Vale, ese tono es amenazante, así que mejor me alisto. Me levanté de la cama con suma pereza y me quedé de pie, observando cómo mi hermosa cama me llamaba: "ven, Belle, un rato más".

Se escuchaba tentador pero creo que me estoy enloqueciendo al pensar que mi cama me habla o, por lo menos, imaginar que lo hace.

Soy agradecida por tener unos padres como los míos. Ellos se han esforzado por darnos lo mejor y no puedo quejarme.

Nuestra casa es lo suficientemente grande para estar todos cómodos, y la verdad es que a mi padre no le gusta presumir de tener; dice que puede ser peligroso, más porque hay gente a la que atiende que no son tan "buenos" como se supone.

En ésta casa, todos tenemos nuestras habitaciones propias con baños privados, lo cual agradezco; mi hermano puede ser un desastre a veces y lo detesto. Sobran muchas más habitaciones pero no las usamos, ya que no lo necesitamos.

- Buenos días, enana.. - Oh, hablando del rey Roma. - ¡Hoy amaneciste más fea que nunca! - Le doy una sonrisa hipócrita.

- Gracias, jirafa. Me halagas, aunque, ¿qué tal el clima por allá arriba? ¿Tan frío que te congeló el cerebro y los sentimientos?

Lo miré con suficiencia, conociendo que le molestaba que le dijera eso, sabiendo que él tiene los sentimientos más bellos y sinceros que puedan conocer. Me miró mal.

- No es gracioso, Belle. - Me puso ojos de cachorrito y no pude evitar abalanzarme sobre él, riéndome con algo de fuerza.

- Lo siento, Stephen. Sabes que te amo. Tienes los mejores sentimientos del mundo y nunca te cambiaría. - Me apretujó contra él.

- Lo sé, Belle. También te amo y lo sabes. Siempre cuidaré de ti. - Sonreí en su pecho y me separé de él.

- Ahora: vete. Necesito alistarme y tu presencia me estorba. - Le sonreí con inocencia y el rodó sus ojos.

Al salir, escuché que decía algo como "y volvimos a la rutina", haciéndome sonreír y me metí al baño.

La ducha demoró unos 10 minutos; no soy de las que se demora un siglo para alistarse. Al salir, elegí la ropa que me pondría: unos jeans de color negro ajustados que resaltaban mis piernas y trasero, una blusa azul oscura con botones dorados, un suéter blanco abierto y unas converse azules con blanco.

Al pasar a mi cabello, agradecí por no tenerlo tan loco, lo alisé del todo y coloqué unas pequeñas hebillas para que los mechones cortos no estorbaran mi rostro. Al terminar, me apliqué algo de polvos para el rostro, un poco de brillo y con eso quedé lista.

Al bajar, mis padres y mi hermano ya estaban sentados desayunando.

- Buenos días. - Les sonreí a todos.

- Buenos días, mi bella Belle. Estás muy hermosa. - Mi padre me halagó y yo sólo pude sonreír, negando con mi cabeza. Mi hermano se giró, abriendo sus ojos como platos.

- ¡Ni pienses que vas a salir así, Isabelle! ¡Eso es demasiado! - ¿Ven por qué digo que a veces logra sacarme de mis casillas? Rodé mis ojos.

- Calláte, Stephen. Estoy normal. - Me senté justo a su lado, mirándome con su ceño fruncido. - Stephen, me abrirás un hueco en el rostro y no podré salir.

Sentí cómo intensificaba su mirada, haciéndome rodar los ojos de nuevo.

- Mejor para mí; así nadie te ve. Y deja de rodar los ojos que se te van a salir, quedándote ciega.

No pude evitar sonreír con su estúpido comentario y le di un pequeño golpe en su hombro.

- Stephen, deja a tu hermana quieta y termina de desayunar. - Miré a mi madre y se lo agradecí; nos dispusimos a terminar de desayunar.

Tú Eres Mi Sueño. (Completa Y Corregida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora