Epílogo

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4 años después


Nina elevó sus ojos castaños llenos de culpabilidad hacia Cameron, en cuanto abrió la puerta de su departamento. Él se limitó a suspirar, poner los ojos en blanco y dejarla pasar.

–No me mires así, esta vez es en serio –Nina cruzó sus brazos con terquedad. Cameron reprimió una sonrisa–. ¿Qué? ¿Por qué te estás riendo?

–No me río –negó Cameron risueño. Nina frunció el ceño–. Nina, has intentado...

–No quiero hablar de eso –se dejó caer en el sofá y lo miró con furia–. ¿Por qué no me preguntas que sucede? ¿No te intereso? ¡Soy tu mejor amiga!

–Creo que tengo una ligera idea de lo que sucede –murmuró Cameron– y prefiero mantenerme al margen.

–Cobarde –soltó Nina cerrando los ojos.

–No, solo precavido –se encogió de hombros–. Además, tienes cinco minutos antes de que llegue.

–¿Por qué llegaría? –Nina frunció los labios–. ¿Cómo podría saber qué...?

El timbre interrumpió sus palabras. Cameron volvió a poner los ojos en blanco, dirigiéndose hacia la puerta.

–Hola, Cameron, ¿cómo estás? –Caleb saludó con incomodidad.

–Hola, Caleb. Sí, está aquí –contestó por toda respuesta y elevó las manos en el aire–. No me interesa. Puedes pasar, yo iré a dar una vuelta –concluyó antes de que Nina pudiera protestar o Caleb pudiera replicar y salió.

Caleb entró al departamento de su hermano y cerró la puerta con suavidad. Encontró a Nina sentada en el sofá, con la cabeza recostada y los ojos cerrados. Suspiró con cansancio.

–Nina, yo...

–Regresa por donde viniste. No quiero verte –exclamó sin mirarlo. Caleb siguió caminando hacia ella.

–Lo siento –murmuró Caleb, poniéndose a su altura y tomando sus manos–. No quise gritarte, Nina.

–Aún estoy muy molesta con lo que dijiste –tensó los labios tercamente.

–Lo entiendo. Pero no me iré, Nina. He estado bajo mucha presión en estos días y...

–Lo sé –susurró Nina, abriendo sus ojos. El rostro de Caleb estaba muy cerca y se veía realmente arrepentido. Suspiró fuertemente–. No quiero que vuelvas a decir nada parecido.

–Es una promesa –Caleb acarició sus manos con suavidad–. Jamás podría dejar de amarte, Nina. Han sido ocho años de mi vida amándote con locura. ¿Crees que podría dejar de hacerlo?

–Cuatro. Han sido cuatro años, Caleb –corrigió Nina un tanto divertida.

–Quizá para ti –se encogió de hombros–. Yo te amé desde el primer instante en que te tuve en mis brazos, desde aquel primer beso al atardecer frente a tu casa.

–¡Caleb! –Nina se echó en sus brazos. Se quedaron así, abrazados en el suelo, con una sonrisa en los labios–. Últimamente hemos discutido mucho, tengo tanto miedo de perderte.

–Amor, es normal en las parejas que discutan. Solo debemos encontrar la manera de arreglarlo, hablando –Caleb tomó su rostro entre las manos–. No puedes huir cada vez que tenemos un desacuerdo, ni aun cuando sea al lado de tu mejor amigo. Sé que con Cameron te entiendes muy bien, creo que no han discutido nunca... –la besó brevemente en los labios–, pero crecieron juntos, se entienden de una manera que tú y yo no tenemos –Caleb la silenció cuando Nina pretendió hablar–. Sin embargo podemos desarrollar una diferente. Una nuestra, una propia manera de entendernos. Única.

–Cada vez me sorprendes más, Caleb. Después de cuatro años juntos, aún siento que hay tantas cosas que no sé de ti –Nina pasó los dedos por el rostro de él con suavidad–. Te amo tanto.

Caleb atrapó los dedos de Nina y se los llevó a los labios. Sonrió y ladeó el rostro, mirándola atentamente.

–Hay algo que quiero preguntarte, aún cuando no tengamos la espectacular vista del atardecer desde el departamento, como me habría gustado... –sonrió y Nina contuvo la respiración con fuerza. Aquella sonrisa suya era increíble–. Nina Danes, ¿te quieres casar conmigo?

Nina abrió la boca con sorpresa, sin lograr articular palabra alguna. Su corazón latía con fuerza en su pecho, sentía que en cualquier momento iba a gritar. Pero no, debía calmarse. Tenía que calmarse y responder algo. Cualquier cosa.

–Caleb... –Nina sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas–. ¿Estás seguro?

Caleb entrecerró los ojos, extrañado. ¿Qué clase de respuesta era esa? ¿Acaso era una respuesta? No, era una pregunta.

–Nina, por supuesto que lo estoy. ¿Por qué te lo pediría si no?

–No lo sé –se mordió el labio con indecisión–. Es solo que... –observó que el rostro de Caleb empezaba a cambiar y Nina se inquietó–. Tengo miedo, Caleb. No quiero que nada cambie, no quiero que me dejes de amar. ¿Qué tal si tras tantos años descubres que no soy nada más que yo? ¿Qué pasará si te marchas de aquí? ¿Y si...?

–Amor... –Caleb besó sus párpados con suavidad. Luego su frente, la punta de su nariz y sus labios. Nina suspiró–. Son muchas preguntas y te prometo que las iré contestando durante nuestra vida juntos. Pero, que te quede algo claro, nunca te dejaré de amar porque precisamente, te amo porque eres tú. Así eres perfecta para mí.

–Son muchas promesas para un día –bromeó Nina y lágrimas cayeron de sus ojos.

–Pero no son tantas para toda una vida –replicó Caleb, limpiando con los dedos las mejillas de Nina–. Mi Nina, ¿estás triste por lo que te he pedido?

–No, solo muy feliz –Nina inspiró hondo y besó a Caleb–. La respuesta es sí. Claro que sí.

–¿Sí te casas conmigo? –repitió Caleb con incredulidad.

–¡Claro que sí, Caleb! –Nina se echó a sus brazos y cayeron rodando en la alfombra de la sala–. ¡Te amo, Caleb Blake!

–Y yo te amo, futura señora Blake –pronunció él abrazando a Nina contra sí. Ella rió y él buscó en su bolsillo–. Dame tu mano.

–Te la acabo de dar –bromeó Nina al tiempo que la elevaba hasta el rostro de él.

–Tu anillo de compromiso –aclaró Caleb y lo deslizó en su dedo anular–. Te queda perfecto.

–Me encanta –Nina se sentó y lo puso a contraluz, admirando el brillante efecto–. Caleb... ¿lo habías planeado, entonces?

–Sí, pero no así –miró alrededor–. En el departamento de mi hermano, casi recostado en la alfombra. No, definitivamente no había sido mi idea.

Nina rió divertida y observó como Caleb se incorporaba, para darle la mano y levantarla.

–¿Nos vamos a casa? –pidió Caleb con una pequeña sonrisa. Nina asintió, sabiendo que ahora su hogar sería donde fuera que Caleb estuviera. Él era su familia. Él era todo lo que había soñado y más. Mucho más.

Fin

Si supierasWhere stories live. Discover now