Capítulo 3: Karate Kid

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Salí del baño con ropa deportiva -ropa que Helen se encargó de traer para mi- y una coleta, bajé al primer piso sintiendo el aire helado que la gran sala poseía, recordándome que eran las cinco de la mañana y en cuanto odiaba madrugar.

- ¿Ya estás lista? -Asimi bajaba las escaleras con la mirada puesta en mí y no pude omitir la absurda pregunta que hizo-.

-La verdad no -miré mi ropa- todavía estoy en pijama, las zapatillas son por si me pilla un terremoto mientras duermo -el sarcasmo flotó de mi boca y pude ver como levantó una ceja con curiosidad-.

-Ja ja ja, estoy al tanto que te gusta estar un poco más "suelta de ropa" al dormir ¿no? -me miró desafiante y sonrió burlón, refiriéndose a la vez que me vio dormir en ropa interior cuando llevó mi desayuno- si que deja el sarcasmo para después del desayuno, que no estoy de humor.

-Veo que no eres muy de mañanas -crucé los brazos mientras caminábamos hacia la puerta de salida- pero no te preocupes que de seguro te dan tus croquetas al terminar aquí, alégrate.

Sentí como rió con pesadez y abrió la puerta de salida con fastidio, caminamos por el sendero del jardín delantero para dirigirnos al portón que protegía la gran casa a mis espaldas, era lo más cercano a libertad que podía sentir y estaba ansiosa por caminar más allá de las paredes de tapizado caro.

El portón abrió sus puertas con lentitud, dejándonos sentir el viento de la madrugada pegando en nuestra cara, después de escuchar a Asimi indicar la dirección comencé a trotar por el lugar, dándome cuenta que la mansión era la única vivienda que se encontraba en el sector, la cual frente a ella tenía directamente la acera, la que iba de bajada dando la impresión que nos encontrábamos en una calle sin salida, el resto del lugar solo era pasto perfectamente podado y árboles, un lugar solitario en donde definitivamente no se escucharían los gritos de alguien.

Asimi acompañó mi trote, siguiéndome por las afueras de la mansión en dirección a la parte más alta del lugar.

-No olvides de respirar bien, si no, te va a doler al hacer los movimientos -Asimi no había dicho palabra en todo el camino, pero ahí estaba, irrumpiendo el silencio que nos envolvía- y mantén el ritmo.

-No hables, o te cansarás más rápido Miyagi -sus ojos me miraron casi sin creerse la comparación, podía sentir sus deseos de que me tropezara-.

-No puedes mantener la boca cerrada ni un minuto -soltó con desgano y trotó más rápido, rebasándome- apresúrate o soltaré a los perros a ver si así mueves el culo.

-Tranquilízate y encera, pule -moví mis manos haciendo círculos mientras reía-.

Sentí su risa frustrada salir con cansancio y me mantuve atrás, trotando a mi ritmo, sintiendo como mis pulmones quemaban al igual que mis pantorrillas, mientras el aire refrescaba el sudor que comenzaba a brotar de mi frente, Asimi se veía menos agitado que yo, pero podía ver como su cabello castaño se pegaba a su cuello gracias al sudor y en cómo los músculos de sus piernas se contraían por el esfuerzo, delatándolo.

Desde mi posición y con la mirada fija en sus movimientos pude pensar, él era alguien a quien definitivamente mirarías al pasar, alto, con aura imponente y con un aspecto físico que superaría a alguien común y corriente, y ese era su fin, sabia perfectamente que el encantar era uno de sus objetivos, no solo por el evidente hecho de cómo cuidaba de su aspecto, si no, porque creía saber qué clase de persona era, dado a su estilo de vida tan particular y en cómo su arrogancia emanaba de su piel, podía adivinarlo.

Casi llegando a nuestro destino, disminuí el paso, observando las vistas que la altura me ofrecía, dándome una idea lo lejos de la civilización estábamos. Estiramos mientras sentía la tensión de su mirada, estaba estudiándome, pensando quizás si matarme en este lugar sería buena idea y en la excusa que le diría a su Jefe.

Destellos De MaldadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora