Capítulo 3 - Beso en la lluvia...

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***

Esteban no caminó mucho antes de reaccionar. ¡No! No quería irse y esperar una hora para volver a verla. No podía hacerlo. Necesitaba calmar toda esa agitación que gritaba dentro de él y la única manera era darle a su corazón lo que tanto le pedía: María. No podría dejar que se escapara otra vez, no podía volver a abandonarla. ¿Volver? Se giró y dio unos cuantos pasos de vuelta al estudio de María. La encontró parada en la misma posición como una estatua, ella todavía no se había podido mover.

_ ¿María? – Dijo tímidamente tratando de llamar su atención puesto que ella no se dio cuenta de que él regresaba.

_ ¿Sí? – Ella lo miró sintiendo una gran felicidad de que él hubiera regresado.

_ No me abandonó, no me dejó. – repetía una voz dentro de ella celebrando que él estuviera de regreso.

_ ¿Tú eres la que tiene que ocuparte de las fotos? – Ya se le había olvidado los formalismos. Sentía una intimidad demasiado fuerte con María como para tratarla de manera impersonal.

_ No. – Contestó María tratando de ocultar su nerviosismo. – De hecho ya iba a entregarlo a una de mis empleadas.

_ Yo sé que puede parecerte impertinente, pero necesito hacerlo.

_ ¿De qué hablas? – María tampoco recordó los formalismos.

_ Sé que nos acabamos de conocer, pero... No te lo puedo explicar, necesito, necesito conocerte más.

María lo encaró tomada por la impresión. ¡No! No sonaba impertinente, ella también lo necesitaba. Ese sueño... Desde que lo saludó repasaba cada momento del sueño y ahora podía ver su rostro, sobre todo sus ojos. Era él. Esteban era el hombre con el que había soñado tantas veces en la vida, siempre tan vívidamente aunque jamás lo hubiera visto.

_ ¿Entonces? – Lo inquirió María curiosa.

_ ¿Aceptas tomarte un café conmigo? Hay una cafetería muy buena aquí cerca.

_ Sí. La conozco. Acepto tu invitación Esteban. – Decir su nombre por primera vez produjo una nueva agitación en su corazón. No podía negarlo, tenía un miedo irracional de que se fuera, de que esa oportunidad escapara. Dios, ¿qué significaba todo eso?

***

Después de encargar el trabajo de las fotos de Esteban a su ayudante, María acompañó a Esteban hasta la cafetería que él había indicado. En condiciones normales, jamás aceptaría la invitación de un extraño, pero a el no lo sentía extraño, parecía como si realmente lo conociera y no lo veía hace algún tiempo. Se sentaron en la mesa del café y empezaron sin ninguna dificultad, una íntima conversación. No íntima en el sentido sexual, sino en el sentido de almas que se entienden más allá de las palabras. Ninguno de los dos se atrevió a confesar la inmensa curiosidad de que se parecieran a las personas de sus sueños. Eran sus almas desesperadas por el anhelo de volver a estar juntas advirtiéndolos que ese día jamás lo podrían olvidar.

_ Si me permites el halago, tienes los ojos más hermosos que he visto en mi vida. – Esteban finalmente pudo hablar sobre lo que más lo había atraído en María.

_ Cuanta exageración. – Contestó María sonriendo llevando a la boca la taza de café.

_ ¡No! – Es la verdad.

_ Gracias. Tus ojos también me parecieron muy bellos. – Confesó María tímida. ¿Por qué se permitía hablar así a un extraño y no se sentía ofendida con sus halagos? – ¿Por qué me hiciste esta invitación, Esteban? – Los dos ya llevaban algún tiempo hablando y María se atrevió a preguntárselo.

Entre la piel y el almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora