Mil versos desde el martes.

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Sólo ha pasado un día y ya me estás curando. Me curas de las risas, los llantos y los momentos eróticos. Me curas de las quemaduras que producen el amor y el odio; de lo asombroso, de lo inefable. Me curas el pasado, en el presente me luchas y el futuro lo construyes. Me siento enajenada y esto no es efímero.

Me gustaría coser mis uñas a tu espalda para que me arranques gritos de placer en cada embiste. Me gustaría quemarte la lengua a mordiscos, rasgarte a pedazos la piel y desgastar tu boca de tanto beberla; tragarte, chuparte, quererte, calentarte, comerte, besarte, provocarte, follarte...

Siento que tus dientes no quieren que quede nada de mí, que tus manos desean gastar todos los gemidos que puedan salir de mi garganta, que tus dedos arañan todos y cada uno de los gritos que traspasan las paredes y llegan a la luna. Y no me preocupa saber hasta donde puedes llegar porque nunca querré que te detengas, pues quiero saberte de memoria para recordarte cada noche.

Te prometo que engañaré a los putos kilómetros que se instalan entre los dos y los volveré segundos que aniquilen cualquier tipo de distancia, que encontraré la forma de salir de la habitación sin hacer ruido y así pueda despertarte el olor del desayuno (el olor a mí), que no sólo te llevaré churros los fines de semana, sino todos los días que tú quieras llenar mi cama. Te prometo que si llega el momento serás tú el que tenga que olvidarme, amor, porque no hace falta tenerte para que seas un permanente en mi alma.

Vendrán mil millones de versos más.

Vehemencia.Where stories live. Discover now