—Hasta luego— nos despedimos y salen de la casa.

—Iré a recoger la cocina, poned la televisión si queréis— la abuela sale del salón y Eco enchufa la tele.

—Papá sigue esperándote —dice mientras cambia de canal.

Miro al frente pensativo.

—Lo sé.

◇◆◇◆◇◆◇

Tiro otra bola a la ventana de la gran casa. ¿Tan sorda y ciega está?

La venta se abre, dejando ver a Capricornio molesta.

—¿Quién está...?— consigo escuchar. Mira hacia abajo y me ve—. ¿Escorpio?

—Baja —ordeno.

—¿Qué? Ni de coña. No puedo, estoy castigada— dice mientras se gira, parece que han tocado a la puerta de su habitación. Vuelve a mirar y pongo mi dedo índice en mi boca en forma de que esté callada.

—Salta— medio susurro medio grito. Ella niega.

Levanto los brazos. Capricornio vuelve a mirar hacia atrás. Suspira y se sienta en el borde de la ventana. Consigo ver que pronuncia algo en silencio. Finalmente, salta y cae encima mía. Los dos caemos al césped.

—Joder... —dice mientras se soba la cabeza.

—No eres tan ligera sabes— se quita de encima mía y nos levantamos.

—¿Qué quieres?— pregunta cruzándose de brazos.

—Quiero que me acompañes a un sitio— digo, va a decir algo pero la interrumpo—. Antes de que digas nada ofensivo sobre mi persona, quiero decirte que esta es la única vez que voy a intentar ir allí, así que no lo estropees— se escucha a alguien pronunciar el nombre de Capricornio.

—Vamos —corremos hacia la moto. Me pongo el nuevo casco y le entrego el que antes llevaba yo—. ¿Nuevo?— pregunta y yo  asiento.

—Regalo de cumpleaños— nos subimos al vehículos, ella se abraza a mi. De nuevo siento esa sensación. Se podría decir que sólo quiero que ella suba a la moto para poder sentir el cosquilleo.

—Pues felicidades. ¿Cuántos cumples?

—Diecinueve.

—Así que uno más que yo, ¿eh?— sonrío y arranco.

Al cabo de unos quince minutos llegamos al sitio donde estoy empezando a arrepentirme de haber venido.

—¿El hospital?— trago saliva—. Quieres que te acompañe a ver a tu...— va bajando el tono de voz. Asiento y entramos despacio—. Por eso has dicho que sólo lo harías una vez.

—Exacto.

El olor a desinfectante inunda mis fosas nasales. Hago una mueca.

—¿Sabes dónde está la habitación? — dice Capricornio mientras esperamos a que las puertas del ascensor se abran.

—Sí, la 506— entramos al ascensor.

—¿Por qué me has traído? —pregunta mirando al suelo. No sé qué decir.

—Porque eres mi amiga, ¿no?— odio esa palabra. Amigos, no. Siento que quiero algo más que eso.

Asiente lentamente y el ascensor se para. Las puertas se abren y salimos.

—Por aquí —indico.

Entramos por unas puertas grandes de color gris que dan a diferentes habitaciones. Buscamos la habitación.

—Aquí— Capricornio se detiene en una de las puertas—. Entra— niego, me estoy poniendo nervioso.

—Yo solo no— cobarde. Intento que el nerviosismo no se me note en la voz—. Vamos— Le cojo de la mano sin pensar y toca la puerta. Se escucha un leve "pasa".

—Enfermera ya le he dicho qu-— mi padre se calla al verme. Su expresión de enfado desaparece, sustituyéndola una de impresión.

Miro sus facciones, cada vez se le nota más demacrado por el cáncer y no tiene pelo. Sus ojos ya no son del vivo azul que tenía antes, ahora están apagados.

—Hijo... —susurra.

—Papá, esta es Capricornio. Mi amiga— otra vez. 

—Creo que será mejor que me vaya...— le cojo más fuerte de la mano.

—Quédate— le dice mi padre—. No pasa nada— Capricornio asiente y nos sentamos en el pequeño sofá que hay en la habitación.

Un silencio muy incomodo inunda el ambiente. Empiezo a mover la pierna nervioso. Mi padre tiene la mirada puesta en algún punto de la habitación y Capricornio mira sus manos incómoda.

—Eh... Tenéis que hablar, yo esperaré fuera— Capricornio se levanta pero le cojo del brazo. Ella se suelta—. Ahora nos vemos. Hasta luego— se despide de mi padre y sale de la habitación.

—¿Es tu novia?— pregunta ni padre.

—No. Te he dicho antes que es mi amiga.

El ambiente vuelve a estar tenso.

—Lo siento— frunzo el ceño, mi padre tiene las manos tapándole el rostro—. En serio, lo siento por haber sido tan duro contigo— intento no pestañear, no quiero que me salten las lágrimas.

—Yo también lo siento— digo con la mirada gacha—. Debí de haberme portado mejor.

—No te culpes hijo— le miro, está sonriendo levemente mientras se acaricia las manos—. ¿Puedes darme un abrazo?— asiento y me levanto.

¿Por qué me estoy comportando tan blando? Últimamente no estoy siendo tan rudo. Desde que hablo más con Capricornio pienso más en las otras personas, y no tanto en mi mismo.

Nos damos un abrazo y nos quedamos así un rato hasta que ni padre habla:

—Te gusta esa chica, ¿verdad?— me quedó mirándole.

—Sí, me gusta.

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A partir de este capítulo la historia estará desplazada unos meses más tarde, entrando al invierno☺

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