Soy incapaz de reaccionar. Cuanta más información obtengo, más incomprensible me resulta todo. Miro a Harry, cuyo semblante ha quedado plenamente descompuesto. Se acerca con parsimonia al vehículo sobre el que se encuentra apoyado Douglas y se reclina en él, junto a su amigo, como si su cuerpo ya no fuese capaz de sostenerse en pie por sí solo. Niega repetidas veces, con la mirada clavada en un punto indeterminado.

—No puede ser —murmura.

—Yo no lo comprendía —continúa Douglas—. No entendía lo que aquel papel quería decir. Solo sabía que durante toda mi vida había vivido engañado, aunque no por quién exactamente. Me quedé con el folio entre mis manos largos minutos, sentado en la cama, hasta que Logan volvió a su apartamento y me descubrió. No sé cómo, pero enseguida supo lo que había pasado. Intentó explicarse, retenerme allí, pero yo no quise escucharle y salí corriendo de aquel lugar. Cuando llegué a casa ni siquiera pude mirar a mis padres a la cara. Tampoco es que se diesen cuenta de que yo no estaba bien. Me encerré en mi habitación y me pasé el resto del día allí, sin sacarme aquello de mi cabeza y emborrachándome, porque cuantas más vueltas le daba, más miserable me parecía mi vida. Logan me había ocultado quién era yo en realidad, mi verdadera vida, condenándome a vivir una en la que mi padre, un ex policía borracho, pegaba día sí y día también a mi madre, quien se había hundido en una fuerte depresión y pocas veces se acordaba de que tenía un hijo que la necesitaba. Logan me quitó la oportunidad de deshacerme de todo aquello, la oportunidad de saber que no estaba solo en el mundo y tenía un hermano. Pero él ni siquiera se preocupó por hacérmelo saber. Incluso conociendo que yo era sangre de su sangre, permitió que siguiese viviendo aquel infierno. Día tras día.

Douglas aprieta la mandíbula, intentando retener los temblores llenos de rabia que se han apoderado de su cuerpo. Una lágrima cae violentamente de sus ojos y sacude la cabeza.

—En aquellas horas que pasé en casa acumulé demasiado odio. Necesitaba hablar con Logan, pedirle que me explicase por qué nunca había hecho nada aun sabiendo la verdad. Sabía que en aquel momento estaría en el partido, así que me dirigí al instituto. Lo encontré en los vestuarios, solo. No estaba feliz. Cuando lo estampé contra las taquillas no parecía asustado, ni sorprendido. Supongo que llevaba esperándome toda la tarde. Le insulté, le grité, le dije que me había destrozado la vida. —Clava su mirada en la mía, percatándose de mi presencia por primera vez. Evoco el momento en mi mente, cuando encontré a ambos amigos enzarzados en aquella pelea que me llevó, desde un principio, a sospechar que Douglas había sido la persona que mató a Logan. Nunca estuve equivocada—. Él no pronunció palabra durante todo el rato que estuvo contra las taquillas. Solo cuando le solté, llorando y agotado, se dignó a hablar. «No habría servido de nada», me dijo. «Mis padres nunca te quisieron». Después, sonó el silbato del árbitro y se fue.

Me quedo observándolo, y, a pesar de ser consciente de todo el daño que ha causado, de todas las mentiras que nos ha hecho vivir, no puedo evitar sentir lástima por él. Harry, por su parte, no dice nada. No le culpo. Imagino que tampoco es capaz de crear en su mente una frase que en este momento tenga suficiente sentido e importancia como para ser pronunciada.

—Estaba demasiado furioso, Harry —lloriquea Douglas—. Y borracho. No podía ver más allá de todo lo que había tenido que soportar a lo largo de mi vida. Rebusqué en el armario de mis padres para encontrar algo que me asegurase que realmente no era hijo de ellos. Fue entonces cuando me topé con la pistola de mi padre y se me pasó aquella locura por la cabeza. Fui a casa de Ethan y vi a Logan allí, disfrutando de la fiesta como si nada hubiese ocurrido. Me volví loco. Lo cogí desprevenido, lo arrastré hasta un lugar donde nadie nos pudiese ver y volvimos a discutir. Le pegué una paliza. Saqué la pistola y le apunté. Lo último que recuerdo con claridad es que Logan me gritó si estaba loco, con los ojos desorbitados por el miedo. Forcejeamos, y sin darme cuenta, apreté el gatillo. Murió en el acto.

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