Yo me escondo y tú me encuentras.

Start from the beginning
                                    

—¡Te encontré! —gritó Mario dando una manotada al interruptor y cogiendo la mano de su chica.

—¡Al fin! creí que te habías perdido en esta mansión —exclamó sin esconder su indudable sarcasmo.

—Así que tienes ganas de guerra. Pues... em... se me ocurre una idea —dijo él rascándose la barbilla.

—¿Si? y a ver, ¿qué idea es esa?

—Pues, como tú estabas jugando al escondite y yo te he econtrado... —sugirió Mario dejando la frase a medias.

—¿Pinchito aquí? —terminó ella de decir -¿era obvio no?-.

—Sí, ¿te apetece?

—Claro -¿y a quién no?-.

Mayra le bajó los pantalones y se arrodilló sin pensarse más de dos veces lo que iba a hacer. Despacio liberó su miembro -que parecía estar ya preparado-, y se lo llevó a la boca chupando en diferentes direcciones mientras veía como su novio no podía esconder su cara de placer y le apretaba la mano.

—¡Para, para! —rogó el rubio, que no podría aguantarse mucho más.

—¿Por qué? —preguntó un tanto confusa.

—Quiero hacértelo otra vez.

Ella sonrió y Mario cogió el condón que antes había guardado en el bolsillo de su pantalón. Mayra se lo quitó con una rapideza sobrehumana y se lo colocó victoriosa al ver como su novio la miraba desconcertado.

—¿Listo para la acción? —murmuró ella en su oído mientras un escalofrío le recorría a Mario por la espina dorsal.

Él asintió totalmente mudo y Mayra, apoyando sus manos sobre las puertas del armario de roble, esperó a que su chico volviera a adentrarse y a hacerla suya de nuevo.

Transcurrieron unos veinte minutos, aunque tampoco estaba segura ya que no llevaba reloj y su móvil seguía en la otra habitación. Cansada de esperar a que su novio volviera de dondequiera que había ido, salió de allí -con el mismo silencio con el que entró al principio-, y al llegar al comedor divisó una sombra que la asustó. ¿Mario? No, no era él. ¿Quién era y qué demonios estaba haciendo? La sombra anónima cogió algo de la mesita del salón y Mayra no se aguantó más.

—Eh tú, ¿se puede saber qué haces? ¿acaso eso es tuyo?

—¿Y a ti qué te importa niñata? —respondió la sombra anónima con voz de asco.

—¿Niñata? ¡Deja eso y vete de aquí ahora mismo o llamo a la policía! —amenazó Mayra a punto de vomitar su propio corazón.

—Mira, ni yo voy a irme, ni tú vas a llamar a la policía. Yo seguiré con lo mío y tu vas a seguir tirándote a tu novio.

—¿Nos estabas espiando?

—No, os estaba grabando. Y si se te ocurre avisar a la policía éste vídeo podría acabar en la red, donde cualquiera tendría oportunidad de verlo con tan sólo un clic. Hasta tus padres.

—Yo no tengo padre —contestó asqueada al recordar que su padre llevaba preso desde que ella cumplió los dos años.

—¿Y qué diría tu madre? Su niñita del alma follando como una cualquiera —contraatacó el ocupa nocturno.

—Eres un capullo.

—Y tú una zorra -le escupió el espía chantagista en la cara.

Mayra no daba crédito a lo que sus oídos acababan de escuchar, aquel desgraciado la estaba amenazando con colgar un vídeo en el que salía con su novio haciendolo. ¿Pero quién se creía que era ese sinvergüenza? ,¿y qué pasaba con Mario? ¿por qué no estaba ahí para defenderla?Reaccionó de una manera inesperada y cuando estaba a punto de golpearle en la cara el maldito chantageador la paró en seco.

—Estáte quieta no vayas a hacerte daño. Échate a un lado o acabarás perdiendo.

El sentimiento de frustración corría por sus venas, se sentía impotente y estúpida por no saber qué hacer con ese capullo asqueroso. Escuchó unos pasos acercándose al comedor y rezó para que fuera su novio dispuesto a salvarla como en los libros de caballerías. Se hizo la luz y vió como la cara de Mario se torció al ver al tipo chantagista en su salón. Llevaba una gorra de los New York Yankees -de esas que últimamente llevaban la mayoría de los jóvenes-. Tenía los ojos verdes claros y la piel morena, sin olvidar la cara de asco y fastidio que hasta Mayra había podido observar en la oscuridad.

—¿Qué estas haciendo aquí? -dictó Mario con la rabia encendida en sus ojos.

—He venido a por mis cosas —contestó el anónimo con el mismo tono que Mario.

—Pues recógelo todo y vete de aquí Jack.

Mayra acababa de perderse, ¿aquellos dos se conocían? ¿por qué? ¿qué pintaba su novio con alguien tan desagradable como ese tal Jack? Quería enterarse pero no hacía falta decir que no era el momento adecuado para preguntar.

—¿Quién es ella? —preguntó Jack -el enfermo que espiaba y grababa vídeos pornográficos-, mirando a Mayra de arriba a abajo.

—Eso no es asunto tuyo -contestó Mario sin mirarle a la cara.

—La chupa bien ¿no? —se burló el tal Jack riéndose.

Mario lo derrumbó de un puñetazo en la nariz y al caer se golpeó contra el pico de la mesita, haciéndose una brecha bastante grande y salpicándolo todo de sangre.

—¡Mario! ¿pero qué has hecho? —articuló Mayra de repente al ver todo un reguero de sangre y a Jack tumbado en el suelo inconsciente.

—Hacer lo que debí haber hecho hace tiempo -oh había sonado como una de esas películas donde el chico mata al malo y todos lo vitorean y celebran una gran e inolvidable fiesta-.

—¿Pero, y ahora qué?

—No lo sé Mayra, pero no consiento que se metan contigo.

—Nos ha grabado cuando estábamos en la otra habitación haciéndolo.

Mario sacó del bolsillo trasero del pantalón de Jack su móvil y hurgó en los archivos hasta dar con ese vídeo, lo eliminó sin dejar rastro y volvió a dejar el teléfono donde estaba.

—Asunto arreglado —objetó dándole un beso en la mejilla a Mayra.

—No Mario, no está arreglado, ¿qué hacemos con él cuando se despierte?, porque está despierto ¿verdad?

Indestructible© [Editando...]Where stories live. Discover now