Forzó las ruedas de su cerebro a moverse y encontrar una escapatoria.

—¿Podemos revocar el acuerdo?

Mara lo miró con los ojos abiertos como platos.

—No lo creo. De hecho es un contrato bastante firme y con anexos claramente estipulados. ¿Pasa algo?

Jared se fijó que la chica de la recepción también lo miraba de modo extraño. Cerró los ojos con fuerza y controló el ritmo de su respiración.

—No, no pasa nada. Iré al encuentro, pero busca cualquier manera para invalidarlo.

Se alejó con rapidez, sin mirar por dónde iba.

El hotel había sido construido más de cien años atrás por su tatarabuelo y se parecía a una casa colonial de dos niveles. Las habitaciones habían sido muy amplias al principio, pero su abuelo las había modificado para introducir los cuartos de baño individuales. La piedra rojiza y la madera eran elementos centrales, y él había intentado mantener el estilo rústico, añadiendo todo el confort que un turista pijotero podía pedir.

Subió la escalera en forma de caracol y se dirigió hacia el último cuarto del pasillo, el que había acondicionado como su oficina. Las ventanas amplias daban hacia el bosque y la vista le hacía mucho más fácil el fastidioso trabajo con el papeleo.

Se dio cuenta de que casi corría y aminoró el paso, procurando a la vez calmar su carácter. Sus zancadas no se escuchaban por la gruesa alfombra del pasillo. Se tomó un segundo de pausa delante de la puerta, preparándose mentalmente para la confrontación.

Íria estaba de pie al lado de la ventana, luciendo elegante y segura de sí misma. Vestía un traje oscuro con pantalón y chaqueta sobre una camisa que parecía de seda, del mismo color que sus ojos. Tenía el pelo recogido en un moño severo y la única concesión frívola eran los botines de tacón alto.

Le sonrió como si estuviera encantada con el encuentro.

—Buenos días.

Jared la saludó con la cabeza y se sentó detrás del escritorio, señalándole con un gesto la otra silla situada del lado contrario. Todavía no tenía idea de cómo manejar la situación y cómo jugar las cartas, teniendo en cuenta que había empezado el juego con la peor mano posible.

—¿Este era el trabajo que se te ofreció y por el cual has vuelto? —le preguntó.

Espero hasta que Íria se sentara. Luego cruzó las piernas y lo miró con sinceridad.

—Había decidido volver antes de que me ofrecieran el trabajo.

—¿Sabías que ibas a trabajar para mí?

Ella rio de modo sutil, como si la respuesta fuera indudable.

—Claro que sí. Los nombres de las partes aparecen en el primer párrafo del contrato. Jamás firmo sin estudiar bien las condiciones.

Jared sospechó que algo en su rostro le había desenmascarado, ya que ella se echó a reír a carcajadas.

—¡No lo sabías! No tenías idea de que me contrataste a mí, ¿verdad? Me pareció extraño cuando la agencia me informó que habías aceptado todas las cláusulas. Ahora me alegro de insistir en ponerlas —declaró satisfecha.

—¿De qué hablas? —preguntó Jared, confundido.

—Lee el contrato. ¿Cuándo quieres que empecemos? ¿Tienes algún plan? ¿Has pensado en alguna perspectiva? —se interesó Íria, pasando con rapidez a tener una expresión profesional. Al lado de la silla se encontraba su bolso y un portapapeles. Lo cogió y lo abrió, preparándose para tomar notas.

Sencilla ObsesiónWhere stories live. Discover now