Desconocido

6K 457 42
                                    

Querido tú: 

Realmente no comprendo por qué te escribo esto luego de veintitrés años de silencio. Tal vez se debe a que estoy cansada de guardar tanta melancolía en lo más profundo de mi pecho; o quizá es sólo un simple capricho de querer decirte todo lo que no he podido a lo largo de mi vida. 

Te he odiado desde que tengo memoria, pero al mismo tiempo no lo hago. Provocas sentimientos contradictorios en mí a pesar de que no te conozco como debería. No recuerdo cómo luces ni cómo se escucha tu voz. Sólo me aprendí tu nombre y la fecha de tu partida. Eres una silueta borrosa en mi memoria; un simple manchón que decidí limpiar muchos años atrás, pero que no se desvanece del todo aunque lo intente. 

En mi niñez no comprendía por qué todos mis compañeros tenían un padre y yo no. Nosotros sólo contábamos con mamá, una mujer fuerte que trabajaba horas extras para darnos lo mejor que podía. En ese entonces era demasiado pequeña para entender lo que significaba que papá nunca volverá

Nunca llegaste a ninguna de mis fiestas de cumpleaños, ni a mi graduación de primaria, ni a la de secundaria, mucho menos a la de preparatoria. Y aunque sabía que no llegarías, siempre albergaba una pequeña esperanza de verte llegar por la puerta principal. Pero nunca sucedió. El lugar reservado junto a mamá siempre permaneció vacío. 

Recuerdo el festival que organizaron en la escuela primaria para conmemorar el día del padre. Se contrató a un fotógrafo para retratar a cada alumno con su progenitor. Ese día mamá no pudo ir como los años anteriores para suplantarte, así que me quedé sola, sentada en una banca observando cómo todos mis compañeros sonreían entre los brazos de su padre. Lloré, pero no permití que se dieran cuenta. No quería que supieran que me hacías falta. 

Algunas noches no llegabas a casa. Preferías irte a beber con tus amigos en lugar de pasar tiempo con nosotros. Mi hermano te necesitaba para jugar fútbol, y aunque a mí no me gustara lo hacía para que no él llorara; no me gustaba que estuviese triste por tu culpa. Ambos nos sentíamos amados gracias a mamá, pero siempre nos hizo falta algo... o mejor dicho, alguien. Tú. 

Conforme pasaron los años tu ausencia fue cada vez menos dolorosa; aunque para serte sincera, aún no entiendo por qué te fuiste. Quiero suponer que algún día amaste a la mujer que me dio la vida, sino no hubieran tenido dos hijos juntos, ¿no? Es decir, mamá me contó la historia que compartieron: Eran dos jóvenes universitarios que sintieron un flechazo en cuanto se conocieron. Después de dos años juntos le pediste que se casaran y, luego de otro, se convirtieron en padres con mi llegada. Se amaban, o por lo menos eso fue lo que ella me dijo. Se suponía que todo mejoraría con la llegada de mi hermano, pero no fue así. Sus discusiones se hicieron más frecuentes y fuertes. 

Ni siquiera te despediste de ella. Un día llegó a casa y tus cosas habían desaparecido. Sobre la mesa dejaste el acta de divorcio. Ni siquiera tuviste el valor para dejarla de frente. Eres un cobarde, y me alegra no haberlo heredado. Por fortuna me parezco a la bella mujer que abandonaste. 

Es normal que dejes de amar a una persona que consideraste el amor de tu vida, pero no lo es cuando dejas de amar a las dos personas que engendraste; a dos pequeños bebés que te necesitaban. ¿Por qué nunca nos amaste, padre? Bueno, no estoy segura de querer saber la respuesta. 

No te pido que regreses a nuestras vidas, pues no queremos que lo hagas; sólo deseo que no olvides decir adiós a las tres personas que un día fueron tu familia, a esas tres personas que hoy celebran el nuevo matrimonio de la mujer a la que un día llamaste esposa. 

No te deseo el mal ni nada semejante, en realidad me gustaría saber que eres feliz. 

Adiós, papá. 

No olvides decir adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora