—Sin problema —dejando el vaso en su mesita de noche de madera azul marino, me pare viendo que a pesar de que las casas en Santorini eran miniatura, su habitación era de un tamaño medio con las paredes de cemento blanco como era la costumbre —. Gracia por la pastilla.

—No me refería a... lo siento es solo que... ¿Podemos hablar más tarde y juntarnos solo los dos?

¡Emoción total!

Asentí con la cabeza, intentando no mostrar tanta emoción. ¡Joder me quiere ver! Y yo que pensaba que él y yo éramos caso perdido.

—Tu hermana tiene mi número, si no siempre esta Skype —una dama siempre tiene que hacerse un poco la difícil.

Con la poca victoria que tenía en mis manos salí de su habitación observando a Kat recostada en el sillón. Al parecer los hermanos vivían solos, sin sus padres. Kat estaba en putrefacción cinco, o mejor conocida en el buen lenguaje español, muerta en vida de tanto alcohol.

—¡Tengo que trabajar! —grito viéndome con cara de "mátame".

—Buena suerte con eso, yo iré a morir a casa —la goma moral vendía más tarde cuando recordara que carajos hice ayer.

—¿Montaste a mi hermano anoche? —preguntó Katerina viéndome con esos ojos miel que tanto se parecían a su hermano cuando no estaba verdes como hoy.

—Te lo hare saber cuándo le pregunte a mi vagina, ahora ¿Dónde diablos salgo?

La sala era pequeña, con dos sillones hechos del mismo concreto de las paredes, unas graditas de decoración al fondo. Ventanas pequeñas cuadradas pintadas en azul. La casa era pequeña, bastante pequeña y perfecta para ser Santorini. Incluso la mesita con la lámpara resaltaban entre tanto blanco.

Kat señalo la puerta junto a la ventana, la abrí dándole una sonrisa. El sol me cegó de inmediato, mandándome al carajo completamente e intensificando mi dolor de cabeza. Cerré los ojos colocando mi mano frente a mí.

—¡Ups! —escuche a Kat decir —, ese es el balcón.

—¡Maldición Kat! —le dije observando de igual manera la caldera. La vista de las pequeñas casitas de color blanco y colores tierra resaltaban de la piedra gris. El azul intenso del mar me daba un perfecto reflejo del sol que topaba en mi piel, sin mencionar el cráter del volcán —¡Wow! Que vista. Deberías invitarme más seguido a tu casa.

Lo dije en lo bajo pero sabía que me había escuchado muy bien.

—Sí lo sé, muchas veces no me detengo a pensar en lo linda que puede ser mi vista. Se vuelve todo rutina y uno deja de apreciar la belleza que te rodea.

Me gire para verla sentarse para ver su balcón. Realmente era una vista hermosa pero ¿Qué pasaría si esta fuera mi vida y viera esto todos los días? recuerdo que cuando estaba viviendo en Santorini seis años atrás, me recordaba constantemente acerca de la belleza que me rodeaba, de caminar los veinte minutos sin quejarme porque ver todo esto valía la pena. Sonreí recordando que todo el dolor del pasado era reflejo de las grandes cosas que tenía en el presente. Todo tenía un porque.

—Es hermoso, recuérdame cada vez que olvides que esto vale la pena.

Kat me dio una sonrisa antes de señalarme el otro lado de la sala donde la verdadera puerta de salida estaba. Me iría a dormir, eso necesitaba. Desprenderme de todo mundo material y resguardarme en el mundo de los sueños.

Llegue a casa de Ilias, coloqué la computadora con Netflix para ver Outlander y em sumergí en la antigua Escocia con un doble litro de Coca Cola y bolsitas de patatas. Sin mencionar que había preparado una sopita de recuperación.

LA PROMESA QUE NUNCA HICIMOS ©Where stories live. Discover now