Capítulo 3: Basada en hechos reales

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Iba a empezar el sorteo para ver quién contaba la primera historia de terror. Nos numeraron del 1 al 30 y escribieron cada número, empezando por el 0,  en pequeños papelitos para guardarlos depués en una cajita. A mí me asignaron el 13.

- El número de la mala suerte... -protesté en voz tan baja que sólo Mario pudo escucharme.

- No seas supersticioso Dani -contestó él.

- ¡Callaos! -ordenó una chica de mi clase.

Se hizo el silencio. María, quien iba a ser quien sacara el número de la cajita, nos miró, posando su mirada en cada uno de nosotros. Podía ver la cara de emoción contenida de un chico que estaba frente a mí.

- ¡El 24! -gritó María-. ¿Quién es el 24? -Preguntó, y pude ver cómo ese chico se desanimaba con cada palabra.

Manuel levantó la mano. Todos nos quedamos mirándole, esperando el comienzo de la historia.

- Esta historia está basada en hechos reales -avisó Manu.

"Febrero de 1785. En el antiguo pueblo de Blair (actualmente Burkittsville), que se encontraba en el norte central de Maryland, a dos horas de distancia de Washington DC, una anciana llamada

Elly Kedward engañó a varios niños de la ciudad para que fueran a su casa, y así sacarles sangre. Cuando los niños se lo contaron a sus padres y les enseñaron sus heridas, los ciudadanos reaccionaron con una rapidez increíble. Después de acusarla de brujería, de acuerdo con las leyes locales, la expulsaron del pueblo.

Kedward fue atada a una carretilla y empujada hacia los bosques, donde la abandonaron a su suerte en medio de un invierno especialmente duro. Dando por hecho que Elly había muerto de frío, la gente de Blair volvió a una aparente calma.

 Pero esta calma sólo fue presagio de otras tempestades.

La primera noche que nevó en Noviembre de 1786, la hija del magistrado de la ciudad desapareció misteriosamente. Una semana más tarde, el principal acusador de Kedward también desapareció. Para el final del invierno, casi la mitad de los niños del pueblo y todos los acusadores  habían desaparecido sin dejar rastro.

Temiendo que fuese causa de una maldición, los ciudadanos huyeron aterrorizados en cuanto mejoró el tiempo..."

Escuchábamos todos con atención cuando oímos un ruido extraño. No era un grito, pero tampoco parecía música; era como cuando alguien hace ruido con la garganta sin abrir la boca. Sonaba con claridad, pero no cerca, no podía ser ninguno de nosotros. Cuando dejamos de oírlo, las profesoras nos empezaron a meter prisa para ir a la ducha, a pesar de que todavía eran las 21:20.

El no InvitadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora