PARTE 1: IAN

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"No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes"

Siempre escuché esa frase, creyendo que podía ser cierta, realmente le vi el significado cuando me tocó vivirlo. Y sí, es cierto, jamás sabrás apreciar lo que tienes lo suficiente hasta que llegas a perderlo. Mi madre siempre me enseñó a que hay que agradecer todo lo que te enseña la vida, Además de siempre ver el lado positivo de las cosas a pesar de lo mal que estaban. Obviamente le hacía caso, pero a veces pierdes el control de las cosas que ocurrirán.

Todo empezó con un yo pequeño de tal vez unos catorce o quince años, ni lo recuerdo. Lo único que me llega a la mente es aquel momento donde comienzo las clases en un nuevo instituto, nunca me lleve bien con la gente, y que cambiaran de instituto fue la peor idea que se les pudo haber ocurrido a mis padres.

Eso era lo que yo pensaba en ese momento.

Aunque, no fue tan mal del todo, corrí con suerte de que con algunos me la llevaba bien. Aún recuerdo mis nervios la primera vez que escuche mi nombre de la boca de la primera profesora que tuvo el honor de presentarme.

"-Ian Hecox.-dijo con su fina y aguda voz.- Bienvenido a la institución. Un gusto tenerlo aquí. Me gustaría saber un poco sobre su vida, joven Hecox, ¿Qué tal su otra escuela?

Me tuve que levantar por más que no quisiera.

-P-p-ues -tartamudee, como cosa rara de mí. Unos chicos detrás de mí se burlaron por mi actitud, aquello me puso extremadamente nervioso.- E-sta-ba bbien.

-¿Por qué lo cambiaron si estaba tan bien?

Un grupo esparcido de alumnos rieron nuevamente ante la situación. Aquello me estaba tocando un poco la moral.

-Nos mudamos.-me excuse. La verdad era que a nadie le importaba mi vida personal ni el porque me había cambiado de escuela.

-Espero que disfrute su nueva vida, joven Hecox.-soltó con su arrogante, fina y aguda voz. Como la odie en ese momento.

Luego de ello recuerdo haberme sentado a dibujar en mi cuaderno a solo escuchar partes de su clase, aunque no fuera buen dibujante, hacer garabatos me tranquilizaba los nervios.

Su clase termino y no pude haber estado más agradecido, pero algo ocurrió y fue un poco extraño.

Un chico se acerca a mí con interés. Yo le ignore por un momento, pero el capto mi atención extendiéndome su mano.

-Mi nombre es Anthony, Anthony Padilla.-me dijo, con un tono de voz calmado y dando una pequeña sonrisa en su rostro.

No pude evitar sonreírle.

Desde ese día mi vida cambió absolutamente, no solo por mi nuevo instituto, sino porque había conseguido un nuevo amigo. Si, nos volvimos tan cercanos desde ese momento, teníamos muchas cosas en común y el realmente era genial.

Cuando apenas hablábamos pensaba que era el típico chico gracioso de clases que es un completo imbécil, pero no era así, y eso era lo que me hizo llegar a ser su amigo.

Paso el tiempo, Anthony y yo nos volvimos inseparables. Tanto así, que nuestras madres nos consideraban hermanos.

Cumplimos los diecinueve años de edad cuando decidimos irnos a vivir juntos. Y realmente, nunca me arrepentiré de ello.

Tengo muchos recuerdos ahora mismo sobre esos lindos años viviendo junto a él.

Pasamos tantas cosas juntos, ninguno de los dos sabia cocinar y era horrible los primeros días, mi madre nos enviaba recetas hasta para hacer un simple arroz; ni hablar sobre las horas que pasábamos hablando hasta la madrugada, incluso, mañana; las fiestas que se hacían repentinamente por la visitas de nuestros amigos; las discusiones por quien no había botado la basura; las preocupaciones que pasábamos al no tener comida en casa por pereza a ir al supermercado; sería una gran lista que tendría que hacer sobre esos momentos, donde la mayor parte de ellos eran buenos.

Little Memories (Ianthony)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora