17. LUNAS DE PLATA

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Tuve la sospecha de que mi futura suegra no me creyó, aún así fue tan hipócrita que no tuvo más remedio que sonreírme forzadamente más por las circunstancias que por placer.

—¡Qué palabras más solemnes ha expresado, querida señorita Altamirano, no cabe duda que sus maneras comedidas harán de usted una dignísima consorte de mi hijo! —Me abrazó con exagerado regocijo (como si de verdad fuese de su gracia) plantándome dos besos en cada una de mis mejillas y agregó—: Ande, disfrute de la velada y no se desbalague tanto del gran salón, porque no falta mucho para que se lleve a cabo el encumbramiento de mi hijo como conde y la ceremonia de compromiso. Entre tanto, mandaré buscar al joven misterioso que bailó con usted para presentarle mis respetos y apersonarlo con mi buen Luis César, quien tiene excesivos deseos por conocerle.

En sus últimas frases noté maldad en su entonación, por eso, sintiendo un calambre justo en mis entrañas, me reverencié ante ella y me despedí en seguida:

—Su ilustrísima —le dije antes de darme la media vuelta y marcharme a dirección de la gran puerta de olmo de la estancia con pasos atropellados, remangándome las faldas.

Tan nerviosa estaba en aquél momento que apenas si pude sentir que Victoriano me sujetaba a la fuerza de mi brazo y me retachaba en una de las alas de madera.

—¿Qué crees que estás haciendo?  —le reclamé casi balbuciendo.

En lugar de responderme, Victoriano me llevó a rastras a los jardines del palacio, asegurándose, evidentemente, de que nadie se percatara de sus bruscas maneras.

—¡¿Cómo has osado semejante despropósito delante de todos?! —me gritoneó cuando estuvimos a solas. El aroma a vino que emergía de su boca percutió repetidas veces sobre mi frente y nariz—. ¡Bailar con un vil cretino delante del conde y la condesa misma, por Dios santo! —Sus ojos negros ardientes, su voz agria agitada, su expresión veleidosa enfurecida—. ¡Pero ya verás lo que te espera cuando lleguemos a Santa Úrsula por haber andado de buscona! ¡Madre te dará la paliza de tu vida!

Gemí y me llevé las manos a la cara ante su abrupta amenaza.

—¡Nos has dejado a todos en vergüenza, Anna Isabella, al quedar públicamente como una vil furcia! ¡Todo el mundo sabe que el conde de Lisboa te pedirá en compromiso antes del encumbramiento! ¿Puedes imaginarte la deshonra que ha representado para él y su distinguida madre el que hallases bailado con otro hombre tan descaradamente como lo hiciste? ¡Ahora su familia y la nuestra son el hazmerreír en todo el palacio por tu culpa!

—¡Acabo de hablar con la condesa y, contrario de lo que crees, incluso me ha felicitado por haber ganado! ¡Inclusive me ha dado esta máscara! —la elevé sobre sus ojos.

—¿Y qué querías que hiciera, estúpida? ¿Que te reprendiera en plena fiesta? ¡Es una señora: es la condesa de Lisboa! ¡Habría sido más humillante que se mostrare enfadada ante todos por tu sandez! ¡Eres una indigna Altamirano de Mendoza y Montero!

—¡Yo no he hecho nada de lo cual avergonzarme, Victoriano! —me defendí con lágrimas en los ojos, temiendo por primera vez que la fiesta terminara y tuviésemos que retornar a la hostería donde madre me molería a palos—. ¡En cambio tú, desconsiderado, no has tenido reparo en coquetear con Elvira, tu amante, frente la desdichada de Azucena! ¿Eso sí se considera digno de un Altamirano de Mendoza y Montero?

—¡Cuándo entenderás que yo soy varón, y que tal cosa me hace libre de encamarme y estar con cuanta mujer me plazca! ¡Cuándo comprenderás que tú eres una simple hembra, y que tu fin no es el de criticar ni reprender las decisiones de un hombre, sino el de obedecer y someterte ante su voluntad! Mis problemas de alcoba con Azucena no te conciernen, pero tu reputación a mí sí, porque en ausencia de las facultades de padre, yo hago las veces del hombre de la casa, por eso repruebo tus acciones de esta noche, ¿no lo comprendes, ordinaria? Como mujer, eres tú la que pierde dignidad ante los ojos de la sociedad, no el varón. ¡Por eso te ordeno que me digas quién es ese vil perro con el que te enredaste e intentó deshonrarte! ¡Te juro que cuando lo encuentre le enseñaré lo que le pasa a los fulanos que se meten con las hembras de mi linaje!

LETANÍAS DE AMOR Y MUERTE ©Where stories live. Discover now