1. Hola

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19 de marzo de 2010

¡Ah! Me he atrevido a hacer esto, supongo que tengo que empezar por saludarte; Hola, Lucía.

Nunca he sabido cómo empezar y es patético, siempre ha sido así.

Sé que esto es raro, sé que no entiendes el porqué de esta carta, realmente ni yo lo sé, solo, por un momento quisiera ser lo suficiente valiente para poder dirigirme a ti.

Pero no lo soy y esto no ayuda mucho.

Jamás he tenido el valor de entablar una charla contigo, el simple hecho de verte me hace sentirme nervioso y una sonrisa estúpida aparece en mi cara.

Tal vez pienses que soy un acosador (y lo parezco justo ahora, sonriendo mientras te escribo) pero realmente te admiro como se admira una pintura; en silencio y a distancia.

Observo tus gestos.

Tus ojos marrones.

Tus manos.

Tu estatura que me resulta realmente encantadora aunque tú la odies.

Tus labios al pronunciar palabra alguna mientras le lees a tu amiga, aquella frase que te ha encantado de ese libro que siempre traes en tu mano.

Tu ceño fruncido cuando algo te molesta y tus mejillas levemente infladas me hacen verte con ternura.

Realmente me resulta difícil no mirarte a cada instante que apareces en mi camino. Me gusta observarte, escucharte y me gusta escribirte, imaginando el día en el que deje esta pluma y papel y pueda pronunciarte un:

Hola, Lucia.

Atentamente: un anónimo que te admira.

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