Capítulo 6

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- Claro que sí. Nos tiramos al agua para salvarla, pero Neptuno se la llevó. 

Dante intentaba imaginarse a la joven  torpe Helena nadando para recuperar la bicicleta pero, mirando a la mujer que tenia al lado, le resultaba imposible.

- Él nunca me dijo nada de eso.

- Los delincuentes no se chivan unos de otros. 

- Hasta ahora ¿no?

- Yo creo que el delito ya ha prescrito. 

- Eso es lo que tu crees, Pecas -dijo él, llamándola sin darse cuenta por el mote que solía usar diez años atrás- Me debes diecisiete dólares con cincuenta -añadió. Helena no decía nada- ¿Qué pasa? ¿Te niegas a pagar?

Ella seguía sin decir nada y cuando Dante la miró, se dio cuenta de que tenía una expresión extraña.

- Me has llamado Pecas.

- Si -rió él. No sabía por qué lo había hecho. La llamaba así porque en verano la cara de Helena se llenaba de pecas pero, según creía recordar, a ella no le hacía ninguna gracia el apelativo- Perdona, me ha salido sin darme cuenta.

- No hace falta que te disculpes -dijo ella poniendo su mano sobre su brazo. 

El roce le producía una especie de descarga eléctrica incomprensible.  Con la boca seca, Dante se decía a sí mismo que era una reacción normal ante una mujer guapa. Pero era más que eso y él lo sabía. Helena aparto la mano enseguida, pero la sensación continuaba. Dante bajo la ventanilla esperando a que el aire lo refrescara un poco 

- Hacía siglos que no me acordaba de ese mote. 

- No sé por qué lo he dicho, perdona -murmuró dante moviéndose incomodo en el asiento. 

- Nunca te dije cuánto significaba ese mote para mi.

- ¿Qué? -Preguntó él, mirándola fugazmente para no perder de vista la carretera. Sus ojos azules tenían un brillo especial. Demasiado especial-. Creo recordar que no te hacía ninguna gracia.

- Lo que me molestaba era que me salieran pecas por todas partes.

- Aparentemente, eso ha cambiado- sonrió él. 

- Bueno, al menos a no me salen en la cara -suspiró ella.

Sin darse cuenta, Dante empezó a imaginarse a sí mismo descubriendo las pecas ocultas en el cuerpo de Helena. La sensación de tensión en la entrepierna lo sorprendió y tuvo que disimular un gruñido de incomodidad. ¿Quién hubiera podido imaginar que la pequeña helena podría hacer que sus hormonas se despertaran de aquella forma?

- Pero cuando me llamabas pecas...

- Yo era un crío -se defendió el.

- A mí me encantaba. 

- ¿En serio?

- Si -contestó ella, echándose los rizos hacia atrás con los dedos. Sus pendientes de plata brillaban con la luz del sol-. ¿Sabes por qué? Porque entonces te fijabas en mi. 

Dante estaba fijándose mucho en ella en aquel momento, pero Helena parecía no darse cuenta.

- Era difícil  no fijarse en ti. Por si no lo recuerdas, paseabas a tu perro por delante de mi casa cada media hora.

Helena lo miró con una sonrisa en los labios. Unos labios generosos, húmedos y muy deseables.

- Veo que tu también eres mu sutil -rió ella- Cuando tu madre te dijo que dejaras de llamarme pecas, se me rompió el corazón. Necesité tres paginas de mi diario para ahogar mis penas.

- Ojalá me lo hubieses dicho -sonrió él, incómodo- Podrías haberme ahorrado tres semanas sin paga. 

- Yo era una cría -bromeó ella. 

Pero ya no lo era, pensaba Dante. Y él no se había sentido de aquella forma desde que era un crío. Le sudaban las manos, su corazón latía acelerado y tenía que preguntarse si sería una ironía del destino. Diez años antes él había sido el objeto de deseo de Helena  Román. Y en aquel momento, ocurría al contrario

- ¿A dónde vamos? -preguntó Helena cuando él tomó una salida de la autopista. 

- Tengo que poner gasolina. Y podríamos comer algo de paso -contestó.

Lo que no dijo era que necesitaba salir del auto cuanto antes del auto cuanto antes.

Solo eran las siete de la tarde y podrían seguir el viaje durante varias horas antes de parar para dormir en alguna parte... Aquel pensamiento lo dejó turbado. Pasar la noche en un motel. Con Helena.

Estaba seguro de que alguien, en alguna parte, se estaría riendo a su costa. 

- Muy bien -dio ella- Como es nuestra primera noche en la carretera, yo invito a cenar. 

- Pero la cena tiene que costar al menos diecisiete dolares con cincuenta -sonrió Dante intentando aparentar tranquilidad.

- Trato hecho.

Novio De MentirasWhere stories live. Discover now