Capitulo 1

12.4K 176 6
                                    


Esa mañana la tormenta no aflojaba. Truenos, relámpagos y agua... y más agua. Así había estado desde la noche anterior y también durante la madrugada. Y ella, mientras sostenía su taza de café con ambas manos, miraba caer la lluvia y pensaba en las pocas ganas que tenía de asistir a clases. Pocas ganas que, tras caer un trueno que retumbó más que todos los anteriores, se convirtieron en cero ganas. Fue a la cocina a dejar su taza y pensando en meterse bajo sus frazadas y acolchado de Tinkerbell nuevamente...

–Ma, no voy... –Grito mientras se encaminaba a su habitación.

Su colegio quedaba a tan solo 2 cuadras de su casa, pero ella ya había tomado esa decisión. Tras discutir con su madre unos minutos, volvió a su pieza. El año pasado se había quedado libre justamente por sus reiteradas faltas, por lo que ese tema causaba bastante aspereza entre madre e hija. "Ojalá existiera El Cobrador"... dijo la mujer para sus adentros, suspirando entre resignada y furiosa.

La chica ya en su pieza se sacó el pullover, el pantalón y se puso una remera negra de los Rolling Stones junto a un jogging. Apagó la luz y cuando se dio vuelta para dirigirse a su cama, una fuerza sobrenatural la hizo girar literalmente en el aire. Sin entender qué sucedía se vio con las piernas colgando y su torso apoyado sobre la cama. Y no se podía mover para levantarse. Sentía "algo" que la mantenía en esa posición. Parecía una especie de alucinación pero no... "Yo me desperté, me levanté, desayuné..." pensaba, tratando de hacer una cronología, de descubrir si no era un sueño dentro de otro sueño o algo así, retorcido.

–Desde hoy no vas a faltar más.

Se quedó atónita al oír esa voz. Ni se había percatado que en realidad estaba sobre las rodillas de "alguien". ¿Pero quién era ese "alguien" precisamente? Miró hacia su izquierda y vio un rostro masculino, alumbrado tenuemente por la iluminación de la calle. Y ahí vio como su brazo izquierdo la mantenía firme sujetándola por la cintura, mientras el brazo derecho se abría los botones del sobretodo oscuro. Se sentía incrédula. No podía estar pasando eso. De repente sintió como ahora la agarraba, además, de su trenza, obligándola a inclinar la cabeza levemente hacia atrás. Y notó una mano cayendo sobre su trasero, abarcando ambas nalgas, justo al medio. Y otra, y otra. Hasta completar diez. Si lo que estaba viviendo creía que era un sueño horrible... ahora era toda una pesadilla para ella. Quiso gritar con más fuerzas que nunca un "¡Mamá!", buscando auxilio, pero la situación le había generado un nudo en la garganta y no le salía ni una palabra. Hasta que sintió que le bajaba el jogging hasta sus tobillos y entonces comenzó a llorar. En vano intentó impedirlo con una mano, pero solo logró que ese ser la agarre de la muñeca y doble su brazo sobre la espalda. Imposible moverse. Estaba atrapada. Si el escenario fuera un taller, ella era una pieza mecánica aprisionada en una morsa, lista para ser trabajada. Pero acá lo que iba a ser trabajado, aparentemente, era su trasero. Nuevamente cayeron 10 azotes más, todos en el medio de sus nalgas. Ya el ardor comenzaba a sentirse bastante. Nunca le habían levantado una mano en su casa, pero ahora estaba viviendo lo que era ser disciplinada. Disciplinada por vaya a saber quién... o mejor dicho, ¿Qué?

A pesar de estar ya en el año 2016, en pleno mundo tecnológico, aún corría la leyenda de un ser llamado "El Cobrador"... Claro que ahora, ya en plena ciudad - con sus edificios, construcciones y demás modernidades - pasó a integrar el grupo de los mitos urbanos. Conviviendo junto a la famosa chica de blanco que ronda cementerios y que muchos taxistas aseguran haber tenido como pasajera, y otras entidades más que habitan en las grandes urbes. Lo único que se solía decir de esta misteriosa entidad es que aparecía siempre cuando alguna chica se portaba mal reiteradamente y generaba enojo en sus padres al ver como los desobedecían. Esa era la manera de "invocarlo". Entonces, al producirse una situación así, él se hacía presente en donde sea que fuere y se las hacia "cobrar" todas juntas a quien vendría a ser la deudora. Y cobraba con intereses, alta tasa de intereses... la suficiente como para que aquellas a quien él les hacía pagar se arrepintieran y nunca más repitieran el mismo error. De ahí que popularmente comenzaban a llamarlo "El Cobrador". Aunque en realidad nadie quería contar que había tenido un encuentro con él... por lo tanto pocas adolescentes y mujeres se atrevían a contarlo, ya que decirlo implicaba reconocer que habían recibido nalgadas hasta el punto de tener dificultades para sentarse o necesitar dormir boca abajo... El pudor y la vergüenza que ello acarreaba derivaban en callar la experiencia y seguir alimentando el mito.

Una sucesión rítmica de 15 manotazos consecutivos en una nalga, luego en la otra, para después seguir por ambos muslos provocaron que sus lágrimas empiecen a brotar. Eso estaba volviéndose ya insoportablemente doloroso.

–No vas a volver a faltar más... ¿Entendido? –Otra vez el silencio se quebraba con la voz de él.  Ella solo pudo responder afirmativamente moviendo su cabeza –. Está bien... te creo... Pero debo asegurarme. 

Acto seguido, le bajó lentamente su culotte rosado. Ella se quedó helada abriendo de par en par sus ojos al sentir como la prenda recorría la curva de sus nalgas, se deslizaba por los muslos, hasta acabar llegando a las rodillas. Reaccionó queriendo patalear, pero a cambio recibió un combo de 20 nalgadas más fuertes, alternadas entre un cachete y otro, más otras 20 en sus muslos. Ahora si ya lloraba. Se sentía humillada, tenía 16 años y no era más una niña. Pero además de vergüenza, sentía que su trasero hervía tras tanta paliza. Deseó haber ido a la escuela, pero ya era tarde para arrepentirse. Solo le quedaba resignarse y reflexionar. Pero esto era imposible porque el dolor punzante no la dejaba concentrarse en otra cosa. Encima seguía sin poder hablar... se moría de ganas de poder decirle "¡Perdón!", "¡Me duele!", "¡Ya aprendí!" o "¡Basta!"... quizás alguna de esas palabras, o todas juntas, podrían haberle servido para detener el castigo. Solo deseaba que su madre no entrara en la habitación y la viera así. Pensaba lo vergonzoso que sería la escena.

–Tranquila, no va a entrar –Le dijo, leyendo sus pensamientos. 

De golpe entre tantas lágrimas y ardor, cesaron los azotes. Sintió como la mano soltaba su muñeca y la ayudaba a pararse. Lo primero que hizo fue enjuagarse las lágrimas con sus manos, e inmediatamente llevarlas a su trasero para sobarse y calmar el dolor. Ya había amanecido, y si bien estaba aún nublado el cielo y la lluvia no paraba, entraba la claridad del día por la ventana. Recién ahí pudo mirar a quien le había provocado un escarmiento. Vio como cerraba los botones de su sobretodo negro y agarraba una galera oscura para acomodarla en su cabeza. Tenía tez blanca, barba de días y cabello oscuro. Lo miró fijamente como queriendo fotografiarlo con sus ojos, recordando cada detalle y almacenarlo en su memoria. 

–Te voy a estar vigilando... Podes vestirte –Le dijo señalándole sus ropas bajas. 

Ella, tan interesada en mirar a su castigador no se percató que estaba prácticamente desnuda ante él. Se puso colorada y, tapándose su pubis, giró rápidamente para subirse la ropa interior y su pantalón deportivo en un solo movimiento... al hacerlo le regaló la vista de su rojo trasero, por lo que subió la parte delantera y giró nuevamente para terminar de subirse la ropa... pero terminó enredándose y cayendo sentada... Un "Ayyyyy" se le escapó. Se sentía estúpida. Cuando alzó la vista, El Cobrador ya no estaba en la habitación. Se levantó y se puso la ropa escolar. Había recordado que ese día entraban más tarde ya que un profesor iba a faltar... y aún estaba a tiempo de dar el presente.

*–*–*–*– *–*–*–*–*–*–*– *–*–*–*–*–*–*–*–*–*–*–*–*–*–*–*–*–*–*–*–*–*–*

El Cobrador (Spanking)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora