Capitulo 7- Vuelta a la civilización

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Capítulo 7

Vuelta a la civilización

Tal y como habíamos proyectado, nuestra estancia con los mayas y sobre todo gracias a Fred, resultó muy fructífera para ambas partes, ellos aprovecharon gran parte de nuestros conocimientos, pues el duque les ayudó en todo lo que pudo para hacer más cómoda su vida, les enseñó a construir mejores utensilios, chozas, sistemas de riego y apr ovechamiento de las cosechas , incluyendo algunos nuevos cultivos y productos con las semillas que pudimos salvar de los restos del bergantín. Ellos nos ayudaron a la construcción de un pequeño barco, bajo nuestra supervisión y con las ventajas que proporcionaba su experiencia en la de sus ligeras canoas de caña de bambú, esto permitió que con los trozos que aún quedaban del velamen del bergantín aparejáramos un híbrido entre bote y canoa que se comportaba muy bien en las pruebas de navegación que hicimos.

En agradecimiento por todo, el jefe de la tribu se empeñó en obsequiarme con su hija, una bella india de ojos muy negros y expresivos, un cuerpo pequeño pero muy bien proporcionado, y una inteligencia innata que demostró desde el principio al aprender sin aparente esfuerzo la parte del castellano necesaria para expresarse con cierta soltura en los cinco meses que permanecimos con ellos. La mujer venía acompañada de una dote en oro y joyas .que resultó fundamental para nuestro futuro. Estos mayas no daban especial valor al oro del que disponían en grandes cantidades y sólo usaban como adorno y en sus rituales religiosos.

En eso días los lazos entre Nue y sus negros, Fred, la India a la que llamé Venus en recuerdo la diosa , a la que no sé porque me recordaba, y yo, se fueron estrechando, hasta que formamos una especie de familia mejor que la que yo nunca había tenido.

Llegó el día de partir y después de los abrazos y promesas de volver, que nos cruzamos sinceramente con ellos, nos hicimos a la mar, incluyendo a Venus a la que al principio traté como a una niña, pero de la que gracias a su ternura y saber ocuparse de mi, empecé a tratar como a una mujer de la que además me estaba enamorando.

Navegamos durante cuatro días hacia Occidente, con buena mar y buen viento, y pronto divisamos a lo lejos el pico de una cumbre , además la presencia de gaviotas sobre volando nuestro barco, no dejaba dudas de que estábamos acercándonos a tierra. El tiempo que tardamos en la travesía y la velocidad a la que habíamos navegado, indicaba que lavábamos como poco 500 millas de recorrido.

Cuando intentamos acercarnos a la costa que ya se divisaba más cercana, las corrientes y un viento en contra nos dificultaron el hacerlo.

Habíamos confeccionado un plan para cuando llegáramos, yo me presentaría como un rico comerciante español, de nombre Don Carlos Martín, cuyo barco había naufragado hacía unos meses y lo demás cercano a lo sucedido de verdad, pero omitiendo lo de mi familia y el intento de asesinato. Mis acompañantes figurarían como mis servidores, médico, y esclavos. ( todos estuvieron de acuerdo con esta historia, que nos permitiría dar pocas explicaciones y buscar disimuladamente a los Calatrava, para darles su merecido).

Al conseguir por fin llegar a tierra, no pudimos desembarcar, porque la costa era rocosa y las olas rompían en ella, así que tuvimos que navegar paralelos a la costa, hasta que encontramos una pequeña playa donde arribar. Cuando conseguimos hacerlo, no sabíamos donde estábamos y decidimos buscar a alguien que nos lo indicara, no fue fácil llegar a un punto donde hubiese alguien, atravesamos campos y tierras sin cultivo hasta llegar a una casa habitada, donde los propietarios, al vernos se llevaron un gran susto, hasta que les pudimos convencer que éramos inofensivos y estábamos perdidos. Cuando se recuperaron del susto y confiaron en nosotros, nos invitaron a comer y nos dijeron que estábamos al sur de la isla de Santo Domingo, antigua La Española, en una zona bastante despoblada pero muy activa y que era muy cercana a la corona de España, donde un gobernador situado en la ciudad de Santo Domingo manejaba a los residentes con mano muy dura, y cobraba los impuestos y distribuía justicia. Pasamos dos días con esa familia que eran descendientes de los primeros españoles que llegaron a la isla con Ponce de León y que como premio recibieron una gran hacienda donde tenían plantaciones de café y de azúcar, y les agradecimos generosamente sus atenciones e información, con la que preparamos y decidimos nuestro destino futuro.

Compramos a la familia, un carruaje y viajamos en él con dirección a Santo Domingo , donde gracias a la mencionad familia podríamos contactar con personas que les conocían y para las que nos prepararon sendas cartas de presentación.

Mensaje en una BotellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora