Día 2.

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Me sentía raro al no levantarme a gritos, sin ese dolor de espalda que te impedía mover un solo hueso.
La verdad es que a veces lo echaba de menos, aunque la verdad es que como en casa, en ningún sitio.
Me llamaron al teléfono, informándome que durante los dos primeros meses, sería vigilado las veinticuatro horas del día por un guardia de seguridad.
La verdad es que me sentía algo inseguro, aquí, en Los Ángeles, hay mucha gente y vete a saber tú quién sería el policía que me estaría vigilando, tampoco le di mucha importancia.

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