Por fin juntos (Bloody Painter x The Puppeteer)

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 Era de noche, el tiempo en el reloj rozaba las 2 a.m. mientras un chico de cabello negro profundo y ojos azules cobraba otra vida en un callejón poco transitado la ciudad. Una vez terminado su atroz crimen procedió a salir de aquella escena que resultaría perturbadora para cualquier persona que la presenciase.

Cerca de ahí, otro acto sangriento era ejecutado por una criatura de aspecto humano a excepción de sus ojos extrañamente resplandeciendo en un color amarillento que abarcaba también su sonrisa y una piel de color grisáceo que se notaba aun en la oscuridad. Con unos raros hilos saliendo de sus dedos había logrado que su victima se suicidara con una navaja en el cuello, huyendo del paisaje carmesí que se había formado con la esencia vital que salió del cuerpo del chico; emprendió una caminata hacia las afueras de la ciudad donde pudiese descansar con tranquilidad. Al pasar por un callejón oscuro se percató de la presencia de un chico, un adolescente al parecer, la idea de tomar otra victima esa noche cruzó por su mente haciendo que se acercara para ver con más claridad a la persona. Manteniendo un silencio para no ser descubierto observó al sujeto avanzar a la salida del callejón, un brillo en su mano derecha lo hizo notar un objeto afilado parecido a un cuchillo causando que se alarmara un poco, al analizar con más detalle se dio cuenta de que sus ropas estaban cubiertas por una sustancia escarlata y que portaba una máscara de color blanco a través de la cual resplandecían un par de ojos azulados.

Miró como el enmascarado tropezó y la prenda salió volando a una distancia considerable de su rostro; la siguió con la mirada hasta que terminó en el piso. Al regresar la mirada al tipo notó algo que lo desconcertó, aquel chico no era otro sino Helen Otis; su compañero del colegio, o quien lo había sido hasta hacía unos meses, antes de que este desapareciera y él mismo se suicidara ante ese suceso. Desde que asistían a la escuela había estado enamorado de él, mas no se atrevió a acercarse y menos cuando Tom Steven, otro compañero suyo, se hizo amigo de éste.

Sin poder evitarlo salió de su escondite para tomar primero la máscara y seguido acercarse a Helen quien aun estaba en el piso, ofreció su mano al pelinegro retrocediendo éste al momento que vio el aspecto del titiritero; de forma en que acabó chocando con algunas bolsas de basura del mismo callejón manteniendo una expresión de terror y asombro en su rostro. Cruzaron miradas por un momento, el azul y el dorado de ambos ojos pareció mezclarse por segundos y el sentimiento de entenderse sin palabras surgió entre ellos. Sin poder contener más su euforia, el ojidorado saltó hacia él atrapándolo en un abrazo. Ante la acción Helen solo quedó en shock y, sin saber exactamente porqué correspondió sinceramente al abrazo rodeando el cuello del mayor.

–H-helen...­­­­­­­­­­–susurró dejando correr unas cuantas lágrimas por sus grisáceas mejillas que comenzaban a tomar una tonalidad rojiza –L-lamento esto... lamento que esto sucediera...–su contrario permanecía inmóvil y su mente todavía asimilaba el encuentro con la criatura que lo abrazaba y hasta ahora tenía una identidad desconocida para él.

– ¿Q-quién eres?– logró articular con dificultad en un susurro. El mayor se separó casi de inmediato y tomó el rostro de Helen de las mejillas de modo en que mantuvieran contacto visual en todo momento. No hubo necesidad de palabras para contestar. Con tan solo mirar fijamente el dorado de sus ojos; como si fuera una especie de ilusión o espejismo se vio a sí mismo en su salón de clases y al dirigir la vista hacia el frente dentro del mismo recuerdo notó a un chico. De inmediato su mente se llenó de recuerdos, recuerdos sobre su escuela, recuerdos sobre sus compañeros, recuerdos sobre el bullying que sufrió... recuerdos. Pero especialmente recuerdos sobre un chico; su estatura era superior a la de Helen por quizás un par de centímetros, su cabello de color negro azabache era largo pero sin exagerar, su piel de tonalidad algo morena, y sus ojos de un inconfundible color ámbar. Ese chico que durante las clases lo observaba y cada descanso lo analizaba estando aun con sus amigos, ese chico del cual nunca conoció su nombre pero que se dio cuenta de que no le quitaba la vista de encima, ese chico que no contribuyó a su sufrimiento cuando era molestado por su compañeros.

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