Prólogo

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                                                        PRÓGOLO.

- Felicidades pequeña.- susurró mi padre, cogiéndome del suelo para subirme a su regazo.

- ¡Papá, no me llames pequeña ya!- grité, haciendome la enfadada.

- Oh, es verdad, mi niña ya tiene 5 años.- sonreí emocionada, mientras mi padre me tiraba de las coletas.

- ¡Va, papá, dámelo ya!- rogué, esperando que mi padre me diese ya aquel regalo que tanto me había anunciado, causando su risa.

- Eres muy impaciente, pequeña.- susurró, al tiempo que salía de allí en busca de mi regalo. Me había anticipado que era un regalo muy valioso, y que había pasado de generación en generación, hasta llegar a mis manos.

Pronto vi como mi padre asomaba la cabeza por la puerta que daba al jardín, donde me encontraba yo.

- Cuídala mucho, por favor.- me pidió, tendiéndome una cámara. Sonreí confusa, sintiendo el nerviosismo de mi padre al dármela. Aquella era la cámara que mi padre siempre llevaba a todas partes, pero que nunca le había visto utilizar.- No pulses el botón a no ser de que quieras inmortalizar de verdad a aquella persona.- asentí, mientras exploraba todos los botones.- Yo no la he utilizado casi nunca, por eso te pido que tu tampoco la utilices mucho.- mi mirada seguía perdida en la cámara, y pronto supe cómo iba.

Quería inmortalizar este momento para la posteridad, hoy estaba feliz. Si, quería inmortalizarlo. Quería inmortalizar la sonrisa de mi padre en mi quinto cumpleaños.

¿Para que servían las cámaras, si no?

Guiñe un ojo al tiempo que el otro lo llevaba al principio del objetivo para mirar las diferentes perspectivas a las que quería hacer esta fotografía.

- ¡No!- gritó mi padre, lleno de terror, pero hice como si no lo hubiese escuchado. Sonreí, había encontrado la foto perfecta.- ¡Pequeña, a mi no!

Apreté el botón que disparó la foto, activando el flash. Reí mientras desde abajo de la cámara salía un papel reflejando la foto. Esperé, batiéndola con mis manos, hasta que se fue aclarando. Pronto se pudo reflejar a mi padre con una faceta de terror, muy graciosa para mí. Solté una carcajada, sin poder soltar la foto de mis manos.

- ¡Mira esto, papá!- dije, mientras mi risa se iba calmando.- ¿Papá?- grité, al ver que no obtenía ninguna respuesta. Negué con la cabeza, pensando en que se estaría comiendo la tarta sin mí.- ¡Déjame algo de tarta!- grité, pero al no obtener respuesta me preocupé.

Subí mi mirada del papel en el cual mi padre se veía reflejado hasta arriba, buscándole con mi mirada.

Pero en lugar de eso, encontré una estatua.

Una estatua de mi padre, en la misma posición en la cual le había hecho la foto segundos antes.

El había dicho que utilizase la cámara si quería inmortalizar a una persona para siempre. Pero no pensé que sería literalmente.

PhotographerWhere stories live. Discover now