19. Marca

33 4 0
                                    

A las once once comenzó
con desvelo,
lo que ya era del día a día
aunque parecía un sueño,
trabajando por respirar
y escribiendo para no llorar.

Con dolor en las manos
y un ensordecedor dolor en el pecho,
se sentaba de brazos cruzados
con nada y todo que cavilar,
con todo y nada que divagar.

A las doce doce siguió con el trecho,
junto a su fiel compañía
el vacio y afonía;
qué no daría por ser quién es
con un grito ahogado,
aunque eso nunca pasó.

A las tres cincuenta y nueve,
se tatuó su más grande deseo
con tinta grana por todo el cuello,
horizontalmente con su pincel
terminó con la que fue
su última obra de arte.







Michelle Barrantes©

Acordes De Una Ilusión PerdidaWhere stories live. Discover now