Issei Blas

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Me gustaría empezar diciendo que mi padrastro es pésimo, pero hablo de pésimo, pésimo conversador.
A su edad una espera que tenga un basto e interminable conocimiento sobre las cosas de la vida, que por más básicas que sean, suenen interesantes ante una voz sabia.

Pero estamos hablando de un Cuarentón que se la pasa limpiando todo el día. Dudo que haya recaudado sabiduría en ese área.

No lo culpo por estar nervioso y algo preocupado, sinceramente yo cargo con un nudo en el estómago desde que nos subimos al auto. Pero hasta yo en ese estado logro acaparar mejores temas de conversación.

No entiendo como es que entre tres personas sólo quepa una insignificante conversación sobre el precio de los limones en las ciudades. Dos expertos en Geografía deberían hablar de cosas como el triángulo de las Bermudas, o de las islas artificiales del gobierno...

-Además la señora de la carretera me ah dicho que no es un simple campo, hay una gran civilización en la zona sur.- Le discute mi mamá.

-¿Como puedes confiar en la palabra de una mujer con un gato muerto pintado en la pared de su tienda?.- Pregunta atónito, sin despegar la vista de la interminable carretera, ahora que asomo la cabeza por el asiento de mi mamá y veo el largo camino de cemento y los árboles con hojas amarillentas.
En mi opinión, ese momento de la época del año donde ya casi se va el invierno y la primavera le pisa los talones, indiscutiblemente es el mejor.

-Issei.- Me llama el viejo con una leve sonrisa.- ¿Estas emocionada por hacer nuevos amigos?.- Sinceramente tu pareces más emocionado que yo.
Ay, ya puedo visualizarlo, en todas las reuniones de padres, probablemente sea el que más hable y el último en irse.
Él es Daniel Goldfish, y dentro de unas semanas cumple tres años de casado con mi mamá.
Yo lo conocía desde mucho antes, era el mejor amigo de ella. Digamos que es un buen tipo. Sólo que esta desesperado porque piensa que nuestra relación se enfría y que ya no le tengo la misma confianza. Todo eso porque un día le dije: "Hey, ya no hace falta que me lleves a entrenar, puedo ir caminando". En serio, creo que le rompí el corazón esa vez.

Y sentada a su lado con un mapa que posiblemente ella misma creó, mi madre, Risa Tsumo.
Si, adivinaron. Nací en Kioto y por lo tanto tengo ascendencia japonesa. Debería ser genial pertenecer a dos culturas completamente diferentes, pero ahí está el problema.

Creí que con tantas campañas de anti-bullying y tantos suicidios, nuestra generación había aprendido algo, pero... Después de todo el mundo no se hizo en cinco minutos.

Pero, alto ahí, vaqueros. No me fui de la anterior escuela por que si no lo hacía terminaría saltando de un puente. Si no porque, sentada en la sala de espera, esperando que los médicos paren el sangrado de mi compañero de clase que me molestaba cada vez que podía, no es algo que quiera hacer todos los días.

La suerte se puso de mi lado ese día, cuando llegue de mi ex escuela, con la mochila embarrada y mis libros dentro completamente destrozados. Mamá me esperaba en el patio, con su paraguas. No es lo suficientemente paciente como para esperarme en la sala. Tampoco fue paciente al momento de esperar a que yo caminara hacia ella. Corrió y me recibió con un abrazo. Y después de tantear mi espalda con sus manos y no encontrar ninguna herida, soltó una exclamación de alivio.
Lo único bueno que escuche ese día, fueron dos cosas.

El sonido de la lluvia, y sus susurros, anunciándome que estaba lista para irse a donde sea.

-Te vi cuando tiraste mis auriculares antes de salir.- Lo corte mientras lo apuntaba sutilmente.

Si antes estaba nervioso, ahora está sudando a mares.
No sabe a cuál de las dos mirar y mi mamá suelta un suspiro.

-Le dije que los tirara porque ya ni siquiera te das el gusto de iniciar una conversación con nosotros, cariño.- Eso último que dijo lo uso para suavizar el reproche de que prácticamente no me relaciono mucho con ellos últimamente.

Blue Bird & The CrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora