Capítulo 3: Karate Kid

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Mi infancia no fue la mejor, mis padres siempre estaban trabajando, la casa casi siempre estaba vacía, tenía pocos recuerdos de lo que yo creía fue mi niñez, pero todos ellos eran igual de solitarios que el vívido recuerdo del día que me olvidaron en el centro comercial, y todo sigue igual que en ese entonces, Logan fue el único que se dio cuenta de mi ausencia y no paró de buscarme hasta que me encontró llorando en el baño de damas del cuarto piso, yo estaba abrazada a mi peluche favorito, un perrito que le faltaba un ojo y estaba manchado con mermelada, me acarició la cabeza y me llevó a casa, donde mis padres nunca se enteraron que me perdí, porque no se percataron que no llegué a casa con ellos.

Logan fue por mucho tiempo a quien odié y culpé de niña por la falta de afecto de nuestros padres, siempre era él, notas perfectas, carisma, amigos, un futuro brillante y excelente en deportes. Yo por mi parte era la pequeña niña paliducha y enfermiza que pasaba más en casa por enfermedad de lo que iba a la escuela, nunca me destaqué en algo en especial, nunca me gustaron los deportes, ni tenía el carisma para hacer amigos, mucho menos mis padres tenían la fe de que entraría a la universidad. Pero con el paso del tiempo mi odio hacia él fue menguando, siempre estuvo para mí, fue mi ejemplo a seguir y mi protector, con los años aprendí a fingir de maravilla, comencé a ser conocida en mi instituto, con un poco de esfuerzo mis notas eran dignas de becas académicas y fui muchas veces la reina del baile, era todo lo que siempre quise ser, pero nunca tuve la aprobación de mis padres, y a decir verdad, dejé de quererla, porque el único que estuvo para mí era mi hermano y con eso me bastaba.

Y si era realmente sincera, odiaba ser quien era, yo no tenía carisma, mucho menos ganas de sociabilizar, pero amaba la atención que esa gran mentira me daba, y ponía a Logan orgulloso de ver a su hermanita triunfando y disfrutando sus años escolares, y eso fue suficiente para mí, hasta que un día ya no lo fue, quizás nunca lo fue, y cuando tuve noción, ya tenía la sangre de mi primera o quizás décima víctima en mis manos y después de eso, no hubo vuelta atrás.


                                                                 *


-Hoy empezaremos con el entrenamiento, sí que despierta -el grito de Asimi hizo que seguir viviendo fuera la opción menos viable-.

-Si, ya entendí -me quejé- mejor ve a buscar alguna rama de un árbol –le lancé el almohadón con el que estaba durmiendo- cuando baje te la lanzo.

-Vamos, no tenemos todo el día -esquivó el objeto y destapó mi cuerpo con fuerza, provocando escalofríos en la piel que tenía expuesta-.

-¡Ya voy! -me senté en la cama- ahora sal para cambiarme.

Puso los ojos en blanco y se marchó, con un mirad de advertencia, que realmente, no me preocupaba. Logré cerrar la puerta -entre quejidos y somnolencia- con seguro, devolviéndome a la cama para acurrucar mi cuerpo unos momentos más.

Han pasado un par de días desde que estoy en este lugar y todo transcurría casi normal, como si mi vida no hubiese quedado paralizada y abandonada en un lugar completamente diferente a este, viviendo con personas que no conocía y en condiciones extrañas.

Y el tiempo que había pasado había ayudado a mi pierna a cicatrizar, las curaciones que Helen me hacía recordar diario y el descanso absoluto fueron gran parte de mi recuperación, pero mi brazo se sentía igual que el primer día, al parecer la herida no estaba sanando como quería y me costaba moverlo con toda libertad.

Después de darme unas cuantas vueltas por la cama fui al baño a refrescarme, lleve todas las cosas conmigo evitando dar vueltas innecesarias y me di una ducha rápida, vistiéndome lo más rápido que pude, apresurándome antes de que saliera el sol -la luz de este en mis ojos no era de mi total agrado, menos sudar más de la cuenta, me sentiría asquerosa- el cual me fastidiaba de sobre manera. Estaba algo curiosa por saber a qué tipo de escena me iba a enfrentar y en ver cómo Asimi iba a aprovechar de sacar su arrogancia y restregarme en la cara su experiencia. Quizá no tenia la libertad mental que él poseía, pero no me sentía, ni era una mujer indefensa, mucho menos su presa, y estaba ansiosa por golpearlo, aunque no pudiese atentar contra su vida.

Destellos De MaldadWhere stories live. Discover now