciese por uno de los adyacentes, puede que incluso haciendo un agujero en alguna de las viviendas que dieran a este. De todas maneras, si yo hubiese sabido lo que iba a encontrarme, habría venido preparado y el portón de la entrada no me habría dado casi ningún problema.

Alcanzada la planta catorce, debo sentarme un momento a descansar. He comenzado a subir prácticamente de inmediato, tras mi odisea con esos tres clomas. Estoy reventado y el hambre empieza a asomar con demasiada fuerza. Encima, no se me ocurre otra cosa que mirar hacia arriba por el hueco de la escalera, lo que logra desanimarme un poco más al comprobar el largo recorrido que aún me queda.

Es ahora cuando caigo en lo que antes me ocurrió con la escopeta. La llevo en la mano, pues la correa se rompió, y todavía no me he parado a cargarla. ¿Y si otra vez la necesito y sigue sin cartuchos en su interior? En serio, ¿cómo puedo ser así? O mejor aún, ¿cómo es posible que esté sobreviviendo siendo tan descuidado? A veces pienso que no he aprendido casi nada desde que llegaron los clomas, que da la impresión de que alguien me hubiese puesto aquí, en medio de esta ciudad, sin haber tenido que pasar por todas las extremas situaciones que pasé y de las cuales debería haber ganado una fabulosa experiencia que me impidiese hacer algunas de las tonterías que hago, como esta con la recortada.

Suelto un sonoro bufido de resignación y me obligo a no pensar demasiado en ello. Sé que un día mis descuidos van a pasarme factura, una muy cara que no podré asumir, pero no voy a arreglar nada castigándome ahora en este sitio. En lugar de eso, me descuelgo la pequeña mochila del hombro y la abro para recoger la munición. Cuatro cartuchos de color rojo que van directos a la recámara del potente arma.

No han pasado demasiados minutos desde que me sentara en esta planta catorce, pero me decido a continuar, una vez recuperado el resuello. Vamos, solo un poco más.

Lo que me resta de escalones lo recorro algo más despacio, dosificando las fuerzas. ¿Quién sabe? Igual tengo que forzar la puerta. Esa sería la guinda del pastel, sin duda. Sin embargo, me sorprendo de lo que encuentro.

Una vez en el piso veintitrés, veo que tan solo hay una puerta, con un cartel exactamente igual que el del portal. Lo curioso es que está abierta unos centímetros. Puede que, al final, sea verdad que Luís pasó por aquí. Y, por suerte para mí, no la cerró por completo al irse. De acuerdo... Por poder, también podría ser que hubiese entrado alguien más a parte de él, pero, con la dificultad que suponía entrar por el portón de acceso al edificio, no creo que haya nadie por aquí. De todos modos, no viene mal algo de cautela.

Raken, la ciudad del origen y el olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora