—¡Pobre de mí! —me compadecí a mí misma—. ¡Ella pretendía matarme!

—¡Y lo habría hecho de no ser porque tenía atado al cuello ese bonito crucifijo! ¿Quién se lo ha regalado? ¿De dónde lo ha conseguido?

Me dije que no debía de hablar de Cristóbal Blaszeski ni siquiera con mi nana hasta que él mismo no me lo consintiera. Al pronunciar en mi interior su nombre una flama ardiente se encendió en mis entrañas a voluntad, se me hizo un nudo en la garganta y deseos intensos por tenerlo conmigo y abrazarlo me nacieron con frenesí, sobre todo cuando en mis difusos recuerdos hicieron eco sus últimas palabras «La amo, mujer mía, siendo Anabella y siendo Elizabeth...»

¿Dónde estaba él? ¿Lo habría dañado Ananziel? ¡Mi Cristóbal! ¡¡Mi único amor!!

—Es una historia muy larga nana —contesté un tanto conmovida, acariciando el crucifijo que me había regalado mi don Piedra querido. De reojo contemplé la piedra color añil que también me había regalado él días atrás y que ahora aguardaba bajo el candelabro—. Por el momento conténtate con saber que estoy viva gracias a este artilugio. Pero cuéntame, nana, ¿qué experiencias has sufrido tú para hayas llegado a creer en las brujas?

Una en particular que te referiré más adelante, mi niña. De momento debo de decirte que de donde vengo, un pueblito aledaño a Valladolid de Michoacán, estas criaturas abundan no tan en secreto: muchos las llaman, sobre todos los indígenas, las konqudemon (las concubinas del diablo), pero las konqudemon no son como las brujas que persigue actualmente la Santa Inquisición; mujeres entendedoras, adivinadoras y hierberas que no tienen mayor poder que el que su propia sabiduría les ha otorgado, pero que son igualmente sometidas y sentenciadas por el simple hecho de profesar creencias y prácticas fuera del canon que Roma nos ha impuesto: sino que las konqudemon más bien son verdaderas mujeres practicantes de la magia negra y la nigromancia, cuyo poder ha sido otorgado por el mismo Lucifer y otros demonios de los infiernos bajos, a estas las persigue la Inquisición secreta, porque sus integrantes no solo están facultados con artes especiales que les permite atacarlas y cazarlas, sino que muchos de quienes la integran tienen dones y naturalezas muy distintas a la nuestra: a esta Inquisición secreta se le llama oficialmente «La Soberana Y siempre Real Orden de la Santa Inquisición Extranegrumal Contra las prácticas y Artes de los mundos bajo».

—¿Entonces tú también sabías sobre la existencia de la Inquisición secreta?

—Muy pocas personas lo saben, mi niña, y ahora no me entretendré en preguntarle cómo es que lo sabe usted cuando no debería de ser así: mejor le diré que esta orden secreta existe en subrepticio, y yo misma doy fe de ello porque mi abuelo fue un muy afamado cazador de brujas y demonios hace más de medio siglo.

—¡Virgen Pura!

—Pero Anabella, no palidezca por nimiedades, que el verdadero problema radicará en cómo poder librarla de la bruja que la tiene atada a sí. Para buscar alternativas primero debemos de identificar qué clase de impía la atormenta.

—¿Pues cuántas clases de brujas existen? —me sobresalté procurando relajar mi cuello para que no me dolieran tanto las incisiones—. ¡Pensé que todas eran iguales!

—Ninguna es igual, mi querida Anabella, de un continente a otro el poder y sus formas de obrar son distintas: ningún aquelarre rinde honor al mismo demonio y, por consiguiente, ninguna posee la misma fuerza: hay brujas negras que trabajan a través del aura negra de los espíritus malignos y nigromantes; brujas rojas cuyo poder radica en obrar a través de espantosas prácticas caníbales y de sangre (siendo esta una de las clases de brujas más sádicas y sanguinarias por sus maneras de proceder), brujas blancas bajo la gracia de divinidades angélicas, brujas verdes que practican la hechicería por medio del poder de las hierbas, y brujas mayas y aztecas, entre otras, asistidas por la supremacía de los llamados «los otros dioses», otras de las brujas más peligrosas que existen por desconocerse a profundidad la clase de fuerzas a las que uno puede enfrentarse. Las brujas de los otros continentes por el momento no nos atañen.

LETANÍAS DE AMOR Y MUERTE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora