Llegamos a casa después de unos minutos, bajamos, entramos... y no puedo evitar recordar la última vez que ella estuvo aquí. Cuando vino por distracción y yo me ofendí, cuando estaba mal y no quiso hablar conmigo, cuando no me di cuenta de que algo no se sentía correcto en ella. O tal vez sí me di cuenta, pero lo ignoré.

Y ahora estamos aquí, probablemente con Kea pensando en terminar lo nuestro.

—¿Quieres algo de tomar? —pregunto intentando alargar el momento, la espera. La miro y ella eleva el batido que le di en la escuela.

—Ya tengo, gracias.

Inclino la cabeza, incómodo, y asiento.

—Cierto. Entonces... dijiste que querías hablar, que necesitabas decirme algo.

—Sí.

—¿Puedo saber qué es? —cuestiono. Ella baja la cabeza y muerde su labio.

—Estoy casi segura de que ya lo sabes. No eres tonto.

Aprieto los labios en una línea fina al escucharla y desvío la mirada.

—Así que... quieres terminar esto. —No es una pregunta y ella lo nota. Se encoge sobre sí misma sin despegar la vista de sus zapatos y asiente.

—Sí —acepta en un murmullo apenas audible.

Y a pesar de que ya lo sabía, de que lo venía imaginando desde que habló conmigo en la mañana, sabes que es verdad se siente como una patada en el estómago. Escucharla confirmar mis temores, es peor de lo que imaginé. Asiento intentando aparentar indiferencia y elevo mi mirada para encontrarme con sus ojos llenos de dolor.

Río sin humor.

—Irónico, ¿no? Eras tú quien tenía miedo de salir lastimada, y ahora eres tú quien me rompe el corazón.

El dolor y el rencor en mi voz se mezclan hasta formar un tono venenoso. Lágrimas se forman en sus ojos y me da rabia el que parezca estar sufriendo. ¡Es ella la que me está dejando! No tiene derecho a sentirse mal. ¡No tiene derecho a parecer culpable! Pero, bueno, tampoco tenía derecho a llegar a mi vida, entrar como si nada y poner todo patas arriba, sin embargo lo hizo igual.

—Fidel, entiende. Esto no...

—Es que no entiendo —la interrumpo—. Te vas una semana completa sin decir nada y después solo llegas a querer acabar con... Con esto —indico haciendo un gesto entre nuestros cuerpos—. ¿Es por lo de la noche antes de que te fueras? —inquiero.

—No —se apresura a decir—. No, no es eso.

—¿Entonces?

Ella suspira y pasa la mano desocupada por su rostro.

—Somos demasiado iguales —dice después de algunos segundos—. Esto no va a funcionar, entiéndelo.

Ahora es mi turno de suspirar irritado.

—Eso lo entiendo, claro que lo entiendo; pero eso no hará que deje de quererte. Eso no va a lograr que deje de estar enamorado de ti como por arte de magia, Kea. Y eres tú la que debe entender eso.

—Es que...

—¡Ese pretexto ya lo has usado mil veces! —exploto cansado de escucharla—. Y una y otra vez te he demostrado que estás equivocada. Si quieres terminar con esto porque ya no me quieres, solo dilo, pero no estés usando excusas baratas por favor.

Mi respiración agitada se deja oír dentro del silencioso cuarto. Estoy alterado, sí, pero ella también. Ambos estamos luchando como siempre por querer conseguir la razón y odio lo mucho que eso me da ganas de acercarme a besarla.

Aprieto mis puños, la mandíbula y los ojos cerrados al escucharla sollozar.

—No es justo —se queja con la voz rota.

Y en eso estoy de acuerdo con ella.

—Lo sé.

—No, no lo sabes —dice sacudiendo la cabeza—. No puedo estar contigo porque estoy mal. Estoy muy mal y no puedo darte lo que quieres. ¿Cómo voy a hacerlo? ¿Cómo voy a quererte como mereces cuando yo no me quiero como debo? —cuestiona elevando la voz—. La gente suele decir que si tienes a alguien que te quiera a tu lado todo va a ser más fácil, pero a mí no me parece así. Siempre estoy sintiéndome culpable, triste, mal, y pienso en ti y me siento peor porque sé que mereces a alguien mejor que yo. Por eso no podemos seguir ya. Me siento como una carga —admite—, y me estoy cansando de eso. —Da un paso hacia atrás y yo doy uno hacia adelante al ver sus intenciones de irse—. No —pide elevando la mano—. Por favor, solo acepta lo que te he dicho hasta ahora y no insistas más.

La manera en la que tiembla su voz... me lástima.

¿Por qué jamás me contó que se sentía así? ¿Es que acaso no sabe que yo haría todo por ella? ¿Qué yo la habría ayudado, que habría intentando con más fuerza?

—Kea...

—Te quiero, Fidel. No quiero que pienses lo contrario. Te quiero demasiado, y es por eso que estoy haciendo esto. —Deja el batido en la mesilla junto a la entrada y con cuidado abre la puerta—. Hazme un favor, ¿sí?

Desvío la mirada del vaso que le di y fijo mis ojos en los suyos. Debería decirle que no. No, no debería estar esperando que le haga favores, pero es Kea. Y yo la amo. Haría todo por ella.

Asiento tragándome el nudo que se ha formado en mi garganta y ella sonríe con tristeza.

—Sé feliz por mí —pide.

Antes de que pueda darle una contestación, ella ya ha salido de mi casa.

Y de mi vida.

Besos que curan [ADL #2] ✔Where stories live. Discover now