La última venganza

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La última venganza

 

Después de las noticias de que Elliott estaba en el hospital, la familia Clarkson corrió hasta él, buscando respuestas, rogando porque se encontrara a salvo, fuera de peligro. Pero con lo único que se encontraron fue con el Doctor Beckett, un traumatólogo especialista junto a un joven internista, que lo único que repetían era que Elliott se encontraba inconsciente, con varias costillas rotas, otra leve fractura en el húmero y contusiones de las que desconocían si habían provocado lesión cerebral.

No permitieron visitas. Así que todos se quedaron esa noche, ignorando los sollozos de Ailyn, las palabras conciliadoras de Ángel, su amado esposo. Tanto Camyl como Angie eran lo bastante maduras para saber que no debían provocar problema alguno, así que se mantuvieron calladas y muy quietas una con la otra.

Angie se mantuvo fuerte, únicamente para tranquilar a Camyl, que sabía que sufría internamente como ella. Por más pequeña que fuera, pensaba como si fuese un adulto, por lo que se ahorró por completo preguntas innecesarias.

La mañana siguiente había clases, por lo que Ailyn y Ángel insistieron a sus hijas que fueran a ellas. Ellos permanecerían allí, vigilantes.

Con el corazón desgastado, ojeras debajo de los ojos y con un humor tan frágil, Angie fue al colegio. Se sentía vacía, desgarrada, tan ausente. Era como si alguien le hubiese quitado el alma, pero por alguna razón, deseaba gritar y desquitarse con algo. No entendía por qué tal desgracia le pasaba a su familia, a su hermano, a su mellizo… a una parte de sí misma.

Un nudo en la garganta le impidió respirar. Se detuvo contra el tronco de un viejo roble debajo de las escaleras principales. Se llevó la mano al cuello, como si tratara de deshacerse de ese nudo. Dolía, dolía mucho.

—¿Angie?

Alzó rápidamente la vista cuando escuchó la voz de Byron. Se encontró con sus ojos azules, observándola con preocupación. Sus gruesas cejas decayeron, transformando ese aspecto misterioso a uno tan tierno.

Titubeó al acercarse, incluso sus manos temblaron sin saber qué hacer.

—Estoy bien —musitó Angie con voz forzada. Incluso así, decirlo no lo hizo real.

Bajó la cabeza, ocultando las lágrimas que comenzaban a acumularse y ese temblor de sus labios que la hacía lucir vulnerable. Sabía que quedarse ahí parada contra un árbol llamaría la atención, sin embargo, no tenía fuerzas para tomar clases fingiendo que nada pasaba, ignorando que Elliott no abría los ojos, simulando el dolor en su pecho no era más que una leve molestia de una gripe que no existía.

Byron no necesita preguntar para notar que algo no anda bien. Así que, sin importarle que pudiese ocurrir, se aproximó a ella. La abrazó por encima de los hombros y con sus manos le acarició el cabello.

—Byron… —gimió Angie con voz ahogada.

No negaba que su primer instinto fue empujarlo lejos, dejando claro que ella podía con sus propios sentimientos, pero una vez que apoyó la cabeza en su pecho y sintió su calidez embriagante, cedió. Lo abrazó con fuerza, no sabía con qué tanta hasta que notó que sus manos se aferraban fervientemente a esa sudadera negra que olía tanto a él.

Se relajó un instante y suspiró contra su cuerpo. Él no la soltó en ningún momento y eso la hizo sentir tan segura. Le sorprendió que no insistiera en saber qué ocurría, por eso mismo merecía saber.

—A Elliott lo atropellaron —susurró y sintió como Byron se tensaba de improviso. Eso indicaba que él no sabía nada, por lo que se le hizo aún más difícil informarle lo sucedido, después de todo, él era su mejor amigo de su hermano —. Alguien llamó a una ambulancia porque lo vieron tirado en la calle con una moto destrozada a su lado. Estaba inconsciente cuando lo encontraron y lo llevaron al hospital. Sigue inconsciente. —Su voz se quebró —. Está muy mal herido, pero está vivo. ¡Pero no sé qué rayos pasó, por qué estaba ahí a la mitad de la noche, solo y con una estúpida motocicleta! —comenzó a gritar desesperadamente y a dejar de contener su llanto —. ¡Qué maldita idea le cruzaba por la mente a ese idiota para hacer semejante estupidez!

La bizarra familia ClarksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora