Capitulo 1 | La nueva era

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Donde manda capitán, no manda marinero.

El alboroto había exitosamente terminado después de unas horas dando pelea, la casa ahora parecía la escena de un crimen masivo donde los cuerpos desfilaban por sus pasillos mientras la sangre bajaba por las escaleras y teñian el agua cristalina de la piscina de un rojo intenso. Con sus armas en mano y sus enemigos arrodillados siendo apuntados directo a sus cabezas frías que al verse doblegados rogaban piedad.

Alexander con un suspiro que salía de sus labios mientras paseaba sus nudillos por debajo de su mentón manchado de sangre, quitando el sudor que se deslizaba por la zona, pidiendo un puro que pronto se le fue entregado encendido por la punta.

-Piedad señor...- pedía el único hombre vivo arrodillado a sus pies ya que los otros tres permanecen al frente de la piscina, el panorama era sombrío, los hombres heridos en silencio soportaban el dolor pues era mejor servirle a su jefe que morir en sus manos por débiles e inútiles como él los llama, que con el viento frío soplando, acompañando la escena que se había protagonizado apenas horas antes de que su casa fuera echa un desastre.

Alexander levantó la mano pidiendo sin palabras el silencio del enemigo caído que a sus pies mal herido implora, ese silencio fue especialmente apreciado por el hombre que en silencio fumaba aquel puro, disfrutando del sabor amargo que inundaba su boca y relajaba su cuerpo. Con ese silencio pretendía descansar del momento eufórico donde tuvo que defenderse y defender a sus empleados del nuevo ataque sorpresa que le fue enviado.

Y claro, es que era fácil encontrarlo ahí por que por años Alex se negó a cambiar de condominio, y era poco discreto con las fiestas que ahí se realizaban, fiestas que venían plagadas de malas intenciones, pues, esas fiestas no eran más que una red de caza donde se reunen cientos de posibles víctimas de la trata de blanca, es decir, que alguna tiene que transportar su mercancía fuera del estado. Eran pocos los que quedaban vivos después de la entrega, unos cabos sueltos menos.

Pero la mejor parte se las llevan las mujeres jóvenes y hermosas, que le servían de entretenimiento por un corto periodo de tiempo, como siempre mujeres con una abundante cabellera rubia, esbeltas y hermosas.

-señor, ¿que haremos sobre ésto?- Finalmente el humo abandonó su boca mientras Jonas se acercaba a su jefe buscando llamar la atención del mismo. -es la tercera vez en el mes que nos atacan-

Atención que no obtiene de forma inmediata, pues, sus ojos en lugar de ir con su empleado, fueron directamente al hombre que lloraba arrodillado analizando el lenguaje corporal del mismo, asustado, con las manos sudadas y sollozando, todo lo contrario a lo que vio antes mientras le disparaba a sus hombres y los golpeaba hasta el cansancio.

-Miralos- Ríe regocijandose en el sufrimiento de esas pobres almas consumidas por la desesperación, enternecido por la imagen aterradora de sus cuerpos débiles que sangraban a causa de las heridas. Jonas voltea la vista a su jefe sin terminar de entender. -ratas cobardes ¡dejen de llorar!-

El grito dominante cargado de malicia y poder sale de su boca con un eco que azota en los tímpanos de sus nuevas víctimas, que incrédulos y rendidos cierran la boca, aquella acción vino acompañada de una chispa de impulso que nació desde el torrente sanguíneo de su pecho, corriendo de forma peligrosa por su brazo hasta estallar en un golpe a puño cerrado contra la quijada del hombre a su frente. Él cual no cae gracias a los brazos del hombre que lo sostiene pero que por la fuerza del impacto, lo hace escupir uno de sus dientes envuelto en saliva y sangre.

Another Opportunity  (Editando)Where stories live. Discover now