-Él te... quería hacer lo mismo que me hacía a mí.- Cerré los ojos esperando alguna de sus sagaces respuestas pero sólo obtuve silencio. Quizá lo estaba procesando pero Lara era atrabancada como ella sola. Estaba a punto de abrir los ojos cuando algo húmedo rozó uno de mis dedos. Me esperaba todo, menos esto. Con dolor abrí los ojos y vi silenciosas lágrimas bañando su cara. –Ellos te advirtieron que te alejaras de la monja rara.-

-Cállate.- Su respuesta me paralizó un momento. –Yo... lo siento.- Como ella lo hizo antes, quité sus lágrimas con mis pulgares.

-¿Por qué lloras?-

-Porque me rompe el corazón verte así.- Su honestidad me desarmó. Lara no se veía como el tipo de chica que simpatiza con las penas de los demás y mucho menos que se preocupe de las cosas que pasan a su alrededor. Una parte de mí se alegró porque quizá esto significaba que ella también me quería. Pero otra sabía que lo más probable es que fuera lástima... no sería la primera y definitivamente no la última.

-Lamento arrastrarte a todo esto.-

-Si no quisiera estar aquí ya te hubiera mandado al carajo.- Ahí estaba la Lara que yo conozco. –Me siento tan inútil, Ana.- Dijo amargamente.

-Lara, me ayudas más de lo que puedes imaginar. Ya te lo había dicho.- Ella seguía sin abrir los ojos.

-Pero sigues llorando y sigues teniendo pesadillas... no he hecho lo suficiente.- Palpaba la decepción en su voz.

-Créeme que las pesadillas han disminuido...- Ella negó.

Tenía que hacer algo para que creyera en mis palabras. Ella se está convirtiendo en mi sanidad. A pesar de ser como una cabra desquiciada, me estabiliza y... me alegra. Estar con ella es como estar en las profundidades del bosque porque el aire que emana es puro y te da vida pero sabes que en cualquier momento alguna sorpresa te tiene preparada. Lara es como una bocana de aire fresco en este intento de aferrarme a la vida. En este intento de buscar un poco de luz en medio de tanta oscuridad. -¿Puedes hacer algo por mí?-

-Lo que sea.- Contestó rápidamente.

-Abrázame.- Abrió los ojos de golpe y me quedó viendo como si me hubiera salido otra cabeza.

-¿Qué?- Preguntó confundida.

-Abrázame.- Repetí. Haciendo un esfuerzo por mantener mis ojos conectados con los de ella. Lara parecía haber perdido la habilidad para hablar o para moverse, así que simplemente cerré los ojos y esperé.

Su frente contra la mía, mis manos sobre su cara y las suyas sobre la mía...todo se sentía tan correcto, tan bien. Desde ese día que me dejó limpiarme con su sudadera entró a mi corazón. La chica rebelde era sólo una fachada que escondía a una niña que, al igual que yo, no recibió tanto amor como debería. Lara en realidad era una chica con un enorme corazón, con un extraño sentido de la justicia y una habilidad monstruosa para meterse en problemas. Pero yo la quería, toda esa locura que ella representa es ahora mi locura. Ni siquiera puedo imaginar que sería de mí estando sola y sin papá. Lara está rápidamente haciéndose espacio en mi vida y sin lugar a dudas en mi corazón.

-Anita.- Cuanto me tranquilizaba oír mi nombre cuando venía de ella. Era como que mi nombre y toda yo estuviera segura con ella. Inhaló profundamente como si se preparara para sumergirse en aguas profundas; sus manos dejaron mi rostro para tomar la cintura y lentamente acercarme a ella. Podía sentir el verde infinito de sus ojos sobre mí; buscando mis ojos como siempre lo hace cuando lloro.

Bajé mis manos y también busqué su cintura; sentí su respiración sobre mi hombro y ya no soporte más, la jalé hacia mí y me hundí en su cuello. Dejándome llevar por su aroma y por su piel suave. Sus manos delicadas y fuertes a la vez alrededor de mí, como un salvavidas, ayudándome a no ahogarme. Sí, definitivamente se sentía bien pero a la vez me aterraba porque la última vez que me sentí bien con alguien la pesadilla comenzó.

La Hija del PastorWhere stories live. Discover now