Capítulo 1: Cambios

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Abby esquivó un ataque de Hannah. Era la segunda vez que se enfrentaba por otro componente de la armadura de la Libélula y tendría que pasar una prueba de la diosa Lunalasathia.

A diferencia de la anterior vez, un grupo de siete morganianos habían acompañado a Hannah mientras que sus amigos estaban a su lado en el templo.

Estaban en una zona del templo en la que antes no habían estado y gracias a Stephanie, habían podido averiguar hacia dónde ir tras estudiar unos manuscritos antiguos. Stephanie era su amiga lamia, tenía el pelo tan oscuro como la noche, con mechas de un azul eléctrico que llamaban la atención, sus cejas era dos hileras de diamantes y sus ojos eran de un azul claro.

Damon noqueó a una lamia con un puñetazo en la nariz, rompiéndosela y cayendo al suelo pesadamente. Era el videnti del grupo, de pelo morado alborotado y ojos dorados.

—Creo que me he roto la mano, ¿de qué están hechos vuestros huesos? —preguntó Damon a Stephanie mientras se frotaba el puño.

—Maldito videnti... —masculló Stephanie mientras evitaba una bola de fuego.

Llevó una mano en dirección a la lamia caída, cogiendo la sangre, para acto seguido solidificarla y lanzar las pesadas bolas de sangre contra el brujo de fuego quién logró esquivar la mayoría excepto una que impactó en su estómago, soltando un grito de dolor.

—Creo que este no es el mejor momento para pelearse —dijo Dana mientras aguantaba el ataque de dos morganianos con los escudos.

Se puso colorada.

—Quiero decir entre nosotros... ¡ya me habéis entendido!

Dana era una pixie de cabello casi rubio, con ojos color miel que le daban un aspecto dulce junto con su rostro con forma de corazón. No tenía lunares ni pecas a diferencia de Abby y siempre llevaba vestidos que parecía que se había envuelto en una flor.

Marin se adelantó, con pies gráciles y en perfecta armonía, ejecutando un hechizo y lanzó un latigazo de agua. Ella era una ninfa, de piel tostada y pelo negro que caía en tirabuzones hasta su cintura, tenía unos ojos azules cautivadores y la mitad de los chicos de la Academia de Guardianes suspiraban por ella. A veces, cuando hablaba, se le notaba un marcado acento exótico.

—Te hemos entendido, Dana —le dijo Marin.

Y por último, en el grupo, estaba Chris, de pelo oscuro y despeinado, con la piel tostada y ojos azul cielo.

Su amigo de la infancia y con quién había crecido, un sílfide. Le había costado perdonarle las mentiras pero al final, lo habían resuelto. Únicamente para encontrar otro obstáculo en el camino.

Abby no miró a sus amigos, se concentró en su hermana gemela, Hannah, con quién prácticamente no había vuelto a hablar desde el día que la Reina de Cenystel anunció a todo el mundo que había dos Libélulas.

Y tendrían que luchar entre ellas dos por el título de Lady Guardiana, protectora del bosque y Dama de la rosa dorada.

A veces a Abby le resultaba inquietante mirar a su hermana gemela, igual en todos los aspectos a ella pero invertida.

Idénticas pero distintas.

Hannah era oscura pero Abby quería creer que había una pequeña luz en su interior, no quería caer en la desesperación y pensar que no tenía salvación como casi todo el mundo decía.

Era familia, al fin y al cabo.

Hannah estaba disfrutando con aquel enfrentamiento y se le notaba en su sonrisa y en el brillo de sus ojos. Movió las manos hasta formar una bola luminosa de color oscuro. Un efecto secundario de lo que les habían hecho los morganianos.

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⏰ Última actualización: Jun 26, 2016 ⏰

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