felicity.

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Abrió los ojos rápidamente. Tenía las pupilas dilatadas y el azul resaltaba más que nunca; no sabía en dónde estaba ni por qué pero lo único que sabía era que el piso del lugar estaba muy frío para que su espalda desnuda yaciera ahí.

—¿Quién eres?—dijo frunciendo el ceño y despertando a la chica que dormía a su lado. Se trataba de una chica rubia, de contextura delgada y pálida al igual que Felicity.

—¿Qué?...—respondió la chica mientras se apoyaba a la pared.

—¿Quién eres?—preguntó Felicity mientras se colocaba la camiseta rápidamente para taparse.

—¿No recuerdas?—besó los labios de Felicity los cuales estaban fríos y pálidos—. Anoche estabas que ibas a levantar el techo con esos gritos que te echabas—agregó levantándose del suelo.

—¿Cómo terminé aquí?—preguntó Felicity encendiendo un cigarrillo que se encontró en la mesita de centro.

—Viniste con Nathalie, la chica esa que siempre está contigo—dijo mientras cocinaba unos huevos fritos y con la otra mano agarraba el cigarrillo—. Por cierto, ¿tiene novio?

—Sí—alzó las cejas y rodeó los ojos—. Pero...¿porqué terminamos teniendo sexo?

—Tú querías un poco más de marihuana, ya sabes que la que vendo es pura, del jardín—sonrió—. Así que hicimos un trato.

—¿Si lo hacía contigo tendría más marihuana?

—Exactamente—apagó la estufa y se acercó a Felicity para darle un beso—. ¿Quieres unos huevos?

—No, gracias—movió la cabeza rápidamente y luego caminó a la salida de la casa que se encontraba en un vecindario muy común de Londres.

—Mierda...—susurró mientras colocaba sus manos alrededor de sus brazos en un vago intento de disminuir el frío. Miró a los lados de la calle a ver si Nathalie se aparecía en algún lugar pero lo único que se veía eran los autos de los moradores y las canchas de basketball en una que otra casa. Sacó su teléfono y marcó a Nathalie pero salía ocupado; pegó un grito del disgusto haciendo que su mejor amiga saliera del garage de la casa en la que se encontraba.

—¿Porqué gritas?—bostezó—. Son las...—miró su reloj—. Cinco de la mañana.

—Me dejaste sola con una tipa que no conozco allá dentro, Nathalie—cruzó los brazos. Su rostro estaba tenso y sus labios apretados a más no poder—. ¡¿Qué, encontraste un tipo con la verga grande y te la metió hasta la garganta?!

—Estabas perfectamente bien anoche mientras te chupaban la vagina—sonrió sarcásticamente—. No me iba a quedar como gritabas cada vez que te colocaban un vibrador en la vagina.

—Pero por lo menos no te hubieras ido, carajo—se sentó en la cera de mala gana y apoyó su cabeza en sus manos. Nathalie la miraba desde la entrada de la casa y sonrió, sólo ella entendía a Felicity.

—Ya, tranquila—sobó la espalda de la chica—. Todo va a estar bien.

—¿Dónde estamos? Quiero irme a casa—dijo encendiendo un cigarrillo que había encontrado en su campera.

—Déjame decirle a Henry que nos busque—sacó el móvil y le marcó a su novio. Se tardó media hora hablando con él hablando desde cómo se la iba chupar hasta sobre la madre de Henry que lo había echado de casa.

—Dice que viene por nosotras.

—¿Oh, enserio? Pensé que sólo hablaban sobre que te la metió hasta la garganta—suspiró—. ¿Henry sabe que te acuestas con más personas además de él?

—No—contestó evasivamente alzando los hombros.

—Ten cuidado entonces—alzó los hombros. El sol salía cada vez más alumbrando las ventanas de las casas, los pastos, y uno que otro gnomo de jardín. Los hijos de los vecinos se alistaban para ir al colegio y se les quedaban mirando a las dos amigas quienes estaban a punto de dormirse en la acera de la calle. Una mamá joven salió con sus dos hijos preescolares al auto y al ver a las dos adolescentes les tapó los ojos. De pronto, un auto viejo de tercera edad, se acercó pitando y despertando a las chicas.

—¡Llegaste!—dijo Nathalie levantándose de la acera y guindándose del cuello del chico de cabello corto castaño.

—Sí, estaba quedándome dónde un amigo hasta que consiga un lugar para vivir—le respondió mientras jugaba con los cabellos de Nathalie.

—Ah, mira ahí está Felicity—dijo señalándola con un cabeceo.

—Hey—se limitó a decir Felicity.

—Hola—contestó Henry completamente serio.

—Bien, ya vamos que se nos hace tarde para ir al colegio—. Dijo Felicity abriendo la puerta del auto y montándose. Henry rodeó los ojos y luego caminó para subirse al igual que Nathalie, quien se sentó en el asiento de copiloto.

Nathalie le hizo una felación a Henry durante todo el camino a casa de Felicity. Para la castaña, este comportamiento ya era algo normal aunque aveces le incomodaba un poco, ya se había vuelto costumbre. Al llegar a la entrada de la casa de Felicity, Nathalie ni siquiera volteó la mirar.

Después de ver la mini van irse, se quedó parada un rato admirando su vecindario. Admirando lo genérico y ordinario que era y lo descaradamente común que lucía. Las casas de dos pisos de color crema con rojo, una pegada a la otra, el césped recién cortado, un tubo blanco que salía a partir del baño y lo perfectamente bien que olían en las mañanas.

Entonces, miró su casa. Era la que más sobresalía de todas, su habitación se veía desde abajo, así que aprovechó para subir por el tubo y luego meterse por la ventana. No era una tarea difícil, hacía esto todos los lunes después de grandes fiestas. Cayó en el suelo de su habitación con la cara estrellada en ella.

—¿Te volviste a caer?—dijo su padre abriendo la puerta—. Alístate rápido que tienes que tomar el colectivo al colegio—. La chica se levantó refunfuñando y luego caminó al baño para meterse dentro de la regadera y tardar ahí unos largos minutos. Salió de la regadera y luego tomó lo primero que encontró en el armario: una campera verde, unos leggings y unas botas negras de cuero. Bajó a la cocina pero no había nadie, se sirvió un bowl de su cereal preferido y lo comió rápido. Salió casi corriendo de su casa a la parada y tomó el colectivo en marcha a la escuela, no iba tan lleno y agradecía eso.

Al llegar a la escuela, en vez de ir a su clase de primera hora, decidió ir a escuchar música. Eso la relajaba demasiado, le quitaba lo tenso al día y lo preocupante. Hasta que un directivo la encontró y la llevó a detención. Era la primera en el salón, se sentó y cómo tenía prohibido sacar el teléfono agachó la cabeza y durmió.

—Felicity— se escuchaba una voz—. Ya terminó.

—¿Ah?—frotó sus ojos—. ¿Daniel?

—Sí, sí, ya terminó detención—le sonrió.

—Eh, ¿gracias?—agarró sus cosas y luego se guindó la mochila.

—¿Eso era sarcásmo? Ya sabes lo del ¿gracias?

—Sólo uso sarcasmo con amigos—sonrió levemente y se retiró.

rejects; dan howell Donde viven las historias. Descúbrelo ahora